A España en cayuco, con o sin anuncio

ABC, 23-09-2007

POR ÁLVARO PÉREZ

MADRID. Cerca del 80 por ciento de las embarcaciones ilegales que llegan a España proceden de Senegal. Esta significativa cifra le ha parecido al Gobierno razón suficiente para invertir un millón de euros en una campaña publicitaria que incluye anuncios en los medios de comunicación y acciones conjuntas con ONG y líderes de opinión del país africano.

La campaña televisiva es la más llamativa de todas. En ella se narran casos reales de tres personas – una madre, un jubilado y un joven – con un nexo en común: los tres han perdido a un ser querido a causa de la inmigración ilegal. Mientras los protagonistas explican sus sentimientos – «mi única esperanza era mi hijo», «ahora no puedo continuar», «no lo puedo soportar» – , se intercalan imágenes de inmigrantes fallecidos entre las rocas o recogidos muertos por agentes españoles.

Los anuncios acaban con unas palabras de Youssou N´Dour, popular cantante senegalés ganador de un premio Emmy y que goza de gran prestigio entre los jóvenes. Es precisamente a ellos a los que les pide que no arriegen su vida «para nada», al mismo tiempo que les recuerda que son «el futuro de África».

Sin embargo, no todos los senegales que han llegado a España confían en la campaña. Abdoulaye, uno de ellos, lleva en España cuatro años. Llegó a la Península en patera y «después de estar en otras dos o tres ciudades» vino a Madrid. Entiende que jugarse la vida en el viaje «valió la pena», ya que ahora «mi familia puede comer con el dinero que les mando».

Su amigo Chie, en cambio, cree que están bien ese tipo de campañas porque «si hubiese sabido lo que iba a sufrir, no hubiese venido», como explica con el poco español que habla. Chie considera que «para que Senegal avance hay que trabaja allí, y no fuera». Abdoulaye le replica que «en África no hay casi nada en lo que trabajar». Comienzan a discutir la cuestión en su lengua y retoman el castellano para mostrar que coinciden en algo: una campaña publicitaria no va a solucionar el problema.

Salif, otro inmigrante de origen senegalés, se emociona al recordar su viaje a España: «Estuve tres días sin comer ni beber, con otras 25 personas en una patera». Comenta que las autoridades les recogieron en la playa y después de pasar por un par de centros de acogida, acabó vagabundeando por las calles hasta llegar a Madrid, en donde vivía un familiar suyo. Así que, después de pasarlo tan mal, y aunque no tiene papeles, al fin logró encontrar una vivienda fija «con otros ocho senegaleses» y un trabajo para poder sobrevivir. Por eso duda cuando reflexiona sobre el nuevo plan del Gobierno. «Está bien que avisen del peligro – explica – , pero hay veces que hay que hacer cosas así por una vida mejor. Yo lo hubiese vuelto a hacer con o sin anuncio».

Las historias que cuenta la campaña le resultan familiares, y el mensaje de futuro en África es «un sueño imposible por ahora». Le gustaría que no tuviese que morir «tanta gente» por los viajes en cayuco. Por eso, la idea de que «contraten en Senegal y la gente se venga con papeles a España sería muy buena», aunque se muestra escéptico al respecto «porque hay demasiados que quieren venir».

La UE, pionera

El Gobierno, por su parte, espera que los millares de camisetas, pegatinas y gorras que repartirán, unidos a la campaña en prensa, radio y televisión, ayuden a concienciar a toda la población senegalesa. Además, pretende ampliar el proyecto a otros países de la misma zona.

Eso sí, la idea del Gobierno español no es la primera de este tipo. Así, el inicio de la campaña en Senegal ha coincidido en el tiempo con la clausura de otra similar financiada por la Unión Europea y coordinada por la Organización para las Migraciones Internacionales (OIM), que ha tratado durante meses de disuadir a los jóvenes africanos de emprender un arriesgado, incierto e ilegal viaje a Europa.

La efectividad de esta campaña publicitaria, como la de cualquier otra, es difícil de medir. Pero, en este caso, si logra disuadir a una sola persona y con ello salvar su vida, «valdrá le pena», como afirma Chie.

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