La siniestralidad laboral se ha convertido aquí en un problema de Estado. Día tras día, las muertes se producen. Nadie toma decisiones en contra: inmigrantes sin contrato, innumerables subcontratas que no se atienen a regla ni limitación ninguna, irresponsabilidades contagiosas, aplazamientos de investigaciones que acaban en agua de borrajas. Total, un número muy superior al de la media europea… Los inspectores de trabajo deben multiplicarse, la garantía de los trabajadores también, la eficacia protectora, la meticulosa seguridad de las máquinas, la exigencia de las normas más estrictas… Y que no quede sólo en promesas cada vez que se producen – ay, con tanta frecuencia – accidentes mortales. La ley ha de caer como un sunami sobre las empresas que la incumplan.