El papel o el alma

El Periodico, JOAN Barril, 01-06-2007

Los expertos en Historia del Derecho dicen – – o al menos así me parece recordarlo – – que las leyes humanas dimanan de la ley natural. Para decirlo de otra manera: el sentido común nos dice que no hay que matar a nadie, en consecuencia la ley de los hombres penaliza el homicidio. El sentido común nos advierte también de que hay que dar socorro a las personas heridas, y la ley penaliza a aquellos que no lo hacen con una figura penal que es la omisión de socorro. Así se han ido haciendo las cosas a lo largo de los siglos y de las civilizaciones.
Pero corremos tiempos complicados en los que la ley del papel llega a ser más importante que la ley natural. Lo hemos visto estos días con los náufragos de Costa Marfil que el Montfalcó salvó de una muerte segura mientras que otros países comunitarios se desentendían de ellos para que fueran a pudrirse en el fondo del Mediterráneo. Una ley de la tierra, la que impide el acceso de inmigrantes sin papeles, fue más definitiva para las autoridades maltesas que una ancestral ley del mar, esa que consiste en salvar vidas y luego ya veremos qué hacemos.
Sin necesidad de ir a situaciones extremas como la de los náufragos, he escuchado en estos últimos días al amigo Pere Navarro advirtiendo de que tiene la idea de extraer sangre de los heridos en cualquier accidente y como medida previa a cualquier otra. El objetivo de esa extracción sin autorización sería comprobar si los implicados en el siniestro conducían bajo los efectos del alcohol. Conducir sin la responsabilidad necesaria provoca muertes y hay que evitarlas. Tal vez el expresidente Aznar tenga una nueva oportunidad de decir que cada uno controla lo que quiere controlar. Pero más allá de las medidas preventivas no parece que esa disposición controladora en momentos especialmente frágiles sea un prodigio de ley natural. Primero vamos a socorrer a los heridos, prescindiendo de su presunta culpabilidad. Luego podemos empezar a establecer el grado de inconsciencia. Primero, salvar incluso al homicida. Solo después llega el momento de la condena. Eso es lo que a mí me enseñaron y lo que yo enseñaré a los que me sigan.

Los archivos inútiles

Alguien va jactándose de la juventud media de los nuevos ayuntamientos. Eso está bien, porque indica que los jóvenes se apuntan a las cosas del común. Pero ¿dónde están los políticos experimentados? Da la sensación de que se están aplicando a la política los mismos criterios que imperan en la empresa privada: prejubilaciones por arriba y sueldos bajos por abajo. Llevamos años de democracia y la política es un permanente usar y tirar. ¿Qué se ha hecho de Felipe? ¿Alguien pide consejo a Narcís Serra? ¿Por qué el popular Manuel Pimentel dejó el partido? Precisamente, cuando hoy vemos comportamientos infantiles en algunas formaciones políticas parece que todos los elegibles quieren vivir sus experiencias sin intromisiones del pasado. Un patrimonio político que ya no sirve para nada. Tal vez no ayudarían a acertar, pero al menos contribuirían a que los errores no fueran tan frecuentes ni tan repetitivos.

Pequeñeces

Las mejores intenciones y los futuros más brillantes dependen a veces de cosas tan pequeñas como el mal humor de un conserje o el error continuado en una nómina.

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