El Reino Unido considera que la culpa de la tragedia en el canal es de Francia

La ruta en patera ha reemplazado otras vías más convencionales ahora cerradas

La Vanguardia, RAFAEL RAMOS, 26-11-2021

Verse a sí mismo como un angelito inocente, el paradigma de la moralidad, y echar la culpa del problema al prójimo es el más facilón (y habitual) de los recursos, ya sea en las relaciones entre personas o entre estados. Es lo que hace ahora el Gobierno Johnson tras la muerte en el Canal de la Mancha de 27 personas que intentaban cruzar en una lancha inflable de Francia a Inglaterra.

“Es Francia la que tiene que hacer más”, proclamó la ministra británica de Interior, Priti Patel, en una sesión urgente de los Comunes dedicada al tema, repitiendo como un loro lo que llevan meses diciendo el primer ministro Boris Johnson y todos los miembros de su Gabinete, en vista de que se han triplicado las llegadas de solicitantes de asilo a través del canal respecto al año pasado, y algunos días superan la barrera de los mil individuos. El Atlántico se ha convertido en el Mediterráneo, y el Reino Unido ha empezado a sufrir en carne propia situaciones como las de España, Italia, Grecia o Polonia. Su herida es pequeña, pero se ha puesto a gritar como si lo estuvieran desollando vivo.

El elemento más atractivo del Brexit fue el de recuperar el control de las fronteras
El Gobierno de Londres se enfrenta a enormes presiones para detener de cuajo el flujo migratorio, porque quizás el elemento más atractivo del Brexit para quienes lo votaron fue recuperar el control de las fronteras, y la actual situación parece totalmente descontrolada, dando la impresión (incierta) de que llegan más inmigrantes ilegales que nunca. En realidad, el número de solicitudes de asilo ha bajado un 4% respecto al 2020, y lo que ocurre es que la ruta en patera por el canal ha reemplazado a otras más convencionales cerradas o que se han vuelto más difíciles con la pandemia, como colarse de polizón en barcos, ferries y camiones.

Los diputados conservadores están que trinan, los votantes “tories” (y bastantes laboristas) se suben por las paredes, Boris Johnson teme perder votos, los columnistas de derechas atizan el fuego y las imágenes televisivas de los botes llegando a las costas de Kent no sugieren precisamente control. Antes del Brexit, Gran Bretaña tenía cuando menos la opción de invocar los acuerdos de Dublín e intentar devolver a los inmigrantes al primer país de la UE en el que habían puesto el pie. Ahora, ni siquiera eso.

Johnson y Macron se retroalimentan mutuamente y sacan todo el partido político posible a la guerra dialéctica en la que están enzarzados por el Brexit, el Protocolo de Irlanda del Norte, la venta de submarinos a Australia y la negativa británica a conceder todas las licencias de pesca en sus aguas que exigen los franceses. Tras echar la culpa a a París, la ministra Patel (de ultraderecha) admitió por lo menos que la tragedia del canal requiere “una solución conjunta”, y reiteró la oferta de enviar policías y agentes fronterizos británicos al país galo.

En vista de que hasta ahora esa cooperación no es la que Londres desearía, la Administración Johnson sigue avanzando por la vía unilateral, que consiste en desvincularse del Acta de Derechos Humanos y aprobar una ley de Fronteras que ya se está tramitando en el Parlamento, que abrirá la opción de externalizar a terceros países el procesamiento de los solicitantes de asilo y rechazar automáticamente sus peticiones si llegan a Gran Bretaña de manera ilegal. Otros, como el exlíder de la oposición, Jeremy Corbyn, pidieron sin embargo un tratamiento más humano a quienes se juegan la vida en las pateras y búsqueda de soluciones para las causas de su desesperación, como la miseria, las guerras en sus países (provocadas con frecuencia por Occidente) y los desastres medioambientales, en vez de referirse a ellos como “criminales extranjeros”. Legisladores laboristas pidieron la apertura de “rutas legales y seguras de acceso que hagan innecesario lanzarse, y que el Ministerio de Interior se tome más en serio la tramitación de los permisos de residencia de los inmigrantes en vez de rechazarlos por sistema (un setenta por ciento de los casos son considerados de índole económica en vez de persecución política, y por tanto descartados, abriendo un proceso de apelaciones que dura años).

Londres ha tenido que descartar opciones como utilizar a los marines para que obliguen a las pateras a regresar a Francia, atacar a las embarcaciones con cañones de agua y atraparlas en redes de pesca, precisamente por el miedo a que se produzcan accidentes como el del miércoles, y porque la imagen internacional sería espantosa. Ha descubierto que enviar a los inmigrantes a islas como Santa Helena, las Malvinas o Diego García es logísticamente inviable, y que no es fácil encontrar gobiernos (ha hablado con Ruanda y Albania) que establezcan campos de internamiento a cambio de dinero. Pero mientras tanto, c’est pas ma faute, c’est la faute de France .

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