EL caso del velo de la niña Shaima, hija de inmigrantes marroquíes escolarizada en un colegio de Gerona, es un hecho más o menos aislado porque muchas niñas cuyos padres profesan la religión musulmana acuden a la escuela tocadas con el hiyab. Como, dicen las autoridades educativas, se trata de un caso único, se impone, primero cumplir con el derecho a la escolarización que tiene la niña, y luego actuar con criterios de «flexibilidad, tolerancia y atención a situaciones concretas».
¿Valdrían estos principios en el caso de que se produjera un desafío generalizado de padres musulmanes imponiendo a sus hijas que acudieran al colegio con el pañuelo musulmán? En ese caso la medida tendrían que ser otras cuando se trata de que la religión no interfiera en la escuela laica. Desde un punto de vista positivo puede señalarse que si la polémica sobre la presencia de hiyab en las escuelas es un asunto que se produce de forma esporádica es porque se ha producido un fenómeno de integración de los inmigrantes marroquíes de forma mayoritaria.

En este como en tantos otros asuntos intrínsecos a la inmigración, el debate último es el que hace referencia a la integración y sus características, y al cumplimiento de los preceptos constitucionales que afectan a toda persona que vive en neutro país y en la que los derechos de igualdad, pero también el de no discriminación por razón de religión son fundamentales.

La actitud abierta por parte de la sociedad española en la acogida de la inmigración debe ser correspondida con un compromiso con el país de acogida. El debate sobre los velos en la escuela es preferible que se siga resolviendo como hasta ahora mediante el dialogo y la negociación y en menor medida con unas normas legales que pueden provocar el encono de una situación que, de momento, está controlada.

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