Al amparo de los mártires cristeros

El Universal, ALBERTO AGUIRRE, 09-09-2007

TLAQUEPAQUE, Jal.— Por sólo 25 mil pesos usted podrá descansar para siempre al amparo de los mártires cristeros y poner un granito de arena para financiar el que será el “centro de espiritualidad y asistencia social” más grande de América Latina.

Con la venta de 130 mil nichos mortuorios, el cardenal Juan Sandoval Íñiguez costea su última cruzada: la apertura, antes de que concluya 2008, de un magno santuario en honor de los que murieron “defendiendo su fe” hace ocho décadas en contra del gobierno que pretendía eliminar la influencia de la Iglesia católica en México.

La recaudación de fondos, iniciada por el arzobispo de Guadalajara hace seis meses, transformará a la parroquia local del cerro del Tesoro en un refugio para 20 millones de peregrinos por año.

Será el “centro de espiritualidad y asistencia social” más grande de América Latina, con un aforo mayor al de las basílicas de San Juan de los Lagos y de La Villa de Guadalupe, dedicados a la Virgen María.

La idea podría sonar a un anacronismo en otras regiones del país, más apegadas al laicismo oficial. Pero en Los Altos el fervor a los cristeros es inmune a los cambios políticos y los relevos generacionales.

Originalmente, el megasantuario fue planeado por el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, quien además originó las gestiones para canonizar a los primeros 25 mártires; sin embargo, quedó en el limbo luego de la ejecución del purpurado, el 23 de marzo de 1994, en el aeropuerto de Guadalajara.

Casi una década después, el cardenal Sandoval Íñiguez retomó el proyecto y convocó a la feligresía de la región a una colecta para reiniciar las faenas.

“El santuario honrará a los santos y beatos mártires de nuestra patria que nos han dado ejemplo sublime de fidelidad a Dios y son nuestros intercesores”, explicó en febrero pasado respecto de los personajes que por medio de las armas buscaron defender a la Iglesia.

Un santo superestrella

El proyecto cruzó ya también el otro lado del río Bravo gracias a la influencia del extinto sacerdote Toribio Romo, el más popular de los 25 “soldados de Cristo” canonizados por el papa Juan Pablo II en el año 2000.

Conocido como El Santo Pollero, es tan popular entre los migrantes en California, Texas e Illinois como los más famosos futbolistas y actores de telenovela.

Su influencia es tal en Los Altos, que mientras en las pasadas elecciones de Yucatán, Veracruz y Baja California se regalaron despensas, gorras y playeras para conseguir votantes, en Jalisco el ahora gobernador panista, Emilio González Márquez, repartió estampas con el rostro de Santo Toribio.

Un gentío, mayoritariamente de inmigrantes indocumentados, aviva cada domingo su fervor cristero en un pequeño poblado en el sur de Los Altos.

En el poblado de Santa Ana de Guadalupe hay una ermita con apenas 15 hileras de bancos de madera que terminan frente a un altar rebosante de flores y cirios con el retrato, en blanco y negro, de Toribio Romo, sacerdote al que las tropas federales masacraron, el 25 de febrero de 1928, justo antes de impartir misa a los feligreses de Tequila.

Los pobladores de Santa Ana recuerdan la visita de los entrenadores Javier Aguirre, Enrique El Ojitos Meza y Ricardo La Volpe, así como a muchos futbolistas profesionales, con lesiones graves, para ver a Santo Toribio.

Se dice que gracias a él muchos sobrevivieron a secuestros sin pagar rescate y que enfermos de leucemia y cáncer se han recuperado.

Los muros de la parroquia de Santa Ana, repletos de exvotos, dan cuenta de la gratitud de mucha gente que cruzó el río Bravo sin ahogarse; hace siete años, un bracero pagó la edificación de un arco a la entrada del pueblito, hecho con cantera rosa traída de Zacatecas.

