País de inmigrantes

La Vanguardia, , 06-07-2007

O que tenía que convertirse en el último – ¿único?- legado positivo de la Administración Bush a las futuras generaciones de estadounidenses, una ley que solucione de forma realista el estatus de los 12 millones de inmigrantes sin papeles que se calcula que hay en el país, embarrancó la semana pasada en el Senado. Dada la inminencia del receso veraniego y el inicio de la temporada de las elecciones primarias poco después de las próximas Navidades, apenas quedan las sesiones parlamentarias otoñales para lograr un consenso que se está revelando muy difícil.

Es una verdadera lástima, porque la proclama que figura en la estatua de la Libertad – “Dadme vuestras masas cansadas, pobres, apretadas…”- es el testimonio de una política de puertas abiertas que forjó una nación. El proyecto de ley ahora aparcado aumentaba la seguridad de las fronteras y el número de plazas carcelarias para los que aguardan la deportación, pero también establecía una serie de mecanismos y procesos para determinar quién podía quedarse y quién no, por cuánto tiempo y en qué condiciones, con la codiciada tarjeta verde (residencia) o incluso la ciudadanía como meta final.

En todos los grandes países receptores sucede más o menos lo mismo, pero la inmigración en Estados Unidos es una cuestión étnica, cultural, de servicios sociales, presupuestaria, de seguridad ciudadana y de seguridad externa, laboral y, por supuesto, de moral y de justicia. Como ha declarado el senador John McCain, uno de los patrocinadores de la ley – y candidato a la presidencia-, “algunos norteamericanos creen que deberíamos encontrar a todos esos millones (los sin papeles)que recogen nuestras cosechas, cuidan nuestros jardines, trabajan en nuestros restaurantes y limpian nuestras casas, que deberíamos detenerlos y devolverlos a los países de donde vinieron. No sé cómo se hace eso. Y no sé por qué alguien querría hacerlo”. Se puede decir más alto, pero difícilmente más claro. Si hay un país con efecto llamada, ése es Estados Unidos, donde nadie nunca ha pedido seriamente papeles para todos. Pero encontrar una solución para los que ya están dentro – y trabajando- es de puro sentido común.

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