EL MUNDO QUE VIENE / KHADY KOITA

EL MUNDO QUE VIENE / KHADY KOITA: «La mutilación extirpa el sexo de la mujer, pero también una parte de su cerebro, para hacerla muy sumisa»

El Mundo, SILVIA ROMAN, 21-07-2007

EN SU AUTOBIOGRAFIA, ‘MUTILADA’, CUENTA COMO LE CORTARON EL CLITORIS DE NIÑA EN SENEGAL Y COMO FUE VEJADA POR SU ESPOSO EN FRANCIA. PREMIO A LA TOLERANCIA POR SU LUCHA CONTRA LA MUTILACION GENITAL, ES UNA DE LAS VOCES QUE GRITAN MAS FUERTE POR LOS DERECHOS DE LAS MUJERES CARGO: Presidenta de la Red Europea de Lucha contra las Mutilaciones Sexuales / EDAD: 47 años / FORMACION: Autodidacta / CREDO: Musulmana practicante / AFICIONES: Cocinar, pintar seda y viajar / SUEÑO: Conseguir que cada mujer disfrute de su dignidad y su integridad física y moral. Ver el día en que no se hable de derechos del hombre o de la mujer, sino de derechos humanosAlta y estilizada como un masai, pero procedente de otras tierras africanas – Senegal – , Khady Koita – la niña del vientre de arena – , como la llamaban en su pueblo, exhala dulzura de su boca, con su repetida sonrisa y su ligero francés. Pero sus ojos desprenden fuego: unas llamas avivadas por años de lucha, que son la causa de que haya visitado en escaso tiempo dos veces Madrid, esta última ocasión invitada por FAES (Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales), donde ha participado en su Campus.


PREGUNTA. – ¿Cuál es el mensaje que ha venido a lanzar?RESPUESTA. – El mismo que cuando fui galardonada por la Comunidad de Madrid con el Premio a la Tolerancia, el pasado marzo. Fue una distinción muy importante, para mi trabajo y para todas las mujeres que sufren en el mundo y que necesitan la tolerancia para sobrevivir. Tanto entonces como ahora cuento que mi lucha está dedicada a los derechos humanos en general y a las mujeres y los niños en particular. E intento aclarar que esta lucha necesita ayuda, porque no es sólo por las mujeres africanas, sino por todas las del mundo, y contra todas las formas de violencia que padecen: violencia doméstica, violencia sexual, violencia física y psíquica.


P. – ¿Qué podemos y debemos hacer para poner fin a la práctica concreta de la mutilación genital femenina?R. – Ésta es una forma de violencia contra las mujeres. Y, dentro de la misma mutilación, existen varias clases: la escisión (corte), la ablación (extirpación) o la infibulación (coser la abertura vaginal con espinas de acacias y dejar sólo un pequeño orificio). Lo que las mujeres debemos hacer es trabajar todas juntas: europeas y africanas. Es verdad que sólo algunas mujeres africanas están mutiladas, pero todas las mujeres deben luchar contra todas las formas de violencia. La mutilación es un atentado contra la dignidad y la integridad de la mujer; mutila nuestro sexo, pero también una parte de nuestro cerebro, buscando que seamos sumisas, muy sumisas. Te mutilan para garantizar la virginidad y que llegues casta al matrimonio, para que no puedas buscar a otro hombre, porque cuando una mujer es mutilada, se queda sin ganas de hacer el amor, el deseo físico desaparece. La culpable es la educación. Se educa a la mujer, desde bien niña, en que existe sólo para casarse y ocuparse de su marido e hijos. Le hacen llegar la idea de que la mujer está sólo para contraer matrimonio, procrear y ser esclava de su marido; que no tiene derecho a pensar por sí sola, a reflexionar, a vivir como otra persona cualquiera. Se le despoja de su dignidad e integridad. Y cuando a una persona se le quita su dignidad, ¿qué le queda? No gran cosa. Y la mutilación se hace sólo por eso: por el control y la dominación sexual sobre la mujer. Pero yo no culpo de esto a la religión, porque se ha comprobado que nada de ello viene en los textos religiosos, sino que son los hombres los que han querido meter esto en la religión.


