"Nos podía haber pasado a cualquiera"

El País, J. M. P. - Santa Cruz de Tenerife - 03/08/2007, 03-08-2007

J. M. P. – Santa Cruz de Tenerife – 03/08/2007

“Era una niña muy buena; fíjese, es la primera vez que hablo de ella en pasado”. Y se echa a llorar. Es María Dolores Monroy, la profesora de segundo de Fernanda Fabiola Urzúa. “Acabó en un hoyo como un perrito y no puedo pensar en todo lo que le han podido hacer”, gime desconsoladamente. Fernanda Fabiola repetía segundo curso. “Era muy buena en inglés, educada, cariñosa, lista, pero un poco vaga”, dice su profesora, que se refiere a ella como su “hija adoptada”. Mariló ya le ha hecho prometer a sus hijas que no saldrán solas y que respetarán los horarios. “Ha podido pasar en cualquier ciudad de España, pero en un camino oscuro, solitario, alejado, una niña sola era meterse en la boca del lobo; fue ponérselo fácil a esta gente loca”.

“Yo he recorrido ese camino de tierra miles de veces, algunas incluso sola”, reconoce Edith Ríos, una llamativa ecuatoriana morena que aparenta muchos más años de los 16 que dice tener. “Es que nos queda al lado del instituto”, se excusa. “Nos podía haber pasado a cualquiera de nosotras”. Su madre, Maribel Quirós, que vive en la isla desde hace seis años, añade: “Antes la dejaba ir sola, pero ya no lo haré nunca más”. Tania Ainhoa Peña, de 14 años, lleva de la mano a su hermana. Caminan solas, a pesar de lo ocurrido. “Éramos amigas, íbamos juntas a la playa y era muy simpática y divertida”. La pequeña reconoce haber transitado sola el camino de tierra entre La Estrella y El Fraile. “Una vez unas chicas, de noche, vieron a un hombre desnudo”. “Y otra vez, a otro haciéndose una paja”, añade después Amada, otra joven de su edad, cerca de una gasolinera. “Reconozco que he pasado muchas noches por ahí, eso sí, con dos piedras en las manos por si tengo que defenderme”, apunta Chaxiraxi Pérez. “Seguro que ya la tenía vigilada desde hace tiempo”.

Leopoldo Medina, un antiguo legionario que también participó en la búsqueda de la pequeña, le conocía “de vista”. Es el primero de una veintena de habitantes de la misma calle que reconoce haberlo visto: “Llevo 49 años viviendo aquí y jamás había pasado esto; tú lo miras y es un tipo normal, de pelo castaño, ojos verdes, bajito y corpulento que, como todos nosotros, iba a lo suyo y ya está”. Lo interrumpe Yahdeh Lamsallak para decir que “nadie se explica cómo con el sueldo de una obra puedes tener un coche americano tan lujoso”. “Ahora que lo dices”, apunta Medina, “hacía dos días que no se le veía”. El legionario reconoce haberlo visto en el campamento base "comiendo tan tranquilo con las gafas de sol puestas. “Si lo sueltan aquí ahora, me lo cargo con una katana”, dice.

“Sólo hablé un par de minutos con él, como hago con muchos clientes, y sólo del coche, nada más; no sé nada de su vida, ni siquiera cómo se llama”, asegura el sirio Yousseff Alhalabi Alonso. La nigeriana Bukola Olayeni asegura que Franco Giraldo apenas llevaba “dos años” viviendo en esta calle, con una novia. José Antonio Dorta es vecino del asesino y uno de los pocos canarios que habita el barrio: “Lo que hace falta es justicia y que no salga nunca de ahí”.

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