HIMEN / DEL TABU AL QUIROFANO

SER VIRGEN CUESTA 2.000 EUROS

El Mundo, SUSANA MARTIN, 12-08-2007

MACARENA acude con su novio. Sasha llega de Egipto. Clara, prostituta de lujo, se ha rehecho el himen nueve veces. Con una simple anestesia local, la doctora Barba lleva 10 años devolviendo virginidades. «El 70% de mis pacientes son gitanas», explica La mirada se le escapa del velo para devorar el catálogo de los servicios que se prestan en esta clínica madrileña. En una sala de espera del 29 de la calle Orense, una mujer árabe de ojos bellísimos – prácticamente es lo único que se le ve – pasa las hojas y observa las operaciones de estética que se ofertan: dermolipoescultura abdominal, mesoterapia, aumento de pecho con anestesia local, rejuvenecimiento de la mirada, implantes de vello púbico… repasa con el dedo hasta que entra la enfermera y le manda pasar a consulta. «Sasha, ven por aquí». Y Sasha, joven y altísima, deja la lectura y sonríe con la mirada al salir.


Sasha tiene 26 años y acaba de llegar de Egipto con destino Marbella, pero antes de reunirse con su familia se ha quedado un par de días en Madrid para resolver «unos asuntos». En la clínica de la doctora Barba no busca una nueva nariz, más labios ni mejorar su tipo. Se casa el 6 de octubre, y antes tiene que arreglar «un pequeño problema», recuperar su himen. Como ella, unas 350 mujeres pasan cada año por este centro para someterse a la misma intervención, himenoplastia o reconstrucción de himen. Clientas que llegan de toda España, París, Alemania, Egipto o Turquía para que unos puntos de sutura les devuelvan la apariencia de vírgenes.


¿Se puede volver a ser virgen después de haber mantenido relaciones sexuales? Si tienes 2.000 euros, sí. Al menos eso aseguran las decenas de cirujanos que realizan la operación en España, dos décadas después de que se empezara a popularizar en todo el mundo. María José Barba – médico, cirujana estética – cuenta que se especializó en cirugía íntima femenina casi por casualidad. Fue hace 10 años, en el Hospital de Saint John’s de Los Angeles. «Allí lo aprendí todo del doctor MacLow, y desde 1997 lo practico en España», explica. Pionera en este país, recuerda sin embargo que se trata de una intervención «que existe desde siempre por necesidad» y que ya en el siglo XV, la Celestina – el personaje de Francisco de Rojas – se dedicaba al oficio de «hacer renacer la pureza de la mujer». A la vieja alcahueta se le atribuía haber «hecho y deshecho» más de 5.000 hímenes. La doctora Barba no recuerda cuántas virginidades ha recuperado, «pero son muchos cientos». La mayoría de las clientas que acuden a ella son árabes o gitanas. Como Sasha, mujeres que se ven obligadas a enfrentarse a las barreras culturales o religiosas de su gente a través de una trampa que para ellas es la única manera de volver atrás en el tiempo. Mujeres que, para casarse con el hombre que eligen – o que han elegido para ellas – deben demostrar su virginidad. «Se juegan la vida si les pillan, pero cuando se enteran de que hay una salida vienen aquí y salen como si nada hubiera ocurrido», dice la cirujana, que en esta consulta sólo les cita para hacerles un pequeño reconocimiento y explicarles cómo es la intervención, que luego practica en el quirófano de una clínica medicalizada. Si los análisis completos no detectan ningún problema sanitario, Barba da el visto bueno y las cita para otro día. En 15 minutos y con anestesia local, la doctora realiza suturas muy delicadas para volver a unir entre sí los fragmentos de himen que aún permanecen en la vagina de la paciente. «Casi siempre los hay si no ha tenido un parto vaginal», explica.


LA PACIENTE, ANDANDO


En otros casos, si no quedan restos utilizables, porque se han reducido demasiado o porque es una de las muchas mujeres que nacen sin himen, hay que rescatar una pequeña porción de la mucosa vaginal para realizar una membrana nueva. Se cose, se aplica antiséptico y la paciente sale andando. «Días después les hago una revisión y deben esperar tres semanas hasta someterse a la prueba del pañuelo. En ese tiempo, por supuesto, no pueden usar tampones ni tener sexo».


No hay forma de pillar la trampa, «ni siquiera yo sería capaz de identificar si un virgo ha sido restaurado», asegura, «cada mujer tiene el himen de una manera, aunque hay descritos hasta 200 tipos; es imposible detectar la intervención, los puntos se caen y adiós a los problemas, para muchas es como empezar una nueva vida».


Es el caso de Macarena y Juan, de etnia gitana, que llegan a la consulta de la mano y así permanecen hasta que se van. El, ni una palabra. Ella responde con la voz entrecortada a las preguntas de la enfermera. Nombre, apellidos, edad («en esta clínica sólo se opera a mayores de 18 años»), DNI, dirección… «El 70% de las pacientes que recurren a mí para esta intervención son gitanas», dice la doctora. Suelen venir solas o con una hermana, la madre «o incluso varias mujeres del clan, muchas son antiguas pacientes». Juan es una excepción. Cuando, terminada la revisión de su chica, la doctora les acompaña a la puerta, él rompe su silencio y espeta: «Es que nos queremos», y ella suelta los demás detalles: que si sus padres se enteran, les matan a todos, «y a usted también, doctora»; que ella sólo ha estado con Juan, «le di la flor a los 13 años»; que le da miedo que cuando le metan el pañuelo no sangre «y se líen a tiros, como cuando la Sara…».


El temor a represalias por motivos culturales o religiosos es la principal razón para recurrir a una himenoplastia. Pero no la única. Clara, prostituta bilbaína con aspecto de modelo, ha recurrido a ella nueve veces desde 2003. Ofrecer a algunos clientes su supuesta virginidad le supone aumentar su caché a 5.000 euros por noche. «Me compensa: la operación no duele, cobro más y trabajo menos», dice convencida. ¿Y tus clientes se lo creen? «Los hombres sólo ven… lo que quieren ver».

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