Barro que llena el vacío dejado por la migración

El Universal, Juan Solís, 06-10-2007

jsolis@eluniversal.com.mx

MONTERREY, NL.— Son 2 mil 501 fantasmas de barro que rondan Monterrey, cada uno abandonó el pequeño poblado de Teococuilco de Marcos Pérez, en la Sierra Norte de Oaxaca, para narrar la historia de otros 2 mil 501 hombres, éstos de carne y hueso, que en su búsqueda de una mejor vida dejaron tras de sí un pueblo tan fantasmal como ellos.

Se trata del Proyecto Migrantes de Alejandro Santiago, una mega instalación de miles de esculturas de barro de diversos tamaños, que ocupan una colina en el Parque Fundidora… Rostros demacrados o alegres, seres que muestran a los cuatro vientos la plenitud de sus genitales o que ocultan en rebozos lo que el tiempo se llevó, niños, mujeres embarazadas, ancianos. Todos distintos y únicos. Todos de pie, migrando sin moverse, gritando en silencio.

La obra lleva por nombre 2501 migrantes y fue trabajada por el artista oaxaqueño, a lo largo de 10 años (tanto en su diseño conceptual como material), y es una de las atracciones principales del Fórum Mundial de las Culturas Monterrey 2007.

Estos hombres de barro hablan de memorias perdidas y recuperadas, y es que Santiago, como sus figuras, sabe lo que es dejar su lugar origen, pues él también dejó Teococuilco cuando era un niño para ir a estudiar a la ciudad de Oaxaca, primero la educación básica, luego en el Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo y después con Francisco Toledo…

Aquel recorrido lo llevó a participar en exposiciones colectivas antes de cumplir los 20 años, y a que sus pinturas viajaran a Europa, pero puso cada vez más tiempo y distancia entre él y los paisajes de su niñez.

Dos décadas después volvería a su pueblo. Quien dijo que “que veinte años es nada” se equivocó, pues sólo eso bastó para que los paisajes y los amigos de la infancia desaparecieran, para que la pobreza desterrara a casi todos a Estados Unidos y para que Santiago se decidiera repoblar el lugar con sus esculturas, una por cada hombre que se fue para no volver.

Nadie como Alejandro Santiago sabe del esfuerzo que implicó su creación, del periplo que precedió a su materialización.

“Sucede que los pueblos se quedan vacíos por toda la desmembranza humana. Tuve la suerte de sentir el poder que causa un pueblo sin personas. Hay un pueblo que se llama Teococuilco, que como en cualquier pueblo de Oaxaca, de México, la gente tiene que emigrar por circunstancias. Culparía a los gobiernos de no ponerse a trabajar lo suficiente.”

El número de emigrantes no es aleatorio. Alguien le preguntó en una ocasión qué era un emigrante y él, en aras de sentir en carne propia los motivos del que se va, compró un boleto a Tijuana y pasó con un coyote la frontera. “Logré pasar con un pasaporte y una green card seguramente falsos o robados. Fui a San Francisco y en la frontera había 2 mil cruces y 2500 familias; pero siempre habrá uno más. Por eso son 2 mil 501 figuras.”

“Es simbólico —continúa—. La idea es repoblar un pueblo, poner las figuras en las veredas, en el panteón, en la iglesia, en las casas de los emigrantes, en los patios abandonados y hacer un llamado a los artistas e intelectuales para que definan una historia sobre lo que está pasando y quizá pueda haber una propuesta elegante para reactivar una sociedad que ha estado suspendida en ese tiempo.”

Las figuras son de barro. El artista dice que el proceso de creación fue divertido. Muchas piezas se rompieron y otras volvieron a ser construidas. La lluvia también afectó a la materia, no así al ánimo de los 35 jóvenes ceramistas que ayudaron al artista.

Una vez terminado el Fórum, los emigrantes migrarán de nuevo a algún sitio en donde se necesite ser escuchada su silenciosa voz. Su destino final será Teococuilco, ahí permanecerán las 2 mil 501 figuras. Si acaso clonarán 50 para venderlas y recuperar algo de los 8 millones de pesos invertidos en su manufactura, de los cuales el Fórum solventó una parte.

