LA ENTREVISTA CON MARGARET GIBSON, ESPECIALISTA EN LA EDUCACIÓN DE NIÑOS INMIGRANTES

Margaret Gibson: "Sin quererlo, la escuela crea guetos"

El Periodico, ANTONIO BAQUERO, 19-09-2007

En esta vuelta al colegio, muchos profesores han constatado al pasar lista la presencia de niños recién aterrizados de Ecuador, Rumanía o Marruecos. La estadounidense Margaret Gibson (Virginia, 1941), que ha pasado por Barcelona para participar en el segundo Congreso Internacional de Etnografía y Educación organizado por el grupo de estudio Emigra de la Universitat Autònoma de Barcelona, es una de las mayores especialistas mundiales de la educación de inmigrantes. Actualmente, codirige con la investigadora Silvia Carrasco una investigación conjunta sobre la integración de niños marroquís en Catalunya y de niños mexicanos en California.

– – Los estadounidenses llevan siglos recibiendo a inmigrantes y a sus hijos. ¿Siempre han sido percibidos como un problema?
– – Hace un siglo, cuando la mayoría de inmigrantes que llegaban a EEUU venían del sur y de la Europa del Este, los estadounidenses ya pensaban que esos inmigrantes, pertenecientes a culturas que ellos creían inferiores, iban a ser la ruina del país. Ahora, tenemos esta nueva ola de inmigrantes de Latinoamérica, Asia y el Caribe y, a diferencia de entonces, no tenemos una revolución industrial en marcha que requiera mucha mano de obra, sino que lo que está en marcha es la globalización.

– – ¿Qué efectos tiene eso en la educación?
– – Que nuestras escuelas hagan algo que nunca habían hecho y que es que en una generación las familias sin nivel educativo tengan hijos que alcancen un nivel de preparación alto para ocupar los puestos de trabajo especializados que necesita nuestra economía. Ese es un tránsito para el que en EEUU solía hacer falta tres generaciones.

– – ¿Qué percepción tiene la sociedad de los alumnos inmigrantes?
– – Igual que en España, también se les percibe como un problema. Globalmente se tiene la impresión de que los chicos no quieren estudiar, de que sus familias no les apoyan para que estudien y de que los profesores no hacen bien su trabajo.

– – ¿Son correctas esas impresiones?
– – Para empezar, esas familias sí quieren que sus hijos estudien. Yo he investigado a hijos de inmigrantes que recogen fresas en los campos de California y le aseguro que esos padres no quieren eso para sus hijos. Además, se tiene la idea de que los profesores no hacen bien su trabajo con esos alumnos inmigrantes. Y eso es injusto. El problema es que pedimos a los profesores que hagan algo que es casi imposible de hacer si no se recibe el apoyo y la formación necesaria.

– – Entonces, ¿qué ocurre?
– – Para mí, la cuestión que hay que plantear es por qué nuestras escuelas no consiguen enseñar mejor a esos niños. Quizá el problema es que las escuelas no están preparadas para enseñar a estos niños. Para empezar, necesitan la misma calidad de recursos y de profesores que las escuelas de la clase media. El problema real es que, si eres el hijo de una familia pobre e inmigrante, lo más probable es que acabes en una escuela de un barrio suburbial. En EEUU, el 45% de los niños inmigrantes van a esas escuelas, que no tienen buenos profesores, ya que estos prefieren los colegios de los barrios residenciales. Pero también la escuela necesita saber qué son esos niños inmigrantes a los que tratan de educar. Y es muy habitual encontrar profesores que no saben nada de las culturas de origen de esos niños.

– – En sus estudios, usted subraya el efecto negativo de las bajas expectativas que muchos profesores tienen sobre los alumnos inmigrantes.
– – Este verano di clases a estudiantes de magisterio. Siete de mis alumnos eran latinos. Y los siete me explicaron cómo sus tutores les disuadían de ir a las clases avanzadas, a las que van los alumnos con mejor nivel. Ellos y sus padres tuvieron que presionar a los profesores para demostrarles que podían estar en esas clases, ya que la idea preconcebida era que no iban a ser capaces de aguantar el nivel y que no estaban interesados en la universidad. Si vas a un instituto donde la percepción es que a ti la universidad no te interesa, tú no vas a acabar capacitado para ir a la universidad.

