Reservado el derecho de admisión
Deia, , 21-08-2007Bilbao, quisimos entrar en el pub La Otxoa. Cuál fue nuestra sorpresa cuando el chico de la entrada (por cierto, latino) nos comunicó, muy educadamente eso sí, que las chicas podíamos entrar pero que mi marido y su amigo debían pagar entrada por ser negros (palabras textuales).
Su versión era que a menudo entran cuadrillas numerosas de negros que, según él, no consumen. Las mismas normas se aplican a los moros, claro. Parece que ellos son peores porque, según él, son ladrones. De los latinos sólo dijo: “No vienen por aquí”.
Me planteo dos preguntas: Y si hubieran sido negros norteamericanos o ingleses en lugar de africanos, ¿habrían sido tratados de igual forma? ¿Cómo controlarán los robos a partir de ahora si los moros ya no entran?
Nunca me había sentido tan indignada y humillada. Lo más triste es que me quedé más afectada que mi marido. ¿Se imaginan? ¡Él está acostumbrado a estas cosas!
Mi marido es profesor de primaria, trabaja como electricista, estudia ingeniería y habla tres idiomas. No es ningún delincuente y por supuesto consume en los bares cuando le apetece. Sólo queríamos tomar algo, bailar y pasar un buen rato. Creo que los negros y los moros (y los latinos) tienen el mismo derecho a hacerlo sin sentirse discriminados por ser un poco más morenos.
Si el pub en cuestión no tiene las ganancias que desea, la solución no está, en mi opinión, en limitar la entrada a gente que pertenece a colectivos diferentes. Si quiere asegurar el negocio quizá deba imponer entrada a todo el mundo, aunque sería un poco arriesgado, ¿verdad? O tal vez, llegará un día en el que nos obliguen a consumir sólo bebidas alcohólicas para obtener más beneficios…
Señor José Antonio Nielfa, La Otxoa: ¿Qué le parecería si para poder entrar en un local tuvieran que pagar entrada sólo los gays porque el dueño considerara, por ejemplo (y que conste que erróneamente, a mi parecer), que los gays crean mal ambiente?
(Puede haber caducado)