P. – Cuando usted habla de hombres, ¿se refiere a hombres y mujeres?R. – Sí. Hombres y mujeres. Porque en muchísimos lugares son las mujeres las que practican la mutilación y no los hombres. De hecho, la mayor parte de las veces son las mujeres las que cortan a otras mujeres. Basta con fijarse en Occidente, por ejemplo, en España. Son las mujeres las que transmiten la tradición. Son las mujeres las que educan a los pequeños, y los pequeños son niños y niñas. Y son estos mismos pequeños los que reciben una educación, a partir de la cual harán todo lo posible para que haya claras diferencias entre los niños y las niñas, entre los hombres y las mujeres. Para mí, las mujeres son los pilares. Son el árbol de la casa. La mujer es un árbol y todos los demás son las ramas que salen de él. Es el pilar de la casa, la guardiana de la tradición. Y esa guardiana ha sufrido y sufre, pero, a su vez, inconscientemente, transmitirá ese mismo sufrimiento a otras mujeres, porque tiene una gran presión social y familiar a su alrededor.


P. – ¿Insiste entonces en que los culpables de esta situación son la tradición y la educación y no la religión?R. – Desgraciadamente, la tradición y la educación van de la mano. La mutilación es una larga tradición que viene de antes de la religión. De hecho, se han encontrado momias egipcias mutiladas, porque en Egipto se ofrecía el clítoris al Nilo para pedir fertilidad y fecundidad. Y eso está mucho más lejos y es muy anterior a las religiones actuales. En otras zonas se mutilaba porque se decía que su clítoris iba a crecer como el pene de un niño y había que quitar la parte masculina de la mujer. Y, también, en otras partes, se decía que la mutilación era como la circuncisión del hombre, pero eso no es cierto, porque la circuncisión masculina es solamente quitar un poco de piel y me gustaría ver a un solo hombre que aceptase ser mutilado como una mujer. Quitarte el clítoris es cortarte un órgano. Y ese órgano no es un órgano genital, sino un órgano sexual.


P. – ¿Y después? Porque las consecuencias son muy duras…


R. – Son terribles. Las primeras consecuencias son las psicológicas. Para mí, son las peores. Para empezar, porque una niña, cuando es mutilada, guarda esa imagen para siempre en su cabeza. Muchos padres lo que hacen es cortar el clítoris a sus bebés con meses, para que no se puedan acordar o sentir el dolor. Y yo digo: ¿por qué un bebé no puede sentir dolor? ¿Acaso un bebé no es un ser humano? Después, vienen las consecuencias inmediatas, que son las médicas: las hemorragias, que te pueden llevar a la muerte. Tras las hemorragias, está, evidentemente, el gran shock, y el dolor, que es muy importante, por no hablar de las infecciones. Y es que se cortan a varias niñas a la vez con un mismo cuchillo o cuchilla, por lo que hay un gran riesgo de transmisión de SIDA. Se puede también hablar de las lesiones de órganos como la vejiga, que, más tarde, empiezan a dar complicaciones. Por ejemplo, por la retención de la orina, porque después de cortarte no vas a orinar del malestar tan inmenso que sientes. Y la orina se queda sin ser expulsada durante largo tiempo. Y te vienen infecciones urinarias. Por no recordar las complicaciones que provoca la infibulación.


P. – Que es la peor mutilación.


R. – Sí, es la peor. Se hace en Somalia, Etiopía, Yibuti, Sudán, Eritrea y Egipto…


P. – Ahora, en Egipto, se acaban de prohibir las mutilaciones genitales tras la muerte de una niña de 12 años durante una operación de ablación del clítoris .


R. – En Egipto, el 97% de las mujeres son mutiladas.


P. – Insisto, tras la muerte de la niña…


R. – Sí, sí. Sé que el Gobierno va a tomar ahora una decisión al respecto. Eso es bueno, más vale tarde que nunca. Pero ese Gobierno lo podía haber hecho antes. Nosotros, los que trabajamos en este asunto sobre el terreno, nos entristecimos enormemente por la muerte de esa niña. Pero, a veces, uno ve que para que algo cambie tiene que ocurrir una tragedia, un sacrificio. Y esta vez ha sido el sacrificio de esta niña, el cual espero que no sea en vano. Es muy triste decirlo, pero, gracias a ella, el Gobierno egipcio es consciente ahora del drama que sufren sus mujeres.


P. – Y de las consecuencias dolorosas y eternas que me estaba detallando…


R. – Consecuencias terribles, como las fístulas. Un ginecólogo podría explicar muchas cosas, entre ellas las reglas dolorosas que padecemos. Yo misma, cada vez que tengo la regla es horrible. Son dos o tres días al mes en los que estoy completamente anulada debido a un sufrimiento enorme. Hay chicas que incluso no pueden expulsar la regla correctamente y se les queda dentro la sangre sin ellas saberlo. Por ejemplo, el año pasado, un cirujano tuvo que operar a una joven con este problema y le sacó un litro de sangre. El médico no daba crédito. Por ello, todos debemos reflexionar sobre este tema. Entiendo que se puede pensar que la mutilación es un rito del pasado, pero si fuera así, hoy día no existiría.


