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La falta de perspectivas causa un éxodo de mujeres en la antigua Alemania comunista

Las féminas, que superan a los hombres en nivel de estudios, emigran al oeste en busca de un buen trabajo

Las Provincias, ENRIQUE MÜLLER CORRESPONSAL LP. BERLÍN, 08-10-2007

Las féminas, que superan a los hombres en nivel de estudios, emigran al oeste en busca de un buen trabajo Hace 17 años, el entonces canciller alemán, Helmut Kohl, tuvo una visión. Embriagado por la alegría colectiva que invadió a la nación gracias a la gran fiesta de la unificación, celebrada el 3 de octubre de 1990, Kohl prometió “paisajes florecientes” para los cinco nuevos Estados federados que habían vivido más de 40 años bajo el yugo comunista, una expresión casi poética para augurar un extrardinario auge económico.

El miércoles pasado, Irina Wagner, una joven nacida hace 23 años en Wittstock y que decidió buscar fortuna en la capital alemana, llegó a la Puerta de Brandeburgo para participar en la fiesta callejera que organizó el Gobierno de Berlín para celebrar un nuevo aniversario de la histórica unificación.

La joven, que ahora trabaja en un banco, confesó que había decidido abandonar su pueblo natal porque deseaba vivir en una gran ciudad que le ofreciera nuevas posibilidades. La vida en Wittstock no es mala, pero los jóvenes que quieren progresar carecen de buenas perspectivas. Los paisajes florecientes que prometió Kohl aun no han llegado a mi pueblo, explicó.

En 1990, Wittstock –ubicado en Brandeburgo, el lander que rodea a la ciudad – estado de Berlín– tenía casi 20.000 habitantes, pero en los últimos 17 años han abandonado el municipio unas 3.500 personas. Según estadísticas oficiales, 1.745 hombres y sólo 1.418 mujeres, de edades comprendidas entre los 18 y los 34 años, viven todavía en el pueblo.

El drama de Wittstock, sin embargo, no es un caso aislado. Un estudio elaborado por el Instituto para la Población y el Desarrollo de Berlín, llegó a la conclusión de que el éxodo que ha sufrido Wittstock es sólo un pequeño ejemplo de una enfermedad crónica que han sufrido los cinco nuevos Estados federados desde que se derrumbó el muro de Berlín, hace ya casi 18 años. Un total de 15 millones de personas, en su mayoría jóvenes, han abandonado el territorio de la antigua Alemania comunista –casi el 10 por ciento de la población– para buscar una nueva vida en el rico oeste del país.

El éxodo, al margen de ser dramático, dejó al desnudo un nuevo fenómeno que amenaza con convertirse en un grave problema existencial para el futuro de los cinco nuevos Estados federados. El instituto berlinés ha descubierto que la mayoría de los jóvenes que emigran de sus pueblo pertenecen al sexo femenino, una circunstancia que se ha traducido en un déficit de 100.000 nacimientos en los últimos 15 años.

El estudio elaborado por el organismo público también analiza las razones por las cuales unas 400.000 mujeres menores de 30 años abandonaron sus pueblos entre 1991 y 2005. Al parecer, la principal causa es su excelente formación. “A las mujeres jóvenes, que pueden presentar mejores certificados de estudio que sus compañeros varones, les resulta más fácil encontrar nuevos puestos de trabajo en el oeste”, señala el informe. El éxodo, además de provocar un déficit de féminas, ha ocasionado el nacimiento de una nueva clase proletaria, integrada por jóvenes frustrados, sin trabajo y sin perspectivas.

Varones frustrados

El instituto berlinés detalla en su investigación que los jóvenes son reacios a emigrar porque siguen creyendo que podrán encontrar trabajo en la industria, en la agricultura o en la construcción. Pero cuando acaban sus estudios de enseñanza media descubren que no tienen acceso al mercado laboral. Peor aún. Esta nueva clase social de jóvenes frustrados, sin trabajo y sin parejas está siendo seducida por el discurso xenófobo de los partidos de ultraderecha o pasan a engrosar directamente las filas de los grupos neonazis, una decisión que les convierte en personas poco atractivas para las mujeres.

“Hay muchos neonazis en Wittstock y hace unos años mataron a palos a un inmigrante ruso”, cuenta Irina Wagner. La joven, cuando termino la enseñanza media, hace cuatro años, hizo las maletas y viajó a Berlín para buscar una vida mejor.

Sus buenas notas le ayudaron para encontrar trabajo en una sucursal bancaria. Es posible que en un par de años me envíen a la central en Francfort. Sería la coronación de mis sueños, asegura la joven, que nunca se ha arrepentido de haber abandonado su pueblo.

La decisión de Irina y el éxodo de miles de compatriotas ha provocado, según el Instituto de Población, una preocupante falta de mujeres en el antiguo territorio comunista que no tiene parangón en Europa. Ni siquiera en las regiones del circulo polar ártico, como el norte de Suecia y Finlandia, que sufren la emigración de mujeres jóvenes, se registra un déficit como en el este de Alemania, señala.

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