Familias enteras rotas en el mar

ABC, 21-07-2007

POR ERENA CALVO

FOTOS DESIRÉE MARTÍN

SANTA CRUZ.«Hemos hecho todo lo que hemos podido; siempre lo hacemos y siempre nos sabe a poco», nos explicaba sin poder disimular su cansancio Austin Taylor, coordinador del Equipo de Respuesta Inmediata (ERI) de la Cruz Roja en la provincia tinerfeña. «El jueves empezamos a atender a los 36 inmigrantes que llegaron en el remolcador «Luz de Mar» a las ocho y media de la tarde». No terminaron hasta pasadas las dos de la madrugada. «Había inmigrantes muy afectados, sobre todo un muchacho de 23 años que parece que perdió en la travesía a sus cinco hermanos y a varios amigos». Familias enteras se rompieron tras el golpe de mar que derribó el cayuco en el que viajaban.

La otra embarcación de Salvamento Marítimo, el «Conde Gondomar», llegaba justo un día después al tinerfeño puerto de Los Cristianos. Las condiciones meteorológicas complicaron su regreso a tierra firme. Ayer a última hora de la tarde hacía su entrada en el muelle con los otros doce supervivientes del trágico naufragio en el que perdieron la vida más de cincuenta indocumentados. Muchos tenían la esperanza de que sus familiares se encontrasen entre ellos, y que se hubiesen salvado del mayor desastre humanitario ocurrido en nuestras aguas desde que España se convirtiera en destino de las mafias que trafican con seres humanos.

«Un milagro»

«Fue un milagro que los miembros de Salvamento Marítimo que acudieron en su auxilio pudieran rescatar a tanta gente; la operación entrañaba mucho peligro», apunta Taylor. Es cierto. Las condiciones para ejecutar con éxito el operativo no eran las mejores. Todo lo contrario. A cien millas de las costas de Tenerife se encontraron un cayuco sin motor sacudido por vientos de hasta 30 nudos y olas de cinco metros.

Un terrible golpe de mar terminó por derribar una precaria embarcación en la que decenas y decenas de inmigrantes se movían nerviosos esperando su turno para salvarse de una muerte casi segura que alcanzó a más de la mitad de la expedición; no se sabe la cifra de desaparecidos a ciencia cierta.

«Muchos indocumentados perdieron amigos y familiares en el desastre». No sólo el joven de 23 años que buscaba a la desesperada a sus cinco hermanos y otros tantos amigos; la mayoría de ocupantes del cayuco preguntaban por el paradero de sus compañeros; alguien se interesaba por el destino de una mujer, otro no localizaba a un niño. Lo que confirmaría que entre el grupo no sólo había varones adultos.

«Lo peor era el ánimo con que desembarcaron, estaban muy tristes y desorientados»; psicólogos y mediadores socioculturales les esperaban en el muelle para tratar de hacerles entender cuál es su situación actual y qué les va a pasar mientras permanecen en España a la espera de ser repatriados. No han muerto, pero el sueño ha terminado también para ellos. Nadie sabe si lo volverán a intentar. Pero muchos en su misma situación sí que lo han hecho.

En cambio, cuenta Taylor, físicamente no estaban muy deteriorados para todo lo que habían pasado en los últimos días. «Atendimos los casos típicos de hipotermia, deshidratación, traumatismos y rozaduras con que suelen tocar tierra todos los indocumentados, pero nada serio, sólo se trasladó a un inmigrante a un centro hospitalario de la isla para tratarle una fisura costal que había sufrido».

Partieron de Guinea Bissau

Según los propios testimonios de los inmigrantes, llevaban más de diez duras jornadas de viaje hacia las costas canarias, aunque no revelaron a los miembros de Cruz Roja el punto de partida de la embarcación: Guinea Bissau, según fuentes oficiales del Ejecutivo español.

Ese país, situado al sur de Senegal y Mauritania, escapa a los controles de Frontex. Son estas zonas, fuera del perímetro de vigilancia, a las que ahora miran con atención las mafias que trafican con seres humanos para fijar nuevos puntos de partida de los cayucos.

Y es por este desplazamiento de la inmigración ilegal hacia el sur por el que cobra sentido el envío de dos patrulleras de la Guardia Civil a Cabo Verde para cerrar el pasillo que se abre desde el archipiélago a países como Bissau o Gambia, que podría terminar también incorporándose al grupo de países africanos que realizan patrullajes conjuntos con España para el control de los flujos migratorios.

De forma que, tal y como informaba el ministro del Interior este pasado mes de marzo, se podrían vigilar más estrechamente las cerca de 200 millas marinas que quedan bajo su jurisdicción.

Los inmigrantes del «cayuco de la muerte» procedían en su mayoría de Liberia, Gambia, Sierra Leona o Ghana, y no se descarta que la cifra de desaparecidos sea de setenta y no de cincuenta indocumentados tras escuchar sus propios testimonios. «No se puede saber a ciencia cierta porque casi todos hablaban de cantidades diferentes al referirse a cuántos ocupantes viajaban en el cayuco, había mucho desconcierto durante el desembarco», relata Taylor.

Sólo se pudo recuperar el cadáver de tres indocumentados, aunque ayer todavía no había cesado el dispositivo de búsqueda por mar y aire que trataba de localizar el mayor número de cuerpos posible. Tras casi dos días peinando la zona «creemos que hemos encontrado algún cuerpo más, en la zona de El Médano». No había nada confirmado al cierre de esta edición. Salvamares, helicópteros y aviones permanecían hasta última hora de la noche rastreando las aguas testigo de la desgracia. «A medida que pasan las horas es más difícil que se encuentre a los miembros de la expedición», cuentan funcionarios de Salvamento Marítimo, «aunque vamos a seguir haciendo todo lo que esté en nuestras manos; es lo que estamos haciendo desde el jueves, y aún así ha sido una tragedia».

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