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La viuda del rumano que se quemó a lo bonzo no va al entierro ante el riesgo de agresiones

El funeral se celebra en una capilla subterránea y no en una iglesia por tratarse de un suicidio

Las Provincias, A. CHECA, 07-10-2007

El funeral se celebra en una capilla subterránea y no en una iglesia por tratarse de un suicidio Ni Ionela ni sus dos hijos pudieron dar ayer el último adiós a su padre, el ciudadano rumano de 43 años fallecido en Valencia tras quemarse a lo bonzo en Castellón. La familia más cercana de Marian Mitrita no acudió al funeral celebrado en la humilde localidad de Targoviste ante el riesgo de nuevas agresiones, después de que unos 200 familiares y amigos de la víctima intentaran linchar a la viuda el pasado jueves.

Tanto Ionela como los dos hijos de Marian –Izabela, de 17 años, y Dragos, de tres– se quedaron recluidos en el centro de acogida al que fueron trasladados por la policía tras los altercados. La intención inicial de la mujer y de los dos menores era estar al lado del féretro, tal y como ayer publicó LAS PROVINCIAS. De hecho, la policía de Targoviste tenía ya preparadas hasta cuatro patrullas para escoltar a la familia.

Sin embargo, los consejos de las propias Fuerzas de Seguridad hicieron ayer cambiar de opinión a Ionela ante el “riesgo de ser agredida”, tal y como indicó una portavoz de la policía.

De hecho, la propia portavoz explicó que la mujer, de 37 años, ya reclamó la protección policial hace dos semanas, cuando los parientes de su esposo trataron de golpearla por primera vez.

Dolor y tensión

La tensión era palpable ayer durante el entierro. Los comentarios en contra de Ionela eran constantes. Los familiares del fallecido la señalan por incitar a Marian para que se lanzara hace cuatro meses a la aventura de buscar un futuro mejor en España. El trágico final ha desencadenado ahora acusaciones de “madre irresponsable”, como indicaron parientes del difunto rumano.

Pero en el funeral no sólo hubo comentarios contra la viuda. Entre los cientos de familiares y amigos que acudieron al sepelio, eran muchos los que acusaban de “pasividad” a la policía española.

Ello pese a la rápida respuesta que tuvieron los guardias civiles que custodiaban la Subdelegación del Gobierno de Castellón, cuyo auxilio a Marian evitó que el ciudadano rumano falleciera abrasado allí mismo. Las graves quemaduras sí segaron su vida dos semanas después en el Hospital La Fe.

Marian tampoco pudo tener, ni siquiera, un funeral similar al del resto de sus compatriotas. Debido a su condición de suicida, la ceremonia se celebró en una capilla subterránea del cementerio, y no en la tradicional iglesia. Así lo fija la religión cristiana – ortodoxa.

Más de dos horas

El entierro se prolongó durante unas dos horas. Como marca la tradición en Rumanía, el féretro partió del hogar de los Mitrita, en la paupérrima barriada de Prepeleac. La comitiva fúnebre, integrada por cientos de personas, realizó hasta una docena de paradas antes de llegar al cementerio. En cada una de ellas, los asistentes al funeral rezaban por el alma de Marian.

Durante el entierro, muchos de los asistentes lanzaban lamentos hacia el cielo y contemplaban fotos de su desaparecido convecino.

El sepelio transcurrió por buena parte del barrio de Prepeleac. Sus calles demuestran la miseria que hace cuatro meses intentó dejar atrás Marian. Caminos embarrados y sin asfaltar, casas desvencijadas y basuras en todas las esquinas en una zona ocupada por unas 750 familias gitanas que malviven mediante trabajos en el mercado negro.

Miles de inmigrantes a Castellón

Junto a él, miles de vecinos de Targoviste han emigrado en los últimos tiempos a Castellón. Para la mayoría fue la única salida si no querían verse abocados a la miseria, tras perder sus puestos de trabajo al quebrar la industria local de aceros especiales.

Tras el funeral celebrado en la capilla subterránea del cementerio municipal de Targoviste, los restos mortales de Marian fueron conducidos a la tumba. Su cuerpo descansa ya junto al de su padre.

Mientras, Ionela y sus dos hijos siguieron su duelo en el silencio del centro de acogida, custodiado por los propios vigilantes privados de las instalaciones públicas. La portavoz de la policía del municipio rumano también indicó que la viuda de Marian ha pedido al Estado una subvención y una vivienda en la que poder residir junto a sus hijos.

Pagado por la Administración

Tras la muerte de Marian el 19 de septiembre, el cuerpo del ciudadano rumano estuvo una semana en una cámara frigorífica del Instituto de Medicina Legal de Valencia. Ese fue el tiempo que tardó el Gobierno del distrito de Dambovita –cuya capital es Targoviste– en pagar los 4.200 euros necesarios para repatriar el cadáver.

Su vida comenzó a apagarse el 4 de septiembre, cuando la piedra del mechero de Marian lanzó la chispa que incendió su cuerpo impregnado de gasolina. Su hija aseguró que sólo quería llamar la atención, no quitarse la vida.

Pero, ante la atónita mirada de los guardias civiles que lo hicieron rodar por el suelo, el fuego envolvió rápidamente al ciudadano rumano. La chabola en la que Marian vivía en Targoviste, en la llamada “calle de las frutas”, quedó ayer en silencio cuando su ataúd salió de casa a hombros de sus allegados.

acheca@lasprovincias.es

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