“Seis años bajo la ley del miedo"

El Universal, TEXTO J. JAIME HERNÁNDEZ • CORRESONSAL, 12-09-2007

LONG BEACH, California.— Tras los atentados del 11 – S, la comunidad inmigrante acusa los síntomas del hartazgo y de la frustración. Durante seis años, la mayoría de ellos se ha convertido en blanco de sospechas, mientras su lucha por la ciudadanía se sigue estampando en el malecón del rechazo y la incomprensión.

“Ha sido una larga noche de persecución, en la que nuestras familias han sido divididas. En la que se nos ha dicho que podríamos dar incluso cobijo a terroristas”, dijo el sacerdote Luis Ángel Nieto, de la Iglesia de la Sagrada Familia, en la madrugada de ayer, en una vigilia que convocó la presencia de cientos de inmigrantes en el corazón de Long Beach.

La mayoría de los asistentes decidió ir de blanco, con un botón en el que se lee “todos somos uno”. Su presencia en Long Beach, a sólo unos metros del puerto más importante de la costa oeste de Estados Unidos, marcó el inicio de un apretado calendario de actividades que culminarán mañana con marchas, concentraciones y un boicot a nivel nacional.

“Durante seis años, la comunidad inmigrante ha sido la más golpeada. Han vivido bajo la ley del miedo, hostigados por campañas de redadas y deportaciones. Han pagado las consecuencias de una política exterior desastrosa…”, aseguró Giovanni Bizzotto, sacerdote de la congregación de los misioneros de San Carlos Scalabrinians, una orden que durante 120 años ha asistido a refugiados e inmigrantes en más de 30 países.

Reunidas en las calles aledañas al Puerto de Long Beach, decenas de familias participaron en la vigilia y en un coro monumental que hizo suya la letra y la música del que ya es conocido como el himno de los inmigrantes: “He venido desde muy lejos, solamente a trabajar. Vine con mil ilusiones que hoy me quieres arrancar. Ante Dios somos iguales, porque no me ves igual. Para ti son ilegales, para mi son mis papas”.

La vigilia, en el inicio de una campaña de movilizaciones, tuvo un carácter solemne para rendir tributo a las víctimas de los atentados del 11 de septiembre del 2001. Pero, también, para denunciar la sistemática campaña de acoso y hostigamiento contra una comunidad que contribuye cada año con miles de millones de dólares a la economía estadounidense y representa para países como México poco más de 20 mil millones de dólares anuales en remesas.

“Los migrantes mexicanos aportan más a las economías de México y EU que lo que genera el comercio bilateral. Desde la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio (de América del Norte), más de 10 millones de inmigrantes mexicanos han cruzado la frontera y su contribución económica es mayor que la generada por el TLCAN”, dijo Raúl Hinojosa, del Centro de Integración y Desarrollo de América del Norte de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).

“Por eso, tendríamos que aprovechar el 11 de septiembre para reflexionar sobre unos ataques que han marcado un cambio radical de la política exterior que cada vez tiende más al aislamiento de EU y una política interna que sólo ha exacerbado el ultranacionalismo y ha convertido al inmigrante en objeto de sospecha, de rechazo y de mayor explotación”, agregó.

El coro de más de 400 personas, la mayoría de ellos trabajadores indocumentados, se convirtió así la víspera del 11 de septiembre en un lamento y en una salmodia de la comunidad inmigrante.

LONG BEACH, California.— Tras los atentados del 11 – S, la comunidad inmigrante acusa los síntomas del hartazgo y de la frustración. Durante seis años, la mayoría de ellos se ha convertido en blanco de sospechas, mientras su lucha por la ciudadanía se sigue estampando en el malecón del rechazo y la incomprensión.

“Ha sido una larga noche de persecución, en la que nuestras familias han sido divididas. En la que se nos ha dicho que podríamos dar incluso cobijo a terroristas”, dijo el sacerdote Luis Ángel Nieto, de la Iglesia de la Sagrada Familia, en la madrugada de ayer, en una vigilia que convocó la presencia de cientos de inmigrantes en el corazón de Long Beach.

La mayoría de los asistentes decidió ir de blanco, con un botón en el que se lee “todos somos uno”. Su presencia en Long Beach, a sólo unos metros del puerto más importante de la costa oeste de Estados Unidos, marcó el inicio de un apretado calendario de actividades que culminarán mañana con marchas, concentraciones y un boicot a nivel nacional.

“Durante seis años, la comunidad inmigrante ha sido la más golpeada. Han vivido bajo la ley del miedo, hostigados por campañas de redadas y deportaciones. Han pagado las consecuencias de una política exterior desastrosa…”, aseguró Giovanni Bizzotto, sacerdote de la congregación de los misioneros de San Carlos Scalabrinians, una orden que durante 120 años ha asistido a refugiados e inmigrantes en más de 30 países.

Reunidas en las calles aledañas al Puerto de Long Beach, decenas de familias participaron en la vigilia y en un coro monumental que hizo suya la letra y la música del que ya es conocido como el himno de los inmigrantes: “He venido desde muy lejos, solamente a trabajar. Vine con mil ilusiones que hoy me quieres arrancar. Ante Dios somos iguales, porque no me ves igual. Para ti son ilegales, para mi son mis papas”.

La vigilia, en el inicio de una campaña de movilizaciones, tuvo un carácter solemne para rendir tributo a las víctimas de los atentados del 11 de septiembre del 2001. Pero, también, para denunciar la sistemática campaña de acoso y hostigamiento contra una comunidad que contribuye cada año con miles de millones de dólares a la economía estadounidense y representa para países como México poco más de 20 mil millones de dólares anuales en remesas.

“Los migrantes mexicanos aportan más a las economías de México y EU que lo que genera el comercio bilateral. Desde la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio (de América del Norte), más de 10 millones de inmigrantes mexicanos han cruzado la frontera y su contribución económica es mayor que la generada por el TLCAN”, dijo Raúl Hinojosa, del Centro de Integración y Desarrollo de América del Norte de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).

“Por eso, tendríamos que aprovechar el 11 de septiembre para reflexionar sobre unos ataques que han marcado un cambio radical de la política exterior que cada vez tiende más al aislamiento de EU y una política interna que sólo ha exacerbado el ultranacionalismo y ha convertido al inmigrante en objeto de sospecha, de rechazo y de mayor explotación”, agregó.

El coro de más de 400 personas, la mayoría de ellos trabajadores indocumentados, se convirtió así la víspera del 11 de septiembre en un lamento y en una salmodia de la comunidad inmigrante.

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