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Las normas de deportación

Las Provincias, F. P. PUCHE, 14-06-2007

Pocas noticias más conmovedoras que la de la muerte de un súbdito nigeriano residente en Elche en el curso de un vuelo en el que iba a ser deportado a su país de origen. Conmueve su muerte, las circunstancias terribles en las que se produjo, las dudas que se han generado sobre lo que pudo pasar y los detalles que se han filtrado de cuanto ocurrió a bordo del vuelo Madrid – Lagos.


Lo que ya no sé si conmueve tanto a la opinión pública es el conocimiento de los protocolos que enmarcan estos viajes de deportación. Aunque a mí, para empezar, me resulta asombroso constatar que estas personas, incluso en el caso de que sean expulsadas de España por haber cometido delitos graves, viajan en vuelos regulares comerciales y no en aviones especiales.


Nadie nos da detalles que son preciosos. Por ejemplo: ¿cuántos agentes de policía acompañan a cada deportado? ¿Uno o dos? ¿Van de uniforme, llevan armas, están especialmente formados para estas misiones, suelen saber idiomas? España, que está sometida a muy graves presiones de inmigración ilegal, da la impresión de tener ese flanco descubierto. Pero podemos estar toda una mañana escuchando una tertulia de radio en la que se habla de los concejales de ANV sin que nadie resuelva un dilema tan elemental como el que ahora sintetizo: ¿Quién es la autoridad a bordo de un avión: el comandante de la nave o los agentes de policía que viajan para acompañar a un delincuente deportado? ¿Los deportados van esposados como podríamos imaginar o la expulsión de un inmigrante ilegal es un mero acto administrativo de entrega en frontera que excluye radicalmente cualquier medida de seguridad? Nadie aclara nuestras dudas sobre lo que puede y no puede hacer un agente de policía, o un comandante de Iberia, cuando a un deportado –y no hablo ahora del triste caso del nigeriano de Elche– se le ocurra escupir a los otros pasajeros, gritar dentro del avión o cocear a las personas que le rodean.


España, y Europa, está obligada a tomar estos asuntos con rigor y seriedad. Y cunde la impresión de que improvisamos.

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