REPORTAJE

La doble vida de Selene

La niña gaditana que denunció haber sido violada por su marido, mauritano de 42 años, sigue en una casa de acogida mientras la justicia decide si regresa con su padre biológico

El País, LIBERTAD PALOMA, 11-06-2007

Selene nació en Cádiz, pero tiene doble nacionalidad porque sus padres proceden de Mauritania. Selene tiene también dos familias: la biológica y la que se ha encargado de su crianza durante años. Y dos vidas: la de todos los días, la de sus clases en el IES La Jarcia de Puerto Real (Cádiz), la de sus amigas, su habitación con sus juegos… Y la de sus visitas esporádicas a Mauritania, un país diferente, con tradiciones distintas, y donde el tiempo pasa más deprisa.

En Nuakchot, la capital de este país africano, Selene ya no es una niña. Hace un año y medio, en su último viaje, Selene contrajo matrimonio con un hombre de 42 años pariente de su padre. Tenía sólo 13 años.

A su regreso a España, ya casada, la niña volvió a su antigua vida. Volvió a su rutina escolar – aunque había perdido un curso por el largo periodo que pasó en Mauritania – a salir con sus amigas, a ver la tele. Sólo que desde entonces, desde que es considerada una mujer, ya no puede ir a la calle sin cubrir su cabeza con un pañuelo. A Selene, acostumbrada desde siempre a vestir a la manera occidental, no le entusiasmaba la idea de tapar su melena, pero acabó cediendo. Su familia gaditana la convenció de que era lo mejor si no quería enfadar a sus padres, y le enseñó a respetar las costumbres de un pueblo y de una religión diferentes.

Desde hace una semana, Selene vive alejada de sus dos vidas. Espera con una familia de acogida a que se resuelva el caso que ella misma llevó a los juzgados. La niña denunció que había sido violada por su marido, Moctar, después de que su madre, Hawa, la forzara con amenazas y agresiones a mantener relaciones sexuales con él. Ambos están ahora en prisión. El padre biológico de Selene, en libertad con cargos, exige que le sea devuelta la custodia de la niña. Ella, que ratificó ante el juez lo que ya había denunciado ante la Policía y en el hospital en el que la atendieron por sus lesiones, se enfrenta ahora a unos daños más graves. Hoy mismo visitará a un psicólogo que la ayude a superar los días más intensos de su corta existencia.

Cuando regresó de Mauritania el año pasado, Selene creyó haber dejado en África su vida de casada. El matrimonio, con un marido a miles de kilómetros, parecía menos aterrador. Pero el pasado fin de semana, su esposo, comerciante, llegó a Puerto Real para visitarla. Había aprovechado un viaje de negocios a Alemania para pasar por España. La ciudad celebraba entonces su feria de primavera. Música, atracciones y diversión que Selene tuvo que abandonar porque su madre le ordenó que fuera a casa a estar con la familia. Un día antes de la llegada de su marido, Hawa llevó a Selene a la peluquería. Tenía que estar preparada.

Con la llegada de Moctar comenzó la peregrinación de Selene por el hospital, la comisaría, el juzgado y la casa de acogida. Un duro trago para una niña de 14 años que, según sus familiares directos, se podría haber ahorrado: “Es todo fruto de las influencias de unas personas enemigas”, explica Lemine Nagem, portavoz de la familia mauritana. Según su versión y la del resto de miembros de su “comunidad”, Selene contrajo matrimonio libremente “porque había conocido al chico, que es joven y guapo, y le había gustado”. “Si ahora ha cambiado de opinión, porque a lo mejor le da vergüenza porque sus amigas de aquí no están casadas, no tiene más que decirlo: se puede divorciar”.

El padre de Selene, Mohamed Ould Abdallahi, mantiene el mismo discurso. “Nunca haría algo que dañara a mi hija. Soy inmigrante porque quiero darle lo mejor”. Selene, según interpretan sus familiares y según han declarado ante el juez su madre y su marido, actuó “manipulada” por la familia con la que reside.

Esta familia, un matrimonio de Puerto Real y sus tres hijas, todas mayores que Selene, se hicieron cargo de la niña cuando ésta no había cumplido el año y medio. Eran vecinos de la pareja mauritana, y veían frecuentemente a Selene en el edificio. En muchas ocasiones se la llevaban a casa para bañarla, darle de comer o comprarle ropa. Al final, fue la propia Hawa quien, antes de marcharse de viaje a Mauritania, le pidió a esta familia que se encargara de Selene y de su hermano, Andrés, que acababa de nacer. Desde entonces, los dos hermanos viven con ellos. Apenas tienen contacto con sus padres biológicos, y ninguna vinculación legal, pese a que viven en la misma población.

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