– – ¿Se sienten esos niños parte de la escuela?
– – Yo he investigado mucho el sentimiento de pertenencia. Por una parte, nuestras escuelas intentan dar la bienvenida a los recién llegados, pero por otra parte lo que hacen es crear guetos con ellos. Y lo mismo ocurre aquí en España con todas esas clases de refuerzo. Yo no me opongo a que los niños reciban clases de refuerzo para aprender español o catalán. Pero no puede ser que todo lo hagan a parte del resto de alumnos. Así nunca se sienten parte de la escuela.

– – Siempre se dice que los niños inmigrantes prefieren estar juntos y no mezclarse con los otros.
– – No creo que esos grupos sean siempre malos. Los alumnos catalanes van siempre con alumnos catalanes y nadie se lo recrimina. ¿Por qué los alumnos catalanes no se mezclan con los alumnos marroquís? Obviamente, necesitamos que esos chicos se sientan tan cómodos comiendo con sus amigos marroquís como jugando con sus amigos catalanes.

– – ¿Qué debe hacer la escuela?
– – La escuela tiene la responsabilidad de estructurar las relaciones entre los niños en un sentido productivo e integrador. Se debe intentar crear un sentimiento de comunidad. Una de las escuelas que estudié estaba formada por una mitad de alumnos blancos y una mitad de alumnos latinos. En realidad era como una escuela dentro de la escuela. Los latinos estaban con los latinos, los blancos con los blancos. Los alumnos blancos querían aprender español pero no lo hablaban con los alumnos latinos. Los alumnos latinos querían aprender inglés pero no lo hablaban con los alumnos blancos.

– – ¿Cuál es la presencia de alumnos inmigrantes en la escuela estadounidense?
– – En EEUU, el 20% de los estudiantes tiene un progenitor inmigrante. En California, ese porcentaje llega al 45%. Uno de cada 10 estudiantes en los EEUU es lo que llamamos english learner, es decir, que necesita aprender inglés. En California, es uno de cada tres. Eso supone que los profesores necesitan una formación muy especial en materias como el modo de enseñar inglés a niños para los que este idioma es su segunda lengua. Además, necesitan más formación en la diversidad.

– – En sus estudios usted apuesta por un enfoque distinto
– – En EEUU creíamos que para salir adelante los inmigrantes tenían que asimilarse. Las nuevas investigaciones demuestran que los hijos de inmigrantes que van mejor en la escuela son aquellos que permanecen muy apegados a su cultura de origen mientras se adaptan, conocen y adquieren competencias de la cultura dominante. Es lo que yo he llamado como aculturación aditiva. No es que reemplacen el español por el inglés, sino que suman el inglés al español que es su lengua de origen, lo que les convierte en bilingües. La escuela debe apoyar una política de aculturación aditiva.

– – ¿Por qué los niños que permanecen más unidos a su tradición tienen más éxito?
– – Porque, mientras adopta las capacidades para moverse en la sociedad de acogida, los niños necesitan del apoyo y del reconocimiento de su familia y de su comunidad. Si te asimilas completamente te estás apartando de tu familia. Te conviertes en un extraño para los tuyos y la mayoría de las veces tampoco eres totalmente aceptado en la sociedad de acogida. Así que acabas en medio de ninguna parte.

– – La suya es una visión poco habitual.
– – De hecho, muchos educadores creen que la mejor manera de ayudar a esos niños es apoyarles para que se asimilen lo antes posible. El problema es que en ese proceso de asimilación a la cultura estadounidense los niños se convierten en extraños para sus propios padres. He visto casos de niños que apenas pueden hablar la lengua de sus padres porque se les ha dicho que el inglés es la lengua importante, con lo que han olvidado el español.

