CRÍTICA DE TEATRO

Los esbirros del inmigrante

EN CUALQUIER OTRA PARTE...

La Vanguardia, JOAN-ANTON BENACH, 23-07-2007

Autor y director: Àlex Mañas
Intérpretes: Roger Coma, David Selvas, Dominika Kojro
Lugar y fecha: Biblioteca de Catalunya (20/ VII/ 2007)

JOAN-ANTON BENACH
En cualquier lugar del Primer Mundo, donde la inmigración clandestina hubiera agotado todas las cuotas de solidaridad humana, un ultra más desaprensivo que sus predecesores podría crear la siniestra policía que encarnan Horacio (Roger Coma) y Felipe (David Selvas). He aquí dos animales nocturnos cuya misión es capturar al extranjero ilegal, encerrarlo en el maletero de un coche y esperar una orden superior para ejecutarlo. A la luz del día se ha difundido la idea de que “estamos en guerra” y que hay que adoptar un “código de supervivencia”. En un rincón de la escena de En cualquier otra parte… se amontonan los cadáveres.

Escrita y dirigida por Àlex Mañas, En cualquier otra parte… es una pieza ideológicamente comprometida con una de las cuestiones más inquietantes del siglo XXI. Pero dicha cuestión es sólo el marco de un conflicto dramático derivado de la confrontación de dos caracteres que metabolizaron de modo muy distinto su criminal oficio. Como en tantas páginas del teatro contemporáneo, se citan aquí el fuerte y el débil, el dominador y el dominado, el que justifica todas sus acciones y el que resulta vulnerable al sentimiento de culpa, no tanto por lo que está haciendo según órdenes de obligado cumplimiento como por una infidelidad conyugal que atormenta su conciencia…

Ecos de Koltès y de Beckett

Àlex Mañas, que con este texto ganó el premio SGAE de Teatro 2006, no sitúa el drama en ningún país concreto, pero el odio que almacena Felipe por crímenes, violaciones y salvajadas de que se diría ha sido testigo invita a pensar que el autor se inspiró en la última guerra balcánica. De todos modos, insisto, el núcleo de la historia está en un tú a tú conflictivo, con ecos de Koltès y de Beckett, del Genet de Estado de emergencia o del Pinter de El montacargas,influencias o mimetismos derivados de una poderosa corriente estética que arranca de los primeros años cincuenta del pasado siglo, y donde, casi siempre, un factor externo introduce el elemento de “espera” en los protagonistas.

No es extraño, pues, que, a falta de un grosor literario importante, uno atienda al diálogo entre los dos personajes, Felipe y Horacio, con el poco interés de una partida de pingpong muy repetida que el autor no consigue hacer progresar dialécticamente. Como si se percatara de ese quietismo narrativo, Mañas introduce en el último tercio de la pieza el personaje de Lulia Hatlama, convertida de inmediato en presa de la pareja de esbirros y cuya presencia logra rescatar el texto del pozo de la monotonía en que, en mi opinión, se estaba ahogando.

La dirección del propio Mañas aparece dotada de una gran energía, obteniendo excelentes resultados de la interpretación. En efecto, David Selvas tiene una gran actuación como Felipe, el personaje duro y agresivo de la historia, muy bien secundado por el frágil y tímido Horacio que Roger Coma encarna con absoluta propiedad. Muy convincente asimismo Dominika Kojro.

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