El verano más trágico

El Mundo, M. MARTINEZ / M. REGALADO, 21-08-2007

Los asesinatos de 23 mujeres a manos de sus parejas desde el 1 de junio convierten esta estación en la más sangrienta en cuatro años Los 23 asesinatos de mujeres a manos de sus parejas y ex parejas – la última víctima, el pasado domingo – que se han producido en España desde el 1 junio han convertido al presente verano en el más sangriento desde el año 2003, cuando hubo 24 fallecidas. Y eso que agosto aún no ha terminado. De ahí que haya quien se ha apresurado a echar la culpa al efecto llamada: la creencia de que, a raíz de las informaciones sobre estos delitos, acaban ocurriendo más.


La investigadora y formadora en políticas de género y medios de comunicación en el Instituto Oficial de Radiodifusión y Televisión (IORTVE) Pilar López tiene claro que «el mimetismo no existe». En su opinión, los hombres «agresivos, controladores y que consideran inferior a la mujer no van a actuar más a causa de ver más noticias sobre violencia doméstica».


Pero sí se produce, reconoce, «un repunte» en la época estival. «Son individuos que restringen su agresividad cuando se encuentran con más gente y, después, a solas con su pareja, no les cuesta nada saltar».


En el verano, un periodo en el que, a menudo, asaltan incomodidades durante las vacaciones, pegan, vejan y matan más. Entre las 23 asesinadas en 2007, seis habían solicitado órdenes de alejamiento. Sin embargo, una la había retirado, otra había vuelto a convivir con el agresor y una tercera se había citado con él en dos ocasiones antes del fatal desenlace. Cerca de un 40% de los homicidas eran inmigrantes, un porcentaje casi 14 puntos superior al de víctimas extranjeras.


Además, se ha producido una nueva circunstancia: la aparición del delincuente que decide hacer daño a su ex compañera acabando con la vida de su hijo, como ocurrió hace una semana en Torrejón (Madrid).


El psicólogo valenciano Vicente Garrido Genovés, autor de libros como Amores que matan: acoso y violencia contra las mujeres, hace alusión a los tópicos que circulan sobre los maltratadores. «Las mujeres confían en que pueden ser felices. Piensan que ellos van a cambiar o que hay cosas que compensan la situación de maltrato».


El profesor de la Universidad de Oviedo Francisco Javier Rodríguez, que ha estudiado los crecientes casos de acoso y agresiones en relaciones de noviazgo entre adolescentes, está convencido de que, en esa etapa, muchos jóvenes enseñan a sus parejas «a ser víctimas». La solución pasa por la educación.


«Las familias deberían hablar sobre la afectividad, sobre cómo se manifiesta una persona que nos quiere y cómo no», apunta Garrido Genovés. De este modo, muchas «dejarían de considerar que mantener el contacto es la mejor alternativa».


Y eso que cada vez son más las que piden ayuda a las Fuerzas de Seguridad. Entre 2002 y 2004 se pasó de 43.300 a 57.500 denuncias, con un incremento anual de 7.000. La escalada se ralentizó entre 2004 y 2005 – 2.200 más – y descendió ligeramente el pasado año.


En este tiempo ha sido fundamental el esfuerzo por hacer visible el problema, algo en lo que mucho han tenido que ver los medios de comunicación, elogia, no sin dejar de censurar algunos vicios. Como López pone de manifiesto en varias publicaciones sobre el lenguaje periodístico en relación a esta cuestión, es imprescindible que «el foco se ponga en el agresor». Regla número uno.


La segunda, que los testimonios de personas cercanas – a menudo sorprendidas por el «arrebato» de hombres «cariñosos y amables» – «son sólo opiniones»: «Los maltratadores son agradables en público, es sólo con la mujer cuando muestran su verdadera cara». Y una tercera: el de «violencia masculina contra las mujeres» es el término más apropiado.


Usar vocablos como «criminal, asesino o delincuente», frente al de maltratador, también ayudaría, señala. Y dar voz a los huérfanos de las más de 600 mujeres asesinadas desde el año 2000 en España por sus compañeros o ex compañeros.

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