P. – ¿Qué países son más condenables?R. – Aquellos que practican la infibulación: Somalia, Yibuti, Egipto, Sudán, Eritrea, Etiopía, una parte de Kenia y otra parte de Africa occidental como, por ejemplo, Mali o Gambia. Y en España hay muchos ciudadanos de este último país africano.


P. – ¿Es posible entonces que en España se mutile a mujeres? Es más, ¿se siguen practicando mutilaciones en Europa?R. – En algunos países de Europa siguen produciéndose. Respecto a España, yo no podría decir ni sí ni no. Hay una asociación pequeña, que trabaja en Barcelona y yo voy a hacer todo lo posible para que logre trabajar a nivel nacional, porque hay todavía mujeres que cogen a niñas en España y se van a Africa a mutilarlas. Afortunadamente, España tiene una ley sobre extraterritorialidad, que quiere decir que si vas a Africa a hacer eso y regresas, a tu vuelta, te pueden sancionar. Pese a ello, antes de tener que llegar a sancionar a alguien, hay que sensibilizar a la gente, informarla y que esas personas capten que lo que hacen está mal. De ahí que los españoles deben ayudar a las asociaciones que trabajan en este tema sobre el terreno para poder sensibilizar bien, para poder formar a los trabajadores sociales, los médicos y la sociedad.


P. – ¿Qué países son los más comprometidos en esta batalla?R. – Yo diría que los más avanzados en esta lucha son aquellos que tienen un plan nacional gubernamental que tienen incluidas en él a las ONG, porque la lucha la comenzaron las ONG. Y mencionaría, dentro de Africa, a Burkina Faso, un país muy avanzado en esta lucha, ya que tiene una ley, la aplica, y además ayuda a las ONG que están trabajando en ello y de manera correcta. El problema que tienen las ONG es que no tienen suficiente medios para trabajar, por no hablar del dinero, pues tienen proyectos de dos o tres años y después de éstos y del fin del dinero sólo les queda esperar. Y se necesita asistencia logística, financiera, personal y humana para que esas ONG trabajen a largo plazo.


P. – Ha hablado de Burkina Faso en Africa. ¿Y en Europa?R. – En Europa, el país más avanzado es Francia, porque el Gobierno ha ayudado mucho en la lucha y ha hecho cosas concretas. También Holanda y Suecia. En general, todos los países europeos luchan contra la mutilación, pero, cada uno, a su nivel. Bélgica ha empezado a poner en marcha un plan de acción nacional. España está en ello, pero le queda mucho por hacer.


P. – ¿Y Unicef? ¿Cómo valoraría el trabajo de esta agencia de la ONU?R. – Yo no podría decir qué hace exactamente Unicef. Creo que tiene muchas asociaciones en Africa y hace interesantes estudios, como el último que muestra que ya son tres millones de niñas las mutiladas cada año en el continente africano. La OMS también trabaja sobre este tema.


P. – ¿Es usted optimista?R. – Lo soy, porque no soy una persona pesimista. Si lo fuera, no estaría ahora mismo aquí. Hoy día, trabajo con más de 27 asociaciones en Europa y presido la Red Europa de Lucha contra las Mutilaciones Sexuales. Tenemos la sede en Bruselas, pero trabajamos en estrecha colaboración con muchas asociaciones africanas, porque si nosotros no colaborásemos con ellas, nuestro trabajo no serviría para nada. Al mismo tiempo, soy presidenta de la asociación La Palabra, que intenta formar a los profesionales de la salud y de la Educación. Es fundamental recordar el papel clave de la educación, porque mientras una persona no reciba una formación de base no podrá acceder a otra cosa, a preguntarse los porqués, a reflexionar. La alfabetización es fundamental. Queremos participar y contribuir a la mejora de las condiciones de vida de las mujeres y sus hijos, a ayudarlas a comprender los derechos de la persona.


P. – ¿Ve usted un final a la práctica de la mutilación?R. – Nunca doy una fecha, porque no lo sé. Ni siquiera sé si será en este mismo siglo, porque ya a principios de él, a principios del siglo XXI, se sigue practicando. El trabajo que debemos hacer las ONG y los gobiernos es el de cambiar la mentalidad de la población, porque mientras ésta no cambie, junto a su comportamiento, tendremos mucho tiempo por delante de seguir padeciendo la mutilación. Quizá yo no veré el fin, pero tengo la esperanza de que éste llegará, y de que en el futuro será sólo un recuerdo, como el cinturón de castidad en Europa. Esta claro que en cada época los hombres han ideado métodos para controlar la sexualidad de las mujeres.


