Sarkozy descubre el Mare Nostrum

El Mundo, RUBÉN AMON. Corresponsal, 30-05-2007

El presidente francés insistirá mañana ante Zapatero en su proyecto de Unión Mediterránea como respuesta a la inmigración Nicolas Sarkozy juega en Europa con dos barajas. Una la maneja para mantener en pie el eje París – Berlín. Otra la desenfunda para reforzar el frente mediterráneo. No sólo como contrapeso comunitario o como reflejo de un mismo patrimonio histórico. También porque la Unión Mediterránea, amparada en el peso de Italia, Francia y España, es un respuesta a la inmigración, un vehículo político con el Magreb y una alternativa diplomática a las crisis que sacuden Oriente Próximo.


La idea ya la expuso Sarko en Madrid a Rodríguez Zapatero cuando era ministro del Interior (27 de febrero), pero va a reiterársela mañana en el palacio de La Moncloa «porque es un compromiso adquirido» y porque el borrador ya ha obtenido las bendiciones políticas del jefe del Gobierno italiano, Romano Prodi.


El primer ministro italiano estuvo de visita el lunes en el Elíseo sin prejuicios ideológicos. Venía a cumplimentarse con el nuevo jefe del Estado francés, aunque la escala en la capital francesa tenía como verdadera excusa colocar los cimientos de la futura Unión Mediterránea.


Nicolas Sarkozy sabe moverse en el terreno de la izquierda. Primero porque ha nombrado al socialista Kouchner comandante en jefe de la diplomacia francesa. Y en segundo lugar porque necesita los apoyos de Madrid y de Roma como referencia de un proyecto del que también forman parte cuatro miembros de la UE: Portugal, Grecia, Malta y Chipre.


Al otro lado destacan los países del Magreb y Egipto, aunque la lista de Sarko también pretende incluir al Líbano, Israel y Turquía. Los dos primeros justifican que la Unión Mediterránea quiera convertirse en la fuerza mediadora del polvorín medioriental, mientras que Turquía, desconcertada por el peso de Chipre en el esquema, considera que su inclusión es una vaga respuesta a sus pretensiones comunitarias.


Quiere decirse que Ankara no se resigna a la recompensa de una plaza en la Unión Mediterránea. Mantiene firmes sus propósitos de incorporación a la primera división y busca apoyos para convencer al jefe del Estado galo.


Presiones al margen, Nicolas Sarkozy quiere convertir su proyecto en un espacio donde queden convenientemente armonizados los esquemas de la seguridad, la inmigración, la ecología y la actividad financiera.


«España y Francia tienen en común ser países a la vez europeos y mediterráneos», explicaba ambiciosamente a EL MUNDO en febrero. «Hoy, podemos ir todavía más allá y tomar la iniciativa de construir, con el conjunto de los países del espacio mediterráneo, una auténtica Unión Mediterránea que tenga vocación de trabajar estrechamente con la UE y desarrollar, un día, instituciones comunes con ella».


De acuerdo con Nicolas Sarkozy, la Unión Mediterránea podría organizarse en torno a una reunión periódica de sus jefes de Estado y de Gobierno, tal como los grandes países industrializados celebran su G8.


Estructuralmente funcionaría con un Consejo del Mediterráneo, a imagen y semejanza del Consejo de Europa en la Unión Europea. Los pilares de este espacio de solidaridad y cooperación consistirían en una política común de inmigración concertada, de protección del medioambiente y de codesarrollo. Incluyendo la creación de un banco mediterráneo de inversiones llamado a servir de contrapunto financiero.


El entusiasmo de Romano Prodi se explica porque Italia representa una frontera de la inmigración clandestina y porque la Unión Mediterránea podría concederle a Roma un nuevo peso diplomático en Europa.


«La Unión Mediterránea tiene un papel complementario», explicaba el jefe de Gobierno italiano. «No es la competencia de la UE ni pretende convertirse en interlocutora de los países ribereños que no forman parte del concepto comunitario. Su principal virtud consiste en mejorar las relaciones de los estados que vivimos en el Mediterráneo».


Rodríguez Zapatero parece igualmente decidido a respaldar el proyecto sarkozyano. Les diferencia vistosamente el enfoque de la regularización masiva de inmigrantes – Sarko ha criticado duramente la amnistía zapateriana – , pero les emparentan muchos objetivos comunes.

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