Horas de angustia con las líneas colapsadas

Diario de Noticias, 17-08-2007

M UCHAS horas y pocas noticias. El terremoto registrado en Perú mantuvo a la comunidad peruana atada al teléfono, a la espera de saber si sus allegados se encontraban en buen estado. Los destrozos en las líneas de comunicación e infraestructuras provocados por el seísmo, así como el colapso que sufrieron muchas de ellas, dificultó que los inmigrantes pudiesen ponerse en contacto con sus lugares de origen. A miles de kilómetros de casa, la “impotencia” era un sentimiento mayoritario. Ver las noticias y no poder hacer nada. Llamar por teléfono y no encontrar respuesta. Horas angustiosas mitigadas, tan sólo en parte, por el apoyo de compatriotas y navarros.

Desde primeras horas de la madrugada, aún con las primeras y confusas informaciones, la intranquilidad se adueñó de los peruanos residentes en Navarra. Todos trataban de ponerse en contacto con sus familiares y amigos, pero resultaba en vano. Las líneas estaban colapsadas, y los daños en las infraestructuras dificultaban las conexiones. “Hasta las tres de la tarde no he conseguido hablar con mi familia”, señaló Silvia Velázquez, abogada y presidenta de la asociación Contigo Perú, que reúne a muchos de los inmigrantes procedentes del país andino instalados en la Comunidad Foral. “Tengo a mis padres, octogenarios, hermanos, sobrinos. Ahora todos estamos pendientes del teléfono”.

SIN NOTICIAS DE CASA

Llamadas continuas para contactar con los familiares

“Todavía no he hablado con mis padres”, apuntaba Pablo Guerra. “Mi padre es de Ica, aunque ya no vive allí, pero sigo teniendo familia en ese lugar”. Manuel Fachín, residente en San Adrián, tenía la certeza de que su cuñado se encontraba en Pisco, uno de los lugares más afectados. “Hemos tratado de comunicar con él durante todo el día, pero no ha sido posible hasta las nueve de la noche. Gracias a Dios, no le ha pasado nada”, aseguró.

a miles de kilómetros

“Es angustioso estar tan lejos y sólo poder ver las noticias”

“Estamos muy impactados”. “Sientes pena, preocupación y tristeza”. “Es angustioso estar tan lejos y sólo poder ver las noticias”. Así resumían algunos de los peruanos consultados sus sentimientos ante la tragedia. La distancia, en estos momentos, supone la impotencia de “no poder hacer nada”. En previsión de las necesidades que puedan surgir, Velázquez adelantaba ayer por la tarde: “Ya estamos hablando para organizar un festival para poder enviar algo a los lugares más afectados”. Lejos, pero no lo suficiente como para aportar algo. “En estos casos, la gente que más sufre es la que tiene menos recursos”, lamenta, para, posteriormente, hacer un llamamiento a toda la ciudadanía: “Hay que hacer algo”. En esta idea coincidía Fachín. “Se necesitan las manos de todos”, aseguró. "Lo peor de esta impotencia es que, si por lo menos estuviera allí, podría ir de un lado a otro, asegurarme de que mis familiares se encuentran bien y ayudar en lo que fuese necesario. Tras horas de angustia, logró hablar con su cuñado. Se había quedado en Pisco para “echar una mano” en las labores de rescate.

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