“Más allá de La Mesita está el cielo”, dice la inscripción en letras doradas del arco, al que corona un busto del joven mártir, ubicado en el borde de la carretera que une a Jalostotitlán con San Miguel el Alto. El tramo final, asfaltado, es de dos kilómetros y conecta con una loma rocosa y una escalinata de 20 peldaños estrechos que llevan al atrio de la ermita.

Al lado está la “calzada de los Mártires”, con las estatuas de los 25 canonizados, y al final, una capillita en la que reposan los restos de Santo Toribio en un sarcófago a la vista del público y dos vitrinas, en las que se exhibe la ropa que el padre Toribio vestía cuando lo masacraron frente a su hermana, además del escapulario y sangre que recogieron los feligreses.

El auge de Santo Toribio sacó de la miseria al pueblo. Junto a la ermita funciona un restaurante con capacidad para 200 personas, con terraza y frontón, y una tienda de la marca Atlética.

De sus ganancias sale lo suficiente para atender a quienes acuden al “centro de reflexión” sacerdotal, que incluye 24 habitaciones, sala de juntas, oratorio, comedor y un patio central con una cascada que tiene una caída de cuatro metros.

La santoribitis se extendió por Los Altos. Hay una capilla en Santa María Tequepexpan, un moderno Hospital de Especialidades, a mitad de carretera, que conecta a Villa Hidalgo con Teocaltiche, y hasta un club jóvnil, Jufra STR, en la capital de Aguascalientes.

“He seguido de cerca sus milagros y es asombrosa la ayuda que le ha dado a mucha gente”, dice la poetisa Raquel Huerta, quien tuvo en Toribio Romo a su tío abuelo. La hija del escritor Efraín Huerta sabe que para los alteños, la religión es el alimento del alma y por eso no se altera con megasantuarios o paseos de mártires.

“Los principios, los valores viven dentro de nuestro corazón: si levantas un santaurio monumental o pequeñito, nada tiene que ver con el lugar que le des en tu corazón”, subraya.

Hasta las autoridades incentivan el fervor cristero. La Secretaría de Turismo del gobierno de Jalisco promueve la “ruta cristera”, con visitas guiadas a “La Chona”, San Juan de Los Lagos, Unión de Santos y Lagos de Moreno. Luego de que el gobernador de Aguascalientes, Luis Armando Reynoso Femat, ordenara el cierre del Museo de la Cristiada, hace dos años, su entonces homólogo jalisciense, Francisco Ramírez Acuña, actual secretario de Gobernación, auspició la remodelación y ampliación del Museo Regional de La Chona.

Allí, recientemente todavía se exhibía un video en el que Vicente Fox declaraba abiertamente su fervor cristero.

“La lucha cristera está en pie. Esta lucha por la libertad no termina, hasta que en México haya una verdadera y total democracia”, se escucha decir al ex Presidente de México, en la grabación, de 20 minutos de duración, de 1992.

En estas tierras de labriegos y beldades, el fervor cristero inspira hasta jolgorio. Es poca cosa pagar 390 pesos por un litro de tequila El Cristero —tres veces más que cualquier botella de agave— o entonar en las cantinas: “Adiós sierras de Jalisco, Michoacán y Guanajuato / donde combatía al gobierno que siempre salió corriendo / me agarraron de rodillas adorando a Jesucristo… ¡Viva Cristo Rey, ca…!”, de la canción “El martes me fusilan”, de Vicente Fernández.

En San Julián, en pleno corazón de Los Altos, la más reciente fiesta del pueblo —en La Candelaria— tuvo como principal motivo a los mártires cristeros.

En Tepatitlán, un eucalipto de La Alameda en el colgaron a Tranquilino Ubiarco, también es objeto de culto y en Tonalá es considerado como el “segundo patrono” de la comunidad y le cuelgan “milagritos”, en espera del favor divino.

