Corre Yvan, corre

Gara, 21-08-2007

Mientras en Boston Nicolas Sarkozy hace footing, en Amiens su policía acosa a los Dembski. No se trata de delincuentes, sólo son inmigrantes, esa estirpe de humanos que testarudamente se obcecan en nacer bajo la mala estrella del hambre, de las guerras o de las privaciones. Nicolas Sarkozy no conoce a los Dembski, pero ellos le temen. Saben que ganó unas elecciones a su costa, a expensas de los de su casta, que prometió limpiar las calles de escoria y mandar a sus casas a los extranjeros que quitan el trabajo y el pan a los franceses de bien.

Mientras en algún parque de Boston un paparazzi fotografía la carrera de Sarkozy, una docena de policías aporrea la puerta de los Dembski. Andrei intenta huir por la ventana. Su hijo, Yvan, de doce años, quiere escapar con él. Quizá porque una familia no es expulsable del Estado francés mientras se sepa que un menor sigue en alguna parte del país. El caso es que el niño resbala y cae, y se fractura la cabeza, y a los Dembski se les revienta la carrera de la vida. La del pequeño Yvan pende de un hilo. Su padre ya no corre. Su madre tampoco. Sarkozy, en cambio, sigue en su loca carrera y no está dispuesto a parar. No conoce a los Dembski y no le importa su suerte. Ni la de las 25.000 personas que ha decido expulsar su reluciente ministerio de Identidad Nacional, Inmigración e Integración, creado para contentar al electorado de extrema derecha.

El drama particular de los Dembski, que comenzó hace años en algún lugar del Cáucaso, se repetirá en las próximas semanas y meses. La carrera de Nicolas Sarkozy depende de ello. La carrera de su ministro de la Identidad Nacional y la de los miles de policías a sus órdenes también. A los 25.000 no les queda otra meta que correr. Aunque arriesguen la vida.

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