La ciudadanía, ¿un derecho o un privilegio?

Deia, Peio M. Aierbe, 26-09-2007

para el señor J. Gabriel de Mariscal, en un artículo de opinión publicado en DEIA el 24 de septiembre, es una grave irresponsabilidad la propuesta de SOS Racismo de “otorgar el voto al inmigrante”. Trataré de mostrarle lo contrario, así como llamar la atención sobre algunas de las cuestiones de su línea argumental que me parecen particularmente preocupantes.

De salida, es cuestionable presentar a las personas inmigrantes como “huéspedes”. Estas personas han venido aquí siguiendo el camino trazado anteriormente por muchas otras, a buscar un espacio donde vivir y trabajar. Y lo hacen, no sólo “por decisión propia y sin ser llamados” como dice el Sr. Mariscal, sino que influye decisivamente en esa decisión las consecuencias que en sus tierras dejaron varios siglos de colonización, y la necesidad que actualmente tiene nuestra sociedad de contar con ellas, como mano de obra para mantener nuestra prosperidad.

Y esto, mal que le pese al Sr. Mariscal, empeñado en inventarse una sociedad que no existe, es la forma habitual de configurarse las sociedades modernas que hoy conocemos. Y el ejemplo lo podemos buscar en nuestra propia casa, aquí, en Euskadi. Uno, que no es precisamente jovencito, conoció, en los años sesenta, la llegada de miles de personas de otras partes del Estado español a nuestros pueblos, en cantidades mucho mayores de las que ahora registramos. Y en aquella época también tuvimos que enfrentarnos a quienes las veían como un peligro para la cultura vasca, el euskera, nuestras costumbres. De esa época es la afirmación que, posteriormente, adquiriría carta de naturaleza de que “vasco es quien vive y trabaja en Euskadi”, alejándonos de quienes pretendían dar esa categoría en función del lugar de nacimiento, de los apellidos o de cualquier otro rasgo de esas personas. Se consiguió que los epítetos maketo y belarrimotza desaparecieran del trato habitual. Pero hubo que currárselo. Su forma de abordar el problema, Sr. Mariscal, me recuerda mucho, por desgracia, a aquella época.

La Euskadi actual se ha levantado a partir de quienes hemos nacido aquí y de quienes han venido de fuera. La Euskadi del futuro seguirá esas mismas pautas y la levantarán, conjuntamente, quienes hoy la conformamos y quienes vienen incorporándose en los últimos años y seguirán haciéndolo en los próximos. Aunque para ello habrá que vencer la resistencia de quienes se empeñan en que existan ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda, negando los derechos de ciudadanía a quienes viven y trabajan en nuestra sociedad, contribuyen a su desarrollo, pero a quienes se les niega a participar en la elección de sus representantes políticos. Señor Mariscal, eso sí que es “una grave irresponsabilidad”.

Igualmente falaz me parece su afirmación de que “los musulmanes no pueden coincidir de ningún modo con principios fundamentales de nuestra vida cultural, social y política … y no pueden integrarse de ninguna manera en nuestros sistemas…”. Sepa el Sr. Mariscal que en la Unión Europea son millones las personas de adscripción musulmana, ciudadanas europeas, que asumen los principios fundamentales de ciudadanía de nuestra vida cultural, social y política. Es significativa la identificación que el Sr. Mariscal hace del islam como una religión propia de inmigrantes y no como una de las tradiciones religiosas hoy asentadas en la UE.

En fin, qué decir sobre el hecho de traer a colación, en este debate sobre el derecho al voto, la existencia de inmigrantes que delinquen. Sólo cabe explicarlo desde la intencionalidad de mezclar las cosas y conectar con las dinámicas xenófobas existentes en nuestra sociedad que relacionan la inmigración con la delincuencia. El estado de derecho tiene toda una estructura legislativa, policial y judicial para afrontar los problemas de delincuencia. Y quien delinque, sobre todo si no es autóctono, se enfrenta a la misma.

Si al Sr. Mariscal le parece una grave irresponsabilidad la posición de SOS Racismo, o un acto desleal la declaración institucional del Ayuntamiento de Donostia en ese mismo sentido, le va a dar algo cuando sepa que esa posición es también mantenida por el Parlamento Europeo, por numerosísimas asociaciones y movimientos ciudadanos, por miles de intelectuales y profesionales, e incluso por franjas mayoritarias de la opinión pública española, como vienen mostrándolo repetidamente las encuestas. Esperemos que esa corriente de opinión cale y permita que nuestras sociedades actuales se construyan, como en el pasado, con la aportación de quienes forman parte de las mismas, sea cual sea su fecha de llegada. Y que el acceso de las personas a los derechos que como tal les corresponde sean reconocidos como tales y no como privilegios.

  • Es miembro de SOS Racismo
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