EL PERISCOPIO MANUEL ALCÁNTARA

Por cuenta ajena

Diario de Navarra,   PDF, 19-09-2007

HAY gentes que no pueden entrar en la guerra de las banderas porque han hecho con ellas manteles. Lo primero es lo primero y antes que nada – ya hablaremos luego de otras cosas – hay que comer. Rumanos y búlgaros, naturalmente “sin papeles”, recogen uvas en La Mancha, donde el crepúsculo, según el poeta Eladio Cabañero, que se tuteaba con la tierra, es como una sandía de corazón quemante y colorado. Parece que duermen dentro de las tinajas de continuo bostezo y ganan 42 euros al día.
También los vendimiadores españoles trabajan fuera. En Francia ganan el doble que aquí, pero eso no es noticia. Viene ocurriendo desde hace mucho tiempo, mientras seguimos hablando de globalización y de Mercado Común y los euros valen lo mismo, aunque no cueste igual ganarlos en un sitio que en otro. Trabajar por cuenta ajena y en patria ajena atenúa mucho el fervor nacionalista. Se conoce que es verdad que se cura viajando, aunque sea preferible hacerlo en primera clase. Por otro lado, se dice que no se es de donde se nace, sino de donde se pace. ¿Cómo hacerle creer a alguien que ha tenido que salir de su nación para ganarse la vida que es un privilegiado por el sólo hecho de haber nacido en ella? Lo fácil es convencerle de que los que no han gozado de esa suerte y han venido al mundo en otro sitio, incluso bastante cercano, son todos unos miserables. Sobre todo a los previamente convencidos.

Es curioso que mientras crecen los mestizajes y se va acercando la “antropogénesis final” se exacerbe la llamada guerra de las banderas. Pienso en estas cosas porque quizá ser viejo sea como ser extranjero y porque nunca he quemado una bandera. Ni siquiera un banderín de córner.

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