EL RETO DE LA INMIGRACION / Las consecuencias en el sistema educativo

Cuando en las clases no queda ningún alumno español

El Mundo, ANA DEL BARRIO, 08-10-2007

En las aulas de algunos centros públicos todos los estudiantes son extranjeros Encontrar un alumno español en el colegio madrileño Pi i Margall cuesta trabajo. En los pupitres apenas se observan tres, dos, uno o incluso ningún estudiante autóctono. No deja de ser una paradoja que en pleno centro de Madrid, en un barrio emblemático como el de Malasaña, exista un centro público donde haya clases enteras en las que no existe ni rastro de alumnos españoles.


Entre Jeremi, Chaouan o Joel es díficil localizar a Lucía, David o María. De esta forma, en la clase de Segundo de Primaria, Blanca es la diferente. Ella es la única española de la clase, pero asegura que no tiene ningún problema de convivencia con sus compañeros: «Caren es mi mejor amiga», relata con timidez. Están en clase de matemáticas y Caren, de origen ecuatoriano, hace las operaciones mientras cuenta con los dedos de la mano.


En el aula se respira buen rollo, ni un atisbo de choque de culturas, a pesar de la muy diferente procedencia de los pupilos: Tanzania, Ecuador, Santo Domingo o Rumanía. John Jairo es ecuatoriano y aterrizó el miércoles pasado en la escuela. Está en una clase aparte, ya que Pilar, la profesora de compensatoria, debe revisar su nivel: «Tiene 6 años, pero no sabe leer. Reconoce las vocales, pero no las otras letras. Viene de Barcelona y habla catalán. Muchos llegan con dos años de desfase curricular», explica la maestra.


A pesar de las dificultades que conlleva un centro donde el 70% de los alumnos es de origen extranjero, con 21 nacionalidades diferentes, el equipo directivo del Pi i Margall ha hecho de la necesidad virtud y combate la adversidad con esfuerzo, entusiasmo y una atención especializada. De esta forma, las clases de lengua se desdoblan en tres grupos en función del nivel de cada alumno; hay una hora diaria de español durante la que se aprende el vocabulario con métodos lúdicos y existe un plan de acogida para el alumno que llega nuevo al centro.


Los casos del Pi i Margall, del Antonio Moreno Rosales en el barrio de Lavapiés o del Pío XII en plaza de Castilla son un botón de muestra del imparable éxodo de los estudiantes españoles de la escuela pública hacia la concertada o la privada, lo que está provocando que algunos colegios públicos se estén convirtiendo en guetos de inmigrantes.


«El gueto lo estamos creando los propios españoles porque somos los que nos estamos yendo. Nos retiramos pensando que no se da calidad en la enseñanza, cuando no es así. Los alumnos extranjeros aprenden rápido y cogen enseguida el nivel», explica Mamen Prieto, la directora del colegio Pi i Margall, anteriormente llamado General Sanjurjo. Mamen pretende recuperar a los alumnos españoles para que puedan disfrutar de un colegio público en pleno centro de Madrid, que está comenzando a aplicar la enseñanza bilingüe de inglés en fase experimental y que va a implantar el uniforme escolar a partir de diciembre.


Sin embargo, la situación modélica del colegio Pi i Margall no se repite en otros centros, también con una fuerte concentración de inmigrantes. Los profesores se quejan de que las clases «están ingobernables» y de que las explicaciones son cada día más elementales para poder mantener la atención de los alumnos: «El nivel de la enseñanza es vergonzoso. A veces el niño se tira el año entero sin libros, cuando sabemos que la Comunidad de Madrid concede becas y vemos a los padres gastarse el dinero en otras cosas», se queja una maestra con 25 años de experiencia a sus espaldas, que prefiere mantenerse en el anonimato.


Según su testimonio, el origen de los problemas no está en los niños, sino en los padres: «Muchos inmigrantes vienen de familias desestructuradas. A veces tienen hermanos de tres progenitores diferentes o los padres no aparecen por ningún lado. Todo eso lo sufre el maestro a base de dejarse la salud en el aula».


La profesora, que trabajaba en un centro público en el madrileño barrio de Cuatro Caminos con un 90% de inmigrantes, explica que todos los días, nada más llegar a clase, empleaba media hora simplemente mandando callar a la gente. «Muchos venían con la playstation y con móviles mejor que el mío. La explicación es muy somera porque si profundizas ya nadie presta atención. Yo siempre he defendido a la escuela pública, pero ahora digo que es un desastre. ¡No me extraña que los españoles se vayan a otros colegios!», se queja.


Desde el sindicato de profesores Anpu alertan de que la escuela es el primer factor de integración de la población inmigrante, pero si la mayoría de los alumnos del aula es extranjero no se produce mezcla alguna: «Si en la escuela no hay jóvenes de la sociedad de acogida, no hay integración posible. La creación de guetos dificulta los mecanismos de integración», asegura la portavoz de Anpe, Carmen Guaita.


En su opinión, la escuela pública no debe asumir en solitario a la totalidad de los alumnos inmigrantes y debe haber un reparto equitativo entre escuela pública y concertada: «Los inmigración en sí misma no es una fuente de problemas, pero es necesario que haya recursos. Si no hay profesionales de apoyo, si las clases no están desdobladas, puede bajar el nivel», indica Guaita.


A su juicio, la escuela debe reflejar la sociedad y ésta tiene hoy en día una composición multiétnica y es un mosaico de distintas culturas.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)