Los restos del barrio chino

LA PROSTITUCIÓN VUELVE A CONCENTRARSE EN LA CALLE SANT RAMON TRAS LA PRESIÓN POLICIAL

La Vanguardia, MARC SEGURA - BARCELONA, 23-07-2007

Veinte euros para mí, diez por la cama", responden las trabajadoras sexuales a todo el que pregunta. Es el precio estándar en la calle Sant Ramon de Barcelona, el principal refugio de las prostitutas en lo poco que queda del antiguo barrio chino, lugar retratado con inigualable fidelidad por Joan Colom – premio Nacional de Fotografía 2002-. Turistas, inmigrantes, policía, drogadictos y alcohólicos acompañados por las que ejercen el oficio más antiguo del mundo componen el collage de uno de los barrios más pintorescos de la capital catalana, el Raval, el antiguo chino.

La calle Sant Ramon, entre Sant Pau y Nou de la Rambla, es el escenario donde las prostitutas, la mayoría de ellas llegadas de países del Este como Rumanía, la República Checa o Rusia, escenifican lo que antaño fue uno de los colectivos más representativos de la zona y que actualmente se ha visto recluido a unas pocas calles debido a la presión policial sobre este colectivo. “¿Vamos, guapo, quieres pasar un buen rato? No puedes perderte algo así”, dice una chica exhibiendo sus senos mientras masca chicle ostentosamente. Se niega a decir su nombre y cambia de tema. Procede de la República Checa, lleva seis años ejerciendo en la calle Sant Ramon y explica que las cosas para ellas han ido a peor en los últimos años. “Mucha policía, ahora tenemos menos clientes”. Aunque reconoce que las cosas en su país de origen estaban mucho más difíciles, eran explotadas, vejadas y pegadas. “Dentro de lo malo, Barcelona está algo mejor”. Otra mujer vende sus encantos de una manera mucho menos discreta: “¿Quieres chupa-chup?”, dice entre multitud de obscenidades una rumana visiblemente demacrada por unas dos décadas de una precaria situación de vida.

La esquina del bar Marsella – frecuentado en su época de apogeo por personajes tan conocidos como Picasso o Gaudí- está bien custodiada por estas trabajadoras del sexo. Y ellas, vigiladas en muchas ocasiones por proxenetas. Pero esa imagen libertina, ese desparpajo y esos gritos que caracterizaban el ambiente del barrio chino han dado paso a un temor y una discreción inusuales en este ámbito. Al pasear por tan austeras calles se puede ver a las mujeres apostadas típicamente en las esquinas o sentadas en las sucias y tristes porterías. Ellas no dicen nada, simplemente se limitan a observar esperando que sea el cliente el que se acerque. Sólo cuando creen ver a un potencial comprador de sus servicios y la policía no está al acecho se atreven a provocar levemente, se acercan y se insinúan. Poco a poco van cogiendo confianza y entonces, sí, la esencia del trabajo en la calle sale a relucir.

La calle Sant Ramon es lo único que queda del auge de la prostitución en los días del antiguo barrio chino, a excepción de las salidas nocturnas que las chicas hacen a la Rambla para intentar atrapar con sus encantos a los turistas. Aquellas imágenes de la ronda Sant Antoni invadida por las ofertas sexuales prácticamente han desaparecido. Según la asociación de vecinos del Raval, la prostitución en el barrio ha pasado de ser del 60% al 3% del total de este colectivo en Barcelona, debido a la normativa del civismo, que penaliza la prostitución en la calle. “No puedes hablar conmigo o te multarán”, advierte al ver a la policía una mujer ya entrada en años con una expresión de gran tristeza oculta bajo una buena dosis de maquillaje. “Ya no queda nada de los días en que dábamos alegría y vida al barrio”.

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