P. – ¿Ha olvidado usted a la abuela que le cortó el clítoris? ¿Le guarda rencor?R. – No. No la he olvidado, pero tampoco guardo malos sentimientos contra ella, porque estoy segura de que si viviera hoy día habría comprendido lo que había hecho y no seguiría haciéndolo. Lucharía incluso por frenarlo. Porque ella misma me enseñó muchas cosas: la importancia de vivir en familia, sentirla y que sus niños y niñas se eduquen de la misma manera.


APOYO#LA CUESTION – Usted permitió que a tres de sus cuatro hijas les cortaran el clítoris. ¿Lamenta ahora su decisión? ¿Cuál fue el detonante que le hizo cambiar y no dejar que la más pequeña fuera mutilada sexualmente? – Toda mi vida será un lamento por ello. Es la única cosa que siento no poder dar marcha atrás y reparar. Incluso aunque existan ya operaciones extraordinarias que te reparan el clítoris. Siento profundamente haber dejado que las mutilaran. No tengo una sola excusa. Pero es también por ello por lo que estoy aquí, en esta lucha. Y al menos mi hija más pequeña, Binta, que hoy tiene 22 años, no fue mutilada. Se salvó porque mi mente ya había cambiado, porque había tomado conciencia de que yo misma había sido partícipe de uno de los actos violentos de este mundo. Además, murió una niña en París tras sufrir una ablación y me pregunté: ¿por qué? Somos mujeres y bastante tenemos ya con padecer. Porque ser mujer en este mundo es una batalla continua.


APOYO#«Los hombres sí que son el sexo débil, por ello siempre quieren controlar a la mujer»¿Se calificaría de feminista? – Si defender mi dignidad y la de otras mujeres significa ser feminista, lo soy. Pero me siento femenina antes que feminista, porque reivindico mi feminidad. Soy una mujer y no un hombre. Soy mujer, emigrante y negra. Y para mí ello es una batalla perpetua. Es terrible, porque si eres mujer, tienes que estar todo el tiempo recordándote: soy un ser humano, soy igual que el hombre y no inferior a él. Somos seres complementarios. Nos llaman el sexo débil, pero yo pienso que son ellos el sexo débil, porque siempre tienen la necesidad de controlar a la mujer. Incluso cuando las mujeres atacan a otras mujeres (como en el caso de la mutilación sexual, pues son ellas las que cortan), lo hacen por la presión de los hombres. Para ellos es genial utilizar a mujeres contra mujeres para alcanzar sus fines. Consiguen marcar a una mujer y adoctrinarla, para que ella continúe marcando a otras.¿Goza de formación universitaria? – Desgraciadamente, no. Si hubiera estudiado muchos años estoy convencida de que ahora trabajaría en Naciones Unidas, una organización que no avanza, aunque muchos asuntos relacionados con los derechos humanos no avanzan.


Entonces, ¿cuáles han sido sus estudios? – Cuando pisé Francia recién llegada de Senegal, con 14 años, intenté estudiar. Logré hacer algún que otro curso de contabilidad y también hice trabajos sociales. De ahí, pasé directamente a las ONG.¿Cuál es su mayor sueño? – Mi sueño es que cada mujer disfrute de su dignidad y su integridad física y moral. Y que un día no se hable de los derechos del hombre ni de la mujer, sino de los derechos humanos. Que cada uno viva libre. Yo misma me digo: me cortaron el clítoris, pero la única cosa que no me han podido cortar es mi libertad de pensamiento.¿Qué religión profesa? – Soy musulmana practicante. Fui educada en una familia muy religiosa, de imames, entre ellos, mi propio padre. Pero mi familia era de una tolerancia extraordinaria, basada en respetar al otro, en tener un espíritu abierto para poder vivir todos juntos, perteneciera uno a la confesión que fuera.


Imagino que usted no sólo lucha y trabaja, sino que además tiene hobbies. – Adoro cocinar, pero no tengo tiempo suficiente. Así que mi verdadera afición es pintar seda cuando estoy muy estresada. Me relaja y me hace pensar en otra cosa. También me gusta viajar y descubrir a otras personas. Es por eso que, cuando viajo, adoro mezclarme y reunirme con la población autóctona.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)