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«No doy con mi hermana en Ica y, en Lima, mis nietas creían que llegaba el fin»

La comunidad peruana establecida en Alicante vive con angustia la falta de noticias sobre la suerte de sus parientes El colectivo prepara una misa en recuerdo de las víctimas y apela a la solidaridad de la provincia para proporcionar ayuda

La Verdad, JOSÉ C. MARTÍNEZ, 17-08-2007

La comunidad peruana afincada en Alicante vive con angustia, desde la distancia, el drama causado en su país por el violento seísmo. Una buena muestra de ello es la situación por la que atraviesa Elsa Falcón, arraigada en la capital alicantina, quien no sabe nada sobre una hermana, de 73 años de edad, residente en Ica, uno de los lugares arrasados por el terremoto de 7,9 en la escala Richter.

«Mis nietas, que viven en Lima, me han dicho que creían que era el fin del mundo. La tierra se movía bajo sus pies. Pobrecitas, tienen 14 y 11 años y todavía no habían conocido ni siquiera algo parecido. Y de mi hermana no puedo averiguar nada, ni siquiera pueden los que residen en Lima», explicaba ayer Elsa a este diario, rodeada de un grupo de compatriotas, ávidos de obtener información sobre los seres queridos en su tierra.

El colectivo peruano, integrado en la provincia por menos de 1.200 personas, según el censo oficial del Instituto Nacional de Estadística, con fecha del pasado 1 de enero, trataba ayer por todos los medios de conocer detalles sobre la suerte que pueden haber corrido sus parientes en el estado andino. Los esfuerzos, sin embargo, no sirvieron de mucho para una buena parte, puesto que el caos prevalece en Perú y las comunicaciones resultan harto complicadas.

«Lamentablemente, no hay manera de hablar por teléfono y por Internet no siempre es posible. Acá todo el mundo quiere saber y me piden ayuda. Sobre todo, se han venido abajo las casas de adobe», relató ayer Frida Falcón, hermana de Elsa y vicepresidenta de la Asociación Humanitaria Americana de Alicante.

«Estamos todos muy preocupados. Mi familia está en Lima, en el centro. No ha sido tan grave como en Ica o Chincha. Lo peor para Lima ha ocurrido en la zona colonial, la más antigua, que ha quedado destruida. Este terremoto ha sido catastrófico, igual que el que ocurrió en el 70», expone Carlos Anlas, peruano residente en Alicante y que permanece en contacto con numerosos compatriotas tanto en la provincia como en su país natal.

Lo que más temen los peruanos que se ganan la vida en Alicante es que las cifras de muertos puedan aumentar a medida que se retiren escombros: «Nos da miedo pensar que haya una desgracia todavía mucho mayor, sobre todo en Ica y Chincha. Menos mal que la mayoría de las casas son planas, no hay edificios». «Ha sido horrible. El seísmo se sintió en Ecuador, Colombia y Chile. Felizmente, los míos están bien», apuntó otra señora ayer, a las puertas de un locutorio alicantino frecuentado por peruanos, en el barrio de Benalúa.

Una compatriota estaba desesperada porque no tenía noticias de su familia, evacuada en Cañete. «Allí se ha venido abajo una iglesia que estaba abarrotada de gente. No se sabe nada de ellos. Y a los evacuados no los dejan volver a las viviendas que han quedado en pie. Tendrán que dormir en carpas», explica Frida.

Los peruanos alicantinos ya han comenzado a moverse para celebrar una misa en recuerdo de las víctimas que, probablemente, se oficiará el próximo domingo, a las 12, en la parroquia de San Juan Bautista del barrio alicantino de Benalúa. Para más información, los interesados pueden ponerse en contacto con la Asociación Humanitaria Americana de Alicante, según manifestó ayer Carlos Parrales, dueño del locutorio al que ayer acudían inmigrantes, con la esperanza de hablar con sus allegados.

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