En febrero pasado, el obispo Edward M. Clark, auxiliar de la Arquidiócesis de Los Ángeles, recorrió la región de Los Altos para constatar el fervor cristero. Después de eso, ofreció al entonces obispo de Aguascalientes, Ramón Godínez, que los sacerdotes que se ordenaran en la región fueran a evangelizar a California.

“Los actuales sacerdotes estadounidenses ni atienden ni entienden a los migrantes mexicanos. La demanda es tan grande que podrían ocupar cientos de sacerdotes egresados de los seminarios para atender a los millones de migrantes que buscan en la religión un refugio frente a las condiciones adversas”, le dijo.

Para los analistas, el fervor cristero es un asunto vivencial en esta región del país. Las frecuentes peregrinaciones y actividad constante de organizaciones como la Asociación Católica de Juventud Mexicana y los grupos parroquiales hacen que los límites entre lo laico y lo religioso desaparezcan.

Un caldo de cultivo

Está claro que aquí, donde hasta los políticos —sin distingo de partido—, son muy religiosos, existe un caldo de cultivo que podría detonar un intenso activismo político.

Es un fenómeno concentrado en la región que el maestro en demografía Eugenio Herrera Nuño identifica como “Guanajal” y que abarca desde la costa del Pacífico hasta los linderos de la Sierra Gorda de Querétaro.

Aquí, advierte, subsiste una religiosidad reprimida que alimenta convicciones políticas que se creían en decadencia.

“El sinarquismo, nacido de la tradición cristera, nunca llegó a ser gobierno y se quedó inconcluso. Hace ocho décadas mataron cristeros, no así su proyecto de sociedad”, describe el académico.

Incluso en el extremo opuesto del país el fenómeno es el mismo. Hace cuatro meses, en Tuxtla Gutiérrez arrancó la construcción del Cristo Rey de Copoya, que además de convertirse en el monumento más alto del mundo en su tipo, romperá récord en costo: cinco millones de dólares para una escultura de 60 metros en las faldas del cerro Mactumactzá.

TLAQUEPAQUE, Jal.— Por sólo 25 mil pesos usted podrá descansar para siempre al amparo de los mártires cristeros y poner un granito de arena para financiar el que será el “centro de espiritualidad y asistencia social” más grande de América Latina.

Con la venta de 130 mil nichos mortuorios, el cardenal Juan Sandoval Íñiguez costea su última cruzada: la apertura, antes de que concluya 2008, de un magno santuario en honor de los que murieron “defendiendo su fe” hace ocho décadas en contra del gobierno que pretendía eliminar la influencia de la Iglesia católica en México.

La recaudación de fondos, iniciada por el arzobispo de Guadalajara hace seis meses, transformará a la parroquia local del cerro del Tesoro en un refugio para 20 millones de peregrinos por año.

Será el “centro de espiritualidad y asistencia social” más grande de América Latina, con un aforo mayor al de las basílicas de San Juan de los Lagos y de La Villa de Guadalupe, dedicados a la Virgen María.

La idea podría sonar a un anacronismo en otras regiones del país, más apegadas al laicismo oficial. Pero en Los Altos el fervor a los cristeros es inmune a los cambios políticos y los relevos generacionales.

Originalmente, el megasantuario fue planeado por el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, quien además originó las gestiones para canonizar a los primeros 25 mártires; sin embargo, quedó en el limbo luego de la ejecución del purpurado, el 23 de marzo de 1994, en el aeropuerto de Guadalajara.

Casi una década después, el cardenal Sandoval Íñiguez retomó el proyecto y convocó a la feligresía de la región a una colecta para reiniciar las faenas.

“El santuario honrará a los santos y beatos mártires de nuestra patria que nos han dado ejemplo sublime de fidelidad a Dios y son nuestros intercesores”, explicó en febrero pasado respecto de los personajes que por medio de las armas buscaron defender a la Iglesia.

