ABDELÁ TAIA · ESCRITOR MARROQUÍ

"Los marroquíes no creen en sí mismos"

Tengo 33 años. Nací en Rabat y vivo en París, en Belleville. Escribo, pero me incomoda decir que soy escritor. ¿Política? ¡De izquierdas! ¿Religión? Me siento musulmán, y execro a todo musulmán intolerante. He reconocido en público en mi país mi homosexualidad: ¡ningún marroquí lo había hecho antes! Ha sido un escándalo...

La Vanguardia, , 12-06-2007

VÍCTOR-M. AMELA
- Puede decirse que es usted un valiente…

- He sentido una responsabilidad y la he asumido.

- No tenía por qué.

- No hay nada que yo odie más que la hipocresía, constante en la sociedad marroquí: para ser coherente ¡tenía que decir la verdad!

- O sea, decir que es homosexual.

- Yo empleo otra palabra: mathali,derivada del árabe clásico mithe,que significa como. Y se entiende que te atraen los que son como tú.

- ¿Qué tiene de malo homosexual?

- Su definición en Marruecos es la de persona que gusta del sexo contra natura.¡No puedo aceptar esa definición! ¿Quién decide qué afectos son naturales o no?

- ¿Qué dicen las leyes marroquíes sobre la homosexualidad?

- Que es un delito. Un delito con pena de cárcel, de seis meses a tres años.

- También en España fue delito…

- España es hoy ejemplo para el mundo en esto. El presidente Zapatero es admirable.

- ¿Qué impulso le llevó a declarar su homosexualidad?

- Emigrado en Francia, he escrito una novela autobiográfica, El Ejército de Salvación.Y un periodista de un diario marroquí me preguntó hace unos meses si el chico protagonista – homosexual- era yo mismo…

- Pudo fingir y decir que no, ¿no?

- He fingido siempre, por mera supervivencia, y no soy nada heroico, pero… Pero ese día sentí que no se trataba de mí, sino de que mi voz era una herramienta política. Y mi asco a la hipocresía pudo más que mi miedo.

- ¿Qué pretendía?

- Romper el cliché de homosexual como criatura alocada, cliché aún imperante allí.

- ¿Y qué ha pasado desde ese momento?

- Desafiar un tabú tan enorme ¡ha desatado una ruidosa polémica pública en Marruecos!

Muchos se han escandalizado…

- ¿No le ha detenido la policía?

- No se han atrevido: ¡hubiese sido un escándalo exterior mayor que el interno, claro!

- ¿Ha recibido respaldo de alguien?

- Sí. Marruecos cuenta hoy con un par de semanarios muy críticos con la vida marroquí actual, y se han puesto de mi lado.

- ¿Y sus familiares qué dicen?

- Ésa es la parte dolorosa de todo esto… Se enteraron por los periódicos ¡y en árabe! O sea, todos los vecinos se enteraron; y mis hermanas y cuñados, y mi madre… han pasado vergüenza por mi causa.

- Lo siento.

- He sentido un desgarro, he llorado durante semanas: a la vez que yo me liberaba como individuo ¡hería a las personas que más amo! Sobre todo a mi madre. Es horrible…

- ¿Qué le ha dicho su madre?

- Siendo analfabeta, al final resulta que es la más comprensiva. Ella no me ha dicho “no quiero verte más”, como algunos otros, sino “no me digas que no te casarás”, “no me digas que no me darás nietos”, “no me digas que no irás a La Meca…”

- Pobrecita. Adorable, su madre.

- Claro: ¡ésos eran sus sueños para mí! Y los respeto. No coinciden con los míos, es la lástima… Mi madre ha sido siempre una mujer habladora y creativa, que ha afrontado el mundo con su labia y sus rituales.

- ¿Rituales?

- Sí, ella cree en los yinn,los espíritus del desierto. Yo he mamado esa locura tan creativa. Marruecos es un país loco, y eso me encanta y le salva. Y mi madre es mi heroína.

- ¿Qué le disgusta más de Marruecos?

- Que la gente no cree en sí misma. Los marroquíes son encantadores, talentosos…: si va a Marruecos, usted lo verá. ¡Pero ellos no, ellos no lo creen, ellos no creen en sí mismos!

- Les han criado siempre como súbditos.

- ¡No lo soporto! Yo no he sido así: de niño, yo soñaba con ser un día director de cine y con viajar a París. Recortaba fotos de actrices y actores, las pegaba en álbumes… Se burlaban de mí…, ¡pero resistí! Lloraba, pero resistí. Y hoy… ¡vivo en París y estoy a punto de trabajar en una película!

- ¿Qué le hizo a usted ser diferente?

- Quizá prendarme de mi hermano mayor, Abdelkebir… Él era dieciocho años mayor que yo, y representaba para mí la masculinidad. Para mí era ya un hombre, encarnaba el deseo de hombre.

- ¿Se enamoró de su hermano?

- Me atraía, física e intelectualmente. Abdelkebir trabajaba, ganaba dinero, arreglaba la casa, escuchaba música moderna, leía mucho… Empecé a leer libros que él me pasaba.

- ¿Qué tal se lleva ahora con su hermano?

- No tenemos trato. Un día les dijo a mi madre y a mis hermanas ¡que le buscasen mujer…! ¡Él, que era tan, tan moderno…!

- ¿Y por qué hizo eso?

- No lo sé, pero fue un retroceso, una renuncia a su propia libertad: se casó, se recluyó en su casa. Yle ha pasado lo que les pasa a los hombres marroquíes con sus mujeres.

- ¿Qué les pasa?

- Que las mujeres los convierten en sus perritos, en sus esclavos domésticos.

- Eso suena muy misógino, Abdelá…

- Ya, pero lo reafirmo. No es culpa de ellas: la sociedad marroquí controla tanto a las mujeres, ¡que es lógico que ellas ansíen tener a su hombrecito para ellas solas!

- ¿Todo esto cambiará o qué?

- Por desgracia, crecen los islamistas que te dicen “o eres de los míos o te mato”… Pero lo peor es que los marroquíes no toman las riendas, no saben que Marruecos es suyo.

- ¿Y qué ha descubierto usted en Francia?

- Que estoy solo. En Marruecos vivimos siempre en grupo, en clan… La soledad es el precio de la libertad. ¡Y yo lo pago con gusto!

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)