Podía haber pasado de puntillas por la polémica de mayor calado cultural de los últimos meses, pero decidió mojarse. Y de qué manera. Rajoy puso pie en Barcelona y arremetió contra la Generalitat por ceder a la presión del padre de Salma para que su hija acuda tocada con el pañuelo islámico a la escuela pública. El presidente del PP calificó la actuación del progenitor de la niña de «chantaje» a las instituciones y la del Gobierno autonómico, de «error».

«Lo que se ha producido», declaró, «es un chantaje por parte de una persona a unas normas ya aprobadas». «Creo que la Generalitat se equivocó y que había que aceptar lo que dijeran los profesores y los padres del colegio».

Pero Rajoy puso buen cuidado en trascender el caso concreto y entrar en el debate de fondo al reclamar a los inmigrantes su plena integración en la civilización occidental que representa la sociedad española. Así, valoró de manera negativa el incidente en tanto que representa un «precedente muy peligroso» de cara al futuro. «No me vale», dijo en este sentido, «lo que algunos han dicho de que lo prioritario es el derecho de Educación, porque en España es obligatoria y gratuita. Y todas las personas que son bien recibidas en España y que son de otros países tienen la obligación de acatar nuestra Constitución».

«Sinceramente», insistió, «creo que es un gran error lo que ha hecho la Generalitat y puede crear un precedente muy peligroso. Aquí todos somos iguales, en derechos, oportunidades, deberes y obligaciones».