Un santo superestrella

El proyecto cruzó ya también el otro lado del río Bravo gracias a la influencia del extinto sacerdote Toribio Romo, el más popular de los 25 “soldados de Cristo” canonizados por el papa Juan Pablo II en el año 2000.

Conocido como El Santo Pollero, es tan popular entre los migrantes en California, Texas e Illinois como los más famosos futbolistas y actores de telenovela.

Su influencia es tal en Los Altos, que mientras en las pasadas elecciones de Yucatán, Veracruz y Baja California se regalaron despensas, gorras y playeras para conseguir votantes, en Jalisco el ahora gobernador panista, Emilio González Márquez, repartió estampas con el rostro de Santo Toribio.

Un gentío, mayoritariamente de inmigrantes indocumentados, aviva cada domingo su fervor cristero en un pequeño poblado en el sur de Los Altos.

En el poblado de Santa Ana de Guadalupe hay una ermita con apenas 15 hileras de bancos de madera que terminan frente a un altar rebosante de flores y cirios con el retrato, en blanco y negro, de Toribio Romo, sacerdote al que las tropas federales masacraron, el 25 de febrero de 1928, justo antes de impartir misa a los feligreses de Tequila.

Los pobladores de Santa Ana recuerdan la visita de los entrenadores Javier Aguirre, Enrique El Ojitos Meza y Ricardo La Volpe, así como a muchos futbolistas profesionales, con lesiones graves, para ver a Santo Toribio.

Se dice que gracias a él muchos sobrevivieron a secuestros sin pagar rescate y que enfermos de leucemia y cáncer se han recuperado.

Los muros de la parroquia de Santa Ana, repletos de exvotos, dan cuenta de la gratitud de mucha gente que cruzó el río Bravo sin ahogarse; hace siete años, un bracero pagó la edificación de un arco a la entrada del pueblito, hecho con cantera rosa traída de Zacatecas.

“Más allá de La Mesita está el cielo”, dice la inscripción en letras doradas del arco, al que corona un busto del joven mártir, ubicado en el borde de la carretera que une a Jalostotitlán con San Miguel el Alto. El tramo final, asfaltado, es de dos kilómetros y conecta con una loma rocosa y una escalinata de 20 peldaños estrechos que llevan al atrio de la ermita.

Al lado está la “calzada de los Mártires”, con las estatuas de los 25 canonizados, y al final, una capillita en la que reposan los restos de Santo Toribio en un sarcófago a la vista del público y dos vitrinas, en las que se exhibe la ropa que el padre Toribio vestía cuando lo masacraron frente a su hermana, además del escapulario y sangre que recogieron los feligreses.

El auge de Santo Toribio sacó de la miseria al pueblo. Junto a la ermita funciona un restaurante con capacidad para 200 personas, con terraza y frontón, y una tienda de la marca Atlética.

De sus ganancias sale lo suficiente para atender a quienes acuden al “centro de reflexión” sacerdotal, que incluye 24 habitaciones, sala de juntas, oratorio, comedor y un patio central con una cascada que tiene una caída de cuatro metros.

La santoribitis se extendió por Los Altos. Hay una capilla en Santa María Tequepexpan, un moderno Hospital de Especialidades, a mitad de carretera, que conecta a Villa Hidalgo con Teocaltiche, y hasta un club jóvnil, Jufra STR, en la capital de Aguascalientes.

“He seguido de cerca sus milagros y es asombrosa la ayuda que le ha dado a mucha gente”, dice la poetisa Raquel Huerta, quien tuvo en Toribio Romo a su tío abuelo. La hija del escritor Efraín Huerta sabe que para los alteños, la religión es el alimento del alma y por eso no se altera con megasantuarios o paseos de mártires.

“Los principios, los valores viven dentro de nuestro corazón: si levantas un santaurio monumental o pequeñito, nada tiene que ver con el lugar que le des en tu corazón”, subraya.

