El presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, y su segundo, José Manuel Soria, creen estar de enhorabuena. Debe ser una gran noticia que Nicolás Castellano, el periodista de la cadena SER que tantas camisas y mochilas se ha dejado en decenas de caminos africanos, se marche para no incomodarles más tantas mañanas, para que puedan deglutir mucha de la baba que les rodea, sin que una voz discordante les corte la digestión. No caen en la cuenta que Nico ahora estará al frente de un altavoz mayor, que toda España se enterará de sus frecuentes, lamentables, desafortunadas e insultantes frases cada vez que muere un inmigrante, cada vez que llega a nuestras costas un cayuco lleno de héroes que han burlado a la muerte.

Esta tierra necesita muchos Nicolás Catellano, pero, por una vez, la marcha de alguien honesto, íntegro, serio y comprometido con la causa que apesta a la mayoría de nuestra clase dirigente se convierte, paradójicamente, en una buena noticia, de esas que jamás son titulares. Nico es el hombre con cara de niño que se llevó a Carles Francino a Dakar, porque sabía que la inmigración no puede contarse sólo a través de las imágenes que nos entran impúdicamente a diario en casa, en cada almuerzo. Es el joven orgulloso que puso nombre a las frías cifras de la Delegación del Gobierno, que habló con Omar Hasson, el superviviente de la última tragedia y que nos contó las barbaridades cometidas aquí con Bakary Koné, el joven sin una pierna, repatriado y abandonado entre Mauritania y Senegal, cuando era natural de Costa de Marfil.

Se ha subido a las patrulleras, ha hablado en wolof, francés, inglés y portuñol, sus brazos han dado calor a negros, árabes y blancos. Ha acariciado a las víctimas y se ha contenido de pegar a los verdugos. Ha estado con los rescatadores de la Guardia Civil, Salvamento, Helimer, con los Erie de Cruz Roja, con los monitores de Nuevo Mundo a los que sí les importan los menores. Y, ojo, lee, estudia y se informa. Su fichaje por al SER en Madrid indica que estaba haciendo lo correcto y su suerte también será la nuestra.