Redadas a la integración

Las asociaciones sociales de Bilbao denuncian las detenciones indiscriminadas que realiza el Cuerpo Nacional de Policía en San Francisco por considerar la integración su principal víctima.

Deia, , 11-06-2007

hadj tiene 36 años, una novia bilbaina y lleva ya siete meses viviendo en Bilbao. El pasado 17 de mayo mientras tomaba un café en una cafetería de San Francisco fue detenido por la brigada de Inmigración del Cuerpo Nacional de Policía durante una redada. Su delito, ser argelino. “Irrumpieron de pronto y nos pidieron la documentación, todos los que no la teníamos fuimos detenidos inmediatamente. Intenté explicarles que vivía aquí con mi novia, que estaba aprendiendo castellano y un oficio. Dio igual”, explica Hadj. Como él, fueron detenidos otros 20 ese mismo día y otra veintena el mes anterior. Hadj tuvo suerte al poder demostrar en menos de 48 horas su arraigo, no así Elhabib, al que abrieron un proceso de expulsión y del que sus amigos ya no han sabido más.

Las asociaciones de ayuda a inmigrantes de Bilbao denuncian ahora esta “práctica habitual” del Cuerpo Nacional de Policía al considerar que su principal víctima es la integración. “Este tipo de agresiones deja a las personas sin papeles en un estado de vulnerabilidad absoluta, lo que dificulta cualquier esfuerzo por fomentar su integración”, explica Juan Carlos González, miembro de la asociación de ayuda a inmigrantes Izangai. “El barrio de San Francisco tampoco se merece ser tratado así”, añade.

Desde Harresiak Apurtuz, coordinadora de ONG en apoyo al inmigrante, van más allá. Consideran este modo de actuar del Cuerpo Nacional de Policía “una verdadera caza de brujas contra los sin papeles”. “No son un caso aislado y principalmente se centran en el barrio de San Francisco. Todas tienen el mismo modus operandi, dificultando el conocimiento de estos hechos a las asociaciones que trabajan por los derechos de los inmigrantes”, subrayan a través de un comunicado.

Entre los hechos que siguen a la detención, denuncian que se obstaculiza la posibilidad de que estas personas sean asistidas por abogados. “No me dejaron llamar a nadie. Ni mostrarles mis facturas del piso, la luz o el agua. Soy una persona que ha venido a trabajar, tengo una novia de aquí y estoy aprendiendo un oficio”, explica Hadj asustado todavía por la detención y preocupado por el paradero de los compatriotas con los que compartió calabozo por unas horas.

“Muchas veces nos llama la Policía para decirnos que han detenido a una persona que les ha dado el nombre de la asociación. Entonces tenemos 48 horas para demostrar que tienen arraigo, cobran una renta básica o están realizando un esfuerzo por integrarse, las únicas puertas que deja abiertas la ley de Extranjería para que no sean expulsados”, señala González, quien atiende a un centenar de personas al día desde Izangai.

“Si el agente no ha pronunciando bien el nombre del detenido da igual lo que hagamos; si la detención se ha producido cerca del fin de semana, también porque apenas contamos con tiempo”. Por eso, no encuentran sentido a las redadas. “Hay una cara desconocida de la inmigración. Es la del que viene dispuesto a trabajar, a aprender el idioma. Las redadas les convierten a todos en delincuentes”, concluye González.

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