Hasta las autoridades incentivan el fervor cristero. La Secretaría de Turismo del gobierno de Jalisco promueve la “ruta cristera”, con visitas guiadas a “La Chona”, San Juan de Los Lagos, Unión de Santos y Lagos de Moreno. Luego de que el gobernador de Aguascalientes, Luis Armando Reynoso Femat, ordenara el cierre del Museo de la Cristiada, hace dos años, su entonces homólogo jalisciense, Francisco Ramírez Acuña, actual secretario de Gobernación, auspició la remodelación y ampliación del Museo Regional de La Chona.

Allí, recientemente todavía se exhibía un video en el que Vicente Fox declaraba abiertamente su fervor cristero.

“La lucha cristera está en pie. Esta lucha por la libertad no termina, hasta que en México haya una verdadera y total democracia”, se escucha decir al ex Presidente de México, en la grabación, de 20 minutos de duración, de 1992.

En estas tierras de labriegos y beldades, el fervor cristero inspira hasta jolgorio. Es poca cosa pagar 390 pesos por un litro de tequila El Cristero —tres veces más que cualquier botella de agave— o entonar en las cantinas: “Adiós sierras de Jalisco, Michoacán y Guanajuato / donde combatía al gobierno que siempre salió corriendo / me agarraron de rodillas adorando a Jesucristo… ¡Viva Cristo Rey, ca…!”, de la canción “El martes me fusilan”, de Vicente Fernández.

En San Julián, en pleno corazón de Los Altos, la más reciente fiesta del pueblo —en La Candelaria— tuvo como principal motivo a los mártires cristeros.

En Tepatitlán, un eucalipto de La Alameda en el colgaron a Tranquilino Ubiarco, también es objeto de culto y en Tonalá es considerado como el “segundo patrono” de la comunidad y le cuelgan “milagritos”, en espera del favor divino.

En febrero pasado, el obispo Edward M. Clark, auxiliar de la Arquidiócesis de Los Ángeles, recorrió la región de Los Altos para constatar el fervor cristero. Después de eso, ofreció al entonces obispo de Aguascalientes, Ramón Godínez, que los sacerdotes que se ordenaran en la región fueran a evangelizar a California.

“Los actuales sacerdotes estadounidenses ni atienden ni entienden a los migrantes mexicanos. La demanda es tan grande que podrían ocupar cientos de sacerdotes egresados de los seminarios para atender a los millones de migrantes que buscan en la religión un refugio frente a las condiciones adversas”, le dijo.

Para los analistas, el fervor cristero es un asunto vivencial en esta región del país. Las frecuentes peregrinaciones y actividad constante de organizaciones como la Asociación Católica de Juventud Mexicana y los grupos parroquiales hacen que los límites entre lo laico y lo religioso desaparezcan.

Un caldo de cultivo

Está claro que aquí, donde hasta los políticos —sin distingo de partido—, son muy religiosos, existe un caldo de cultivo que podría detonar un intenso activismo político.

Es un fenómeno concentrado en la región que el maestro en demografía Eugenio Herrera Nuño identifica como “Guanajal” y que abarca desde la costa del Pacífico hasta los linderos de la Sierra Gorda de Querétaro.

Aquí, advierte, subsiste una religiosidad reprimida que alimenta convicciones políticas que se creían en decadencia.

“El sinarquismo, nacido de la tradición cristera, nunca llegó a ser gobierno y se quedó inconcluso. Hace ocho décadas mataron cristeros, no así su proyecto de sociedad”, describe el académico.

Incluso en el extremo opuesto del país el fenómeno es el mismo. Hace cuatro meses, en Tuxtla Gutiérrez arrancó la construcción del Cristo Rey de Copoya, que además de convertirse en el monumento más alto del mundo en su tipo, romperá récord en costo: cinco millones de dólares para una escultura de 60 metros en las faldas del cerro Mactumactzá.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)