Las dos orillas del Río Grande (II)

El Periodico, JOAN CAÑETE BAYLE, 23-09-2007

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mayor presencia de basura en el lado mexicano. ¿El idioma? Los mismos: español e inglés. ¿La publicidad? La misma, en español. ¿La radio que suena en los mercados? Mexicana. ¿La ropa que se vende? Chándales de la selección mexicana y falsificaciones de las camisetas de los equipos de la NBA. ¿La música? Los narcocorridos.
Eso sí, en Ciudad Juárez el salario mínimo es de 3,5 euros al día. En EEUU, de 7 euros la hora.

Traidor
“Hay algunos ilegales que me han llamado traidor cuando los he apresado. Yo tengo familia en México, pero ya no tengo ningún vínculo con ese país. Para mí es un orgullo servir a mi patria, EEUU”. El agente de la policía de fronteras Martín Hernández no exagera ni un ápice: se le ve orgulloso mientras explica cómo él y sus colegas – – la gran mayoría, de origen mexicano – – juegan al gato y al ratón con los centenares de personas – – la gran mayoría, mexicanos – – que a diario tratan de entrar ilegalmente en el país o de traficar con droga.
Según Hernández, cruzar la frontera con la mafia cuesta unos mil euros si el objetivo es quedarse en El Paso. Si el paquete incluye transporte hasta otras ciudades, como Nueva York, la tarifa puede subir hasta 2.800 y 3.500 euros. El márketing de las mafias es muy sofisticado: ofrecen tres intentos por el mismo precio en caso de que la carrera entre el Coyote y el Correcaminos acabe mal para el inmigrante. Para entrar personas o mercancías ilegales hay que vadear el río, saltar tres vallas, cruzar un canal de hasta 11 metros de profundidad y esquivar el dispositivo tecnológico fronterizo.
No hay un perfil del que lo deja todo para entrar ilegalmente en EEUU: “Familias, jóvenes… Hemos visto hasta a abuelos”, describe Hernández. Lo peor que le puede ocurrir a alguien arrestado es que lo devuelvan a México con la prohibición de entrar a EEUU. No es demasiado castigo, la mayoría ya son reincidentes. Los 52.000 visados de emigrantes permanentes que emite al año el consulado de EEUU en Ciudad Juárez, según datos de Dogu, parecen insuficientes para quienes ven la frontera como un muro tras el que les espera el futuro.
Pero no hay muro, ni patrulleros, ni cámaras, ni sensores que detengan, por ejemplo, a los mosquitos que transmiten enfermedades. “EEUU fumiga en México, con la autorización mexicana”, explica De la Rosa como ejemplo de que los muros son ineficaces y que la cooperación y el desarrollo económico son el camino a seguir. En asuntos de salud, por ejemplo. Uno de los prejuicios de los estadounidenses contra la inmigración ilegal es que los sin papeles traen enfermedades. “Es cierto, malaria, en el caso de emigrantes centroamericanos, y tuberculosis”, explica la doctora Marta Cruz, del Centro de Ciencias de la Salud de El Paso, y especializada en enfermedades relacionadas con la emigración. “Pero el problema no es que sean ilegales (los legales también pueden estar enfermos) ni que sean emigrantes. El problema es que son enfermedades que el sistema sanitario de EEUU no está preparado para detectar”. Los contagios tienen un doble sentido: de EEUU muchos mexicanos llevan a su país el sida, que en la zona fronteriza se contagia sobre todo por relaciones heterosexuales.

Cita con el dentista
James Cleveland y Ursula Taylor hacen cola a las ocho de la mañana en la plaza de Santa Jacinta de El Paso. Forman parte de un grupo de una veintena de personas que llaman la atención entre tanto hispano: todos son estadounidenses blancos, muchos venidos de Tejas. Aguardan el autobús, gratuito, de la Clínica Dental Washington, de Ciudad Juárez, donde van a arreglarse la boca. Es comprensible: las fundas de porcelana que en Tejas cuestan 1.100 euros, en México salen por 248. “Mi seguro no cubre el dentista”, se explica Taylor.
Si se les pregunta, todos coinciden en que EEUU “es el mejor país del mundo”, a pesar de que van a México para acudir al dentista o comprar barato medicinas como antibióticos. En el sentido inverso, los mexicanos acuden a El Paso en busca de tratamientos para enfermedades como el cáncer o para dar a luz. Si lo consiguen, el bebé es estadounidense. “Tenemos muchos partos en la terminal”, afirma la agente de aduanas Avitia.
Cerca de donde trabaja ella, a orillas del río, hay un rincón en el que la frontera entre México y EEUU está marcada tan solo por un sendero de piedras. ¡Qué tentación, poner un pie en cada lado del mapa, y soñar con ser ubicuo!

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