REPORTAJE

Gloria: venezolana, 'sin papeles', explotada

Unos 100.000 inmigrantes están en situación irregular en la región, lo que favorece la precariedad

El País, S. HIDALGO / Á. CORCUERA, 14-06-2007

Hace nueve días, Gloria Vélez se quedó sin trabajo, sin paro, sin derecho a nada. Porque la dueña de la panadería donde estaba empleada no le hizo contrato aprovechándose de que está en España en situación irregular. Gloria es venezolana y fue despedida el 5 de junio.

Su horizonte durante un año fue un mostrador de una panificadora en el barrio de Aluche, en Madrid. Ahora sólo tiene su pasaporte: como ella, en la región hay 100.000 extranjeros irregulares, según estima CC OO.

La patrona le pagaba, mes a mes, en efectivo, 880 euros. Ella, a cambio, cuenta que estampaba su firma en un papel donde ponía “gratificación”. Trabajó durante un año 12 horas al día – en navidades, 17 – : abría la tienda, limpiaba el local, atendía a los clientes, salía a comprar víveres, cerraba. Todos los días escuchaba de su jefa amenazas del tipo: “Como digas que estás sin contrato, te van a deportar”.

“La dueña de la tienda me prometió que si estaba con ella un año, luego me arreglaría los papeles”. Pasó el año y Gloria reclamó el contrato: “Me contestó que ella no me había prometido nada, que eran cosas mías”. Al día siguiente, 5 de junio, fue a abrir la tienda, como siempre, y se encontró con que la panadera había cambiado las cerraduras. “Las dos nos peleamos a gritos en la calle, y los clientes me daban a mí la razón. Al final vino la policía, me llevaron a comisaría y allí me dijeron que fuese a consultar el caso con CC OO”, explica la inmigrante.

El sindicato está estudiando demandar a la empresaria. Ésta no quiso hacer declaraciones.

Gloria, de 36 años, lleva tres en España. Llegó meses después de la regularización masiva del Gobierno socialista. Salió de su país, según cuenta, porque se había convertido en un lugar “muy violento e inseguro”. Dice que allí era la dueña de una fábrica de ropa.

Casos de explotación y precariedad como el de Gloria se repiten entre los 800.000 inmigrantes que viven en la región. Para recabar testimonios, sólo hace falta darse una vuelta por cualquier barrio de la periferia de la ciudad. La brasileña Maria Santos, de 44 años, se pasó cuatro limpiando habitaciones de hotel. Se destrozó la espalda. Ahora trabaja, también de pie, en un quiosco de helados. “Es de mi propiedad, pero en invierno, como se venden pocos helados, tengo que buscar otro sueldo”, explica.

Los inmigrantes salieron de su país para ganarse el pan. Sin embargo, les cuesta más sudor, ya que el sueldo que reciben es hasta un 30% inferior que el de los empleados autóctonos. No significa que en el mismo puesto de trabajo les paguen menos que a los españoles, sino que suelen copar las ocupaciones peor pagadas. Eso a pesar de que su nivel de estudios es mayor. Así lo afirma un informe sobre Madrid actualizado trimestralmente por Comisiones Obreras con datos del Instituto Nacional de Estadística, el padrón y la Encuesta de Población Activa.

Cobran menos. Trabajan mucho. Como Rosa Tenesaca. Sale de casa a las siete de la mañana y no vuelve hasta medianoche. Por la mañana cuida de un señor mayor por 600 euros y por la tarde, limpia, de 16.00 a 23.00, unas oficinas por 290 euros al mes y sin contrato. “Y si tengo tiempo al mediodía voy a casas particulares”, cuenta. Tiene 31 años y es ecuatoriana. Los fines de semana sólo quiere dormir. Le gustaría ser modista.

Raúl Silva, de 37 años, es de Guinea – Bissau y sueña con ser escritor. En su país fue a la universidad. En Madrid trabaja como pintor de brocha gorda. Dice que se quiere ir de España. “Como a un empresario de aquí le digas que tienes estudios, se piensa que eres muy listo y no te coge”, se queja. Él trabaja nueve horas al día, pero su jefe le computa sólo seis: “Si un día tengo un accidente, no me quedará nada”. Raúl, como casi todos, tiene contrato temporal.

La temporalidad entre los inmigrantes se sitúa “entre el 78% y el 80%”, dice CC OO. Es el triple que la del resto de la población. Además, el paro aprieta más al inmigrante que al madrileño de toda la vida. Un 13% de desempleo entre los extranjeros frente al 6,6% del resto. Otro dato. El paro de los inmigrantes subió un 19,37% entre noviembre de 2005 y noviembre de 2006, mientras que descendió un 5,85% en los autóctonos. Pero a pesar de sus dificultades, la tasa de actividad de los extranjeros (la población que busca trabajo o trabaja) es mayor. Un 75% frente a un 64% de los españoles.

Madrid es la comunidad española con mayor número de extranjeros afiliados a la Seguridad Social: 425.926. De ellos, las tres nacionalidades que más tienen son Ecuador (91.540 afiliados), Rumania (47.816) y Colombia (38.547). Por sectores, los inmigrantes trabajan sobre todo en la construcción (25%), servicios a empresas (20%), servicio doméstico (16%), hostelería (15%) y comercio (15%).

Roberto Paguada es cristalero, peruano y mileurista. Tiene 27 años. En su tarjeta de trabajo por cuenta ajena figura que, durante un año, sólo podrá pedir trabajo como lavacoches o similares. “Así no se puede prosperar, se supone que llegas de cero, como en las películas, y luego mejoras. No me quejo de mi sueldo, pero los españoles de mi trabajo tienen mejores condiciones laborales porque se atreven a protestar y conocen las leyes y sus derechos. Yo, no”, explica. Otro peruano, Rubén Alfaro, de 43 años, sueña con ser jefe de obra. Estudió para eso. Aquí se conforma con sobrevivir de peón.

“Estudié Administración de Empresas en Bolivia. Aquí no he conseguido nada mejor que ser teleoperadora por 700 euros”, se queja Juana Vivanco. “Si eres español o europeo, los empresarios te tratan distinto. Estoy capacitada para hacer un trabajo mucho mejor que el que tengo ahora mismo”, concluye, rotunda.

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