Ser musulmán y vasco después del 11-M

Gara, 08-06-2007

Partiendo de los prejuicios que ciertos medios de comunicación y posiciones políticas fomentan contra los musulmanes, Abdul Haqq Salaberria realiza un ejercicio de clarificación respecto al papel que desempeña esa comunidad y sus aportaciones en las sociedades donde se asienta. Para concluir, analiza los motivos de ese intento de desprestigio y criminalización que tiene un carácter global

Afortunadamente para los musulmanes sevillanos, en particular, y para la espléndida ciudad de Sevilla, en general, el Partido Andalucista se ha quedado sin representación tras unos desastrosos resultados electorales. El uso demagógico que ha hecho de este tema, tan sensible para la ciudadanía, le ha pasado factura.

Este no es un caso aislado. Desde ciertos medios de comunicación y desde atrincheradas posiciones políticas se pretenden azuzar ciertos miedos y prejuicios ancestrales contra los «moros» que sin duda encubren los mediocres argumentos políticos en asuntos de mayor calado social como el de la vivienda, la emigración, la estabilidad laboral, o el modelo de estado, por poner unos ejemplos. Esta táctica es tan simple y antigua que dice muy poco a favor de los políticos y demagogos de la comunicación que la siguen usando, una y otra vez, en sus programas, en sus mítines y en sus artículos. El macrojuicio del 11 – M y las constantes detenciones de supuestos islamistas violentos son un escenario que muestra esta tendencia día a día. La mayor parte de imputados y detenidos lo han sido sólo por coincidir con un perfil determinado y por su aislamiento social. Hay personas que han sido detenidas por una «sospecha», una falsa denuncia, o porque su huella dactilar estaba en un Corán que ha pasado por una docena de manos. Sin embargo, aunque su inocencia quede probada y sean puestos en libertad, nadie podrá restablecer las vidas de esas personas, su credibilidad social, sus negocios…

Pero detrás de esa pomposidad mediática hay una realidad diaria que afecta a ciudadanos de primera y de segunda en este hipotético estado de derecho. Un estado de derecho que, afectado por la violencia de grupos extremistas, se legitima a sí mismo para transformarse en un estado de excepción permanente, donde derechos individuales y colectivos son pisoteados a diario. Nada nuevo, salvo por un matiz importante: el componente religioso.

Cuando se nos pregunta cuántos musulmanes hay en Europa, o en tal país, o en tal ciudad, nosotros siempre respondemos que es imposible de determinar con exactitud. ¿A qué nos referimos? ¿A la asistencia a una mezquita? ¿A la pertenencia a una asociación? ¿A un origen nacional o étnico? Las cifras oficiales siempre hacen referencia a los orígenes nacionales sin tener en cuenta, por ejemplo, la población local que abraza el Islam o los hijos de musulmanes locales o de origen diverso que han nacido en Europa y quieren seguir rigiendo sus vidas según el Islam, sin por ello dejar de ser cultural y legalmente europeos.

Lo cierto es que, no sin dificultades de todo tipo, los musulmanes europeos llevan varias décadas intentando aportar a sus sociedades, en las que están integrados de hecho, otros puntos de vista acerca de la existencia, de la relación entre el ser humano y su Creador, y las propias relaciones sociales en el seno de una comunidad de creyentes. Todo ello sin renunciar a sus culturas nacionales, bien sean europeas, africanas o asiáticas. Los musulmanes europeos están construyendo Europa, se quiera o no se quiera ver, no sólo con la apertura de centros islámicos, mezquitas, comercios y cementerios, sino con innumerables aportaciones al pensamiento político contemporáneo, a la filosofía, al arte, la literatura, la música o el cine, además de su incalculable esfuerzo como fuerza de trabajo y su contribución a la sostenibilidad demográfica del viejo continente.

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