– – ¿Qué hay que hacer entonces?
– – Creo que tenemos que enseñar la diversidad como una ventaja y mostrar a los niños que pueden ganar capacidades de nuestra culturas sin tener que abandonar la suya. La escuela debe abordar la diversidad como un recurso, como una riqueza construida sobre los conocimientos que traen esos niños recién llegados, como sus lenguas de origen. Los niños no deben sentir que tienen que elegir entre una identidad u otra.

– – Eso suena muy bien, pero dígaselo a un profesor con una clase llena de niños de culturas distintas.
– – Pues lo digo desde un punto de vista absolutamente pragmático. En este mundo global en el que vivimos, todo el mundo necesita capacidades en múltiples lenguas y culturas. En esta sociedad global, aquel que pueda manejarse en varios idiomas juega con ventaja. ¿Cómo puede ser que EEUU, donde vive una muy numerosa comunidad árabe, no disponga apenas de traductores de ese idioma? Esto se debe a que nunca se dio valor al acerbo cultural de esas familias. En EEUU, nos parece muy bien que un estudiante estadounidense blanco hable español. Sin embargo, nunca damos valor a que un alumno inmigrante conserve su lengua de origen. Y dudo que en España se apoye a que los niños conserven su árabe, rumano o aimara.

– – ¿Qué le diría a los profesores?
– – Profesor, el hecho de que tengas una clase llena de niños que conocen otros idiomas distintos es una riqueza desde la que construir la enseñanza. Al entrar en el aula, muchos profesores piensan: “Mira qué clase tengo: llena de gente de fuera. Tengo que enseñar a todos estos niños. Muchos ni siquiera hablan bien mi idioma y no sé nada de ellos ni de sus culturas‡”. Hay que decir a los profesores que lo que deben pensar es: “Uau, qué clase con más riqueza cultural, con más posibilidades‡”. Yo sé que no es fácil de hacer. Además, no es cuestión de voluntad. Los profesores necesitan apoyo y formación para ello.

– – Denos más consejos, por favor.
– – Es importante que a los niños inmigrantes se les haga saber que pueden tener éxito en la escuela y que por ser recién llegados no son menos inteligentes que el resto. Es importante también qué se les explique cómo funciona la escuela y qué hay que hacer para tener éxito. Hay que ayudarles a entrar en este nuevo mundo sin meterlos en clases aparte. Además, la diversidad y la inmigración deben ser discutida en las clases, con los alumnos.

– – ¿Hay algún problema de base?
– – Sí. Yo creo que, por desgracia, aunque no lo pretendamos, damos a los niños hijos de inmigrantes el mensaje de que algo malo pasa con su identidad, de que ser lo que son es ya de por sí un problema, una deficiencia. Nos guste o no, en nuestras sociedades ser visto como un inmigrante es negativo. Y los niños españoles o estadounidenses necesitan saber que esos niños recién llegados no son ignorantes por desconocer la lengua del país de acogida. Esos niños tienen muchos conocimientos y muchos recursos.

– – ¿Cómo se sienten esos niños?
– – Muchos sienten que para ser un verdadero estadounidense hay que ser blanco o que para ser aceptado tienes que hablar un inglés perfecto.

– – ¿Qué problemas ha detectado en España?
– – En España, pocos chicos marroquís llegan a la universidad. Eso significa que a un sector de la sociedad se le está dejando atrás en la preparación universitaria en un momento en que la formación tecnológica es básica. No basta con pensar que si los alumnos marroquís no llegan a la universidad es porque sus familias no quieren y prefieren que trabajen. Algo está fallando y hay que saber por qué la escuela no es capaz de prepararles igual que a los niños españoles o de otros colectivos.

– – ¿Por qué siempre se culpabiliza a los alumnos inmigrantes y a sus familias del fracaso?
– – Por el mito de la meritocracia. En EEUU, tenemos la conciencia de que, al ser la escuela gratuita para todos los niños, si no lo haces bien es por tu culpa. Además, creemos que hay igualdad de oportunidades, con lo que el niño que trabaja más y es más aplicado saca mejores notas. La verdad es que esa igualdad de oportunidades no es real.

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