«El escritor también se dedica a interpretar a las personas»

El Mundo, LUIS ALEMANY, 01-10-2007

Hanif Kureishi reconoce en Segovia que sintió rabia cuando Al Qaeda le robó el argumento de una novela SEGOVIA. – El novelista anglopaquistaní Hanif Kureishi, su mujer y sus hijos pasaron parte del último verano en el lago Garda, un rincón de los Alpes italianos de paisajes conmovedores habitados por unos pocos europeos amables, cultos, anclados en el siglo XX y unánimemente blancos. «Bueno, es verdad, en Segovia tampoco se ven muchos negros ni asiáticos. Hay latinoamericanos, ya me he dado cuenta, pero no es exactamente lo mismo. Esa es una forma de vivir que ha quedado atrás en la Historia, en vías de extinción. No sé si hay que sentir melancolía o alegría por ello, es un hecho, simplemente».


Kureishi se lo cuenta a EL MUNDO unas horas antes de participar en el Hay Festival de la ciudad castellana en un diálogo con el escritor argentino Rodrigo Fresán. «Está bien esto del festival. Conoces gente, ves a otros escritores, a tus editores, a los lectores… Con un poco de suerte, te encuentras con historias. Estar aquí, además, es estupendo; ojalá hubiera podido venir a una ciudad como Segovia cuando vivía encerrado en un suburbio de Londres a los 15 años».


El caso es que la muy apacible y muy blanca Segovia ha recibido a Kureishi en una cita en la que los escritores dedican más tiempo a hablar de los problemas del mundo que de su literatura. Y más, si el protagonista es propietario de una identidad tan mestiza y tan siglo XXI como la del autor londinense. «¿Sí? Vaya, pues yo no tengo demasiado interés en hablar de política. Lo hago mejor si hablo de mi trabajo».


Detrás de esa observación casi casual está una clave para entender al Kureishi de 2007, que ya no es el chico de barrio con unas ganas furiosas de descubrir el mundo. Ya no es el Karim adolescente que viajaba de las afueras al centro de Londres para encontrarse con el punk, el sexo, el teatro y el amor en El Buda de los suburbios. A simple vista, Kureishi se parece más al hombre de edad media, atractivo aún, algo fatigado e introspectivo que hace memoria en Mi oído en su corazón, o al que sucumbe al desencanto en Intimidad.


¿Pruebas? «No he leído mucho en los últimos 10 años. No mucha narrativa, al menos. Tengo tres hijos, y no dejan demasiado tiempo. Además, me he dedicado mucho a la teoría del psicoanálisis y a leer a Freud. De alguna manera, los escritores también nos dedicamos a interpretar a las personas…».


Por ese camino hacia las profundidades, el mundo gana a un escritor más hondo, pero pierde a un obsevador rabiosamente lúcido de la vida. Tanto es (era) así, que su novela El álbum negro parece una crónica de los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres. En su última escena, el protagonista corre en busca de su amante en medio del caos desatado por unos universitarios musulmanes que han atentado contra las principales estaciones de tren de Londres. La particularidad está en que El álbum negro es de 1995.


¿Cómo se sintió el autor cuando vio que Al Qaeda le copiaba el argumento? «Tuve rabia. Llevo hablando del choque con el mundo musulmán desde los años 80, cuando pasé una temporada en Pakistán. Pero el mundo occidental estaba demasiado preocupado por el comunismo».


Por si estamos a tiempo: el Hay Festival, que ayer cerró su segunda edición segoviana, anuncia una nueva cita en primavera, en Granada y con un lema: el diálogo con las letras árabes.

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