Del Director. ¿Y eso qué importa?

«Los occidentales pecamos de mala conciencia y eso nos lleva al extremismo»

Canarias 7, Francisco Suárez Álamo, 03-08-2007

Francisco Suárez Álamo
Las Palmas de Gran Canaria

Hay cosas que resultan un poco difíciles de entender. Un ejemplo: ayer, con la que estaba cayendo, esto es, con el hallazgo del cuerpo sin vida de la adolescente Fernanda Urzúa amargándonos el desayuno a todos; con las impactantes imágenes de esas pobres gentes de Tunte, Mogán y la Cumbre que regresaban a sus hogares para recoger las cenizas de lo que fueron sus viviendas; y con la noticia de una quinta persona muerta por el calor en el Archipiélago, abre el que suscribe su correo electrónico y se encuentra con un lector molesto porque en el titular de la edición digital se incluía el dato de que el detenido por la presunta violación y asesinato de la niñaresidente en Tenerife era «colombiano».

Y eso qué importa? Pues, por lo que se ve, al lector, que seguro que tiene sus razones y al que respeto muy mucho, le importaba. Al parecer, sí podíamos contar desde el primer día que Fernanda era de origen chileno pero debíamos haber omitido la nacionalidad del detenido, como si ser colombiano fuera vergonzoso o como si informar de ello a los lectores fomentase una

xenofobia que uno no termina de entender por más que le dé vueltas al asunto. Así, si nos guiamos por esa obsesión, resultará que sólo se puede hablar de colombianos cuando mencionemos a Juan Valdés, aquel del café, o a los míticos escaladores que animaban un poco el Tour y la Vuelta Ciclista a España en los tiempos de Perico Delgado.

A veces, los que nos hacemos llamar occidentales pecamos de mala conciencia y eso nos lleva por los derroteros del extremismo. Así las cosas, llega un día en que no puedes llamar colombiano al natural de Colombia, como tampoco puedes recordar que alguien es de otra raza. Luego, abres el Diccionario de la Real Academia y te preguntas para qué se inventó el término colombiano o para qué ha servido que Gabriel García Márquez nos haya contado con su pluma magistral la crónica novelada de su Colombia natal. Aparece entonces esa mala conciencia y nos aconseja que omitamos una parte de la realidad, de manera que los de Telde no pueden ser teldenses, los de Calatayud calagurritanos y los de Colombia colombianos…

Siento de verdad aburrir al lector con estas disquisiciones pero creo oportuno volver al principio del relato: ayer había aparecido el cadáver de una joven cuya vida robaron apenas pasada la niñez; ayer seguíamos bajo el recuerdo de una catastrofe ecológica de dimensiones históricas que ha dejado a miles de personas con lo puesto; y ayer otra anciana fallecía víctima del clima… y con todo eso, lo que preocupaba era contarle a la gente que el detenido era natural de Colombia. Si ese es el mayor pecado de la raza

humana, desde hoy yo también quiero ser colombiano. O chileno, como la pobre Fernanda.

Naderías al margen, descansa en paz, niña Fernanda. Ahora ya nadie perturbará tu sueño.

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