Al artista le interesa mucho su pueblo. Asegura que su obra es un homenaje a esa gente que no logró pasar. Si Rosario Castellanos escribió que “El que se va se lleva su memoria,/ Su modo de ser río, de ser aire,/ De ser adiós y nunca”, Alejandro Santiago agrega que el emigrante “se pone su Guadalupe acá, se pone su tatuaje acá, lleva consigo en el alma todo ese bagaje. Por eso hay razones en cada cuerpo”.

jsolis@eluniversal.com.mx

MONTERREY, NL.— Son 2 mil 501 fantasmas de barro que rondan Monterrey, cada uno abandonó el pequeño poblado de Teococuilco de Marcos Pérez, en la Sierra Norte de Oaxaca, para narrar la historia de otros 2 mil 501 hombres, éstos de carne y hueso, que en su búsqueda de una mejor vida dejaron tras de sí un pueblo tan fantasmal como ellos.

Se trata del Proyecto Migrantes de Alejandro Santiago, una mega instalación de miles de esculturas de barro de diversos tamaños, que ocupan una colina en el Parque Fundidora… Rostros demacrados o alegres, seres que muestran a los cuatro vientos la plenitud de sus genitales o que ocultan en rebozos lo que el tiempo se llevó, niños, mujeres embarazadas, ancianos. Todos distintos y únicos. Todos de pie, migrando sin moverse, gritando en silencio.

La obra lleva por nombre 2501 migrantes y fue trabajada por el artista oaxaqueño, a lo largo de 10 años (tanto en su diseño conceptual como material), y es una de las atracciones principales del Fórum Mundial de las Culturas Monterrey 2007.

Estos hombres de barro hablan de memorias perdidas y recuperadas, y es que Santiago, como sus figuras, sabe lo que es dejar su lugar origen, pues él también dejó Teococuilco cuando era un niño para ir a estudiar a la ciudad de Oaxaca, primero la educación básica, luego en el Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo y después con Francisco Toledo…

Aquel recorrido lo llevó a participar en exposiciones colectivas antes de cumplir los 20 años, y a que sus pinturas viajaran a Europa, pero puso cada vez más tiempo y distancia entre él y los paisajes de su niñez.

Dos décadas después volvería a su pueblo. Quien dijo que “que veinte años es nada” se equivocó, pues sólo eso bastó para que los paisajes y los amigos de la infancia desaparecieran, para que la pobreza desterrara a casi todos a Estados Unidos y para que Santiago se decidiera repoblar el lugar con sus esculturas, una por cada hombre que se fue para no volver.

Nadie como Alejandro Santiago sabe del esfuerzo que implicó su creación, del periplo que precedió a su materialización.

“Sucede que los pueblos se quedan vacíos por toda la desmembranza humana. Tuve la suerte de sentir el poder que causa un pueblo sin personas. Hay un pueblo que se llama Teococuilco, que como en cualquier pueblo de Oaxaca, de México, la gente tiene que emigrar por circunstancias. Culparía a los gobiernos de no ponerse a trabajar lo suficiente.”

El número de emigrantes no es aleatorio. Alguien le preguntó en una ocasión qué era un emigrante y él, en aras de sentir en carne propia los motivos del que se va, compró un boleto a Tijuana y pasó con un coyote la frontera. “Logré pasar con un pasaporte y una green card seguramente falsos o robados. Fui a San Francisco y en la frontera había 2 mil cruces y 2500 familias; pero siempre habrá uno más. Por eso son 2 mil 501 figuras.”

“Es simbólico —continúa—. La idea es repoblar un pueblo, poner las figuras en las veredas, en el panteón, en la iglesia, en las casas de los emigrantes, en los patios abandonados y hacer un llamado a los artistas e intelectuales para que definan una historia sobre lo que está pasando y quizá pueda haber una propuesta elegante para reactivar una sociedad que ha estado suspendida en ese tiempo.”

Las figuras son de barro. El artista dice que el proceso de creación fue divertido. Muchas piezas se rompieron y otras volvieron a ser construidas. La lluvia también afectó a la materia, no así al ánimo de los 35 jóvenes ceramistas que ayudaron al artista.

Una vez terminado el Fórum, los emigrantes migrarán de nuevo a algún sitio en donde se necesite ser escuchada su silenciosa voz. Su destino final será Teococuilco, ahí permanecerán las 2 mil 501 figuras. Si acaso clonarán 50 para venderlas y recuperar algo de los 8 millones de pesos invertidos en su manufactura, de los cuales el Fórum solventó una parte.

Al artista le interesa mucho su pueblo. Asegura que su obra es un homenaje a esa gente que no logró pasar. Si Rosario Castellanos escribió que “El que se va se lleva su memoria,/ Su modo de ser río, de ser aire,/ De ser adiós y nunca”, Alejandro Santiago agrega que el emigrante “se pone su Guadalupe acá, se pone su tatuaje acá, lleva consigo en el alma todo ese bagaje. Por eso hay razones en cada cuerpo”.

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