Madrid. El 80% de las personas que cuidan a domicilio a nuestros mayores son inmigrantes, mayoritariamente mujeres de origen latinoamericano, según la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. “Y son muy buenos cuidadores”, asegura Begoña Gutiérrez, vicepresidenta de esa entidad.

Lo mismo ocurre en las residencias de ancianos, donde en estos últimos años el número de trabajadores de origen inmigrante ha crecido considerablemente. “Un ejemplo más de los trabajos que los españoles no queremos hacer”, afirma José Ramón Solanillas, de Cáritas Española.

En el Estado español hay unas cinco mil residencias de las cuales unas cuatro mil son privadas. Cuentan con aproximadamente trescientas mil plazas, que en los meses de verano ven incrementada su demanda de plazas.

“La estancia más frecuente es de un mes, aunque también son habituales períodos más breves, de quince días, o más largos, de hasta dos meses” según la Asociación Madrileña de Residencias de la Tercera Edad y Centros de Día.

En julio, agosto y septiembre, los 233 centros de la Asociación Madrileña de Residencias de Tercera Edad y Centros de Día, que cuentan con 24.500 camas tienen concertadas con la Administración 500 plazas residenciales durante el período de verano, que se cubren por completo. Así se logra satisfacer la demanda de esas familias que necesitan irse de vacaciones pero sabiendo que sus mayores se quedan debidamente atendidos.

En Semana Santa o puentes largos crece también la demanda de plazas temporales en las residencias privadas. Y a ellas recurren muchas familias cuando el anciano sufre un traumatismo o se encuentra en un postoperatorio.

Para el presidente de AMRTE, Ignacio Fernández-Cid, el gran esfuerzo económico que supone el ingreso en una residencia privada, que no siempre es factible, pone de manifiesto la necesidad “de que la Administración ayude a las familias con mayores a su cargo”.