Un nuevo naufragio en el canal de Sicilia deja 130 inmigrantes muertos

Si se hubiera caído un avión de línea habrían estado las Marinas de media Europa, pero eran solo abono para el cementerio del Mediterráneo», denuncia la ONG que participó en la búsqueda

Diario Vasco, DARÍO MENOR Roma, 26-04-2021

En la mañana del pasado miércoles sonaba el teléfono de Alarm Phone, un colectivo de activistas que gestiona las peticiones de ayuda de los inmigrantes que tratan de llegar a Europa cruzando el Mediterráneo. Al otro lado de la línea, unos pescadores libios advertían sobre dos embarcaciones en apuros que habían zarpado en la noche anterior desde la localidad libia de Al Joms, al este de la capital, Trípoli. «Nos dijeron que en una iban unas 130 personas, de las que siete eran mujeres y una de ellas estaba embarazada. En la otra había unas 100. A las 9:51 dimos la alerta a las autoridades de Italia y Malta, así como a la llamada Guardia Costera libia, a ACNUR y a varias ONG», cuenta María Rodríguez, miembro de Alarm Phone. Pese a esta y a otras peticiones de ayuda que vinieron después, ningún país europeo hizo nada para socorrer a los inmigrantes. Las olas de hasta seis metros que se registraron en el Canal de Sicilia provocaron este jueves el naufragio de la lancha neumática cargada con 130 inmigrantes. No se han encontrado supervivientes; solo trece cadáveres.

Frente a la inacción de las naciones del Viejo Continente, que trataron de escurrir el bulto y ni siquiera quisieron coordinar las tareas de búsqueda, solo se movilizaron para intentar localizar a los náufragos tres buques mercantes, el Vs Lisbeth, el Alk y el My Rose, así como la nave humanitaria Ocean Viking, fletada por la ONG Sos Méditerranée. El My Rose fue el primero en encontrar tres cadáveres flotando en aguas internacionales al noreste de Trípoli, mientras que un avión de la misión europea Frontex divisó los restos de la lancha. Luego llegó a la zona del hundimiento el Ocean Viking, que se encontraba antes tratando de encontrar a una barca con unos 40 inmigrantes a bordo que también habían pedido ayuda a Alarm Phone y de los que nada más se sabe.

Labores de los equipos de rescate en el Canal de Sicilia / SOS MEDITERRANEE
«Estábamos navegando literalmente en un mar de cadáveres», cuenta Alessandro Porro, presidente en Italia de Sos Méditerranée y que se encuentra en el Ocean Viking, cuya tripulación guardó un minuto de silencio al encontrar los restos de la lancha neumática y los cuerpos sin vida de trece de sus ocupantes. «Si se hubiera caído un avión de línea habrían estado las Marinas de media Europa, pero eran solo migrantes, abono para el cementerio del Mediterráneo por los que es inútil correr, así que nos quedamos solos», lamenta Porro. Luisa Albera, coordinadora de las operaciones de rescate en el Ocean Viking, denuncia que este es el resultado cuando los países europeos abandonan deliberadamente sus responsabilidades.

Ante la inacción de las autoridades, los capitanes del Ocean Viking y los de las tres naves mercantes que se encontraban en la zona tuvieron que organizar por su cuenta el operativo de búsqueda. Éste se desarrolló mientras seguían pidiendo ayuda los activistas de Alarm Phone, que tuvieron su última comunicación con los inmigrantes de la nave hundida a las 20:15 horas del miércoles. «La llamada se cortó. Probablemente se quedaron sin batería en el teléfono, como nos habían alertado en las conversaciones anteriores. Seguimos insistiendo a las autoridades de Italia para que intervinieran, pero nos decían que avisáramos a las autoridades competentes, aunque saben bien que es casi imposible comunicar con los Guardacostas libios. Al final logramos hablar con ellos y nos dijeron que no harían ninguna operación debido a la condiciones meteorológicas adversas», explica Rodríguez. «Esta tragedia podría haberse evitado si las autoridades hubieran asumido sus responsabilidades: rescatar a las personas en el mar», denuncia esta activista que asegura estar «devastada» tras enterarse de que habían muerto estas 130 personas a las que trataron de salvar durante horas.

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Desde Trípoli también informaron a Alarm Phone de cuál había sido el destino de la otra embarcación zarpada desde Al Joms con un centenar de personas a bordo. Fue interceptada por las autoridades libias, que la llevaron de vuelta al país norteafricano, adonde llegó con una de sus pasajeras y su bebé muerto por causas desconocidas. Tanto las Naciones Unidas como las ONG llevan años advirtiendo que los inmigrantes no pueden ser devueltos a Libia al no tratarse de un puerto seguro debido a las terribles vejaciones y violaciones de los derechos humanos que allí sufren.

La realidad de los centros de detención donde son recluidas estas personas al volver al país norteafricano es terrible. En uno de ellos, situado a las afueras de Trípoli, murió hace unos días un chico de 17 años y otro resultó herido al ser tiroteados por un guardia cuando estaban en su celda, hacinados con otras seis personas. «Nos encontramos con inmigrantes con heridas muy recientes cuando visitamos los centros a los que se nos permite tener acceso, que les han hecho en estos lugares donde las condiciones resultan inhumanas», denuncia Bianca Benvenuti, responsable de asuntos humanitarios de Médicos Sin Fronteras en Libia.

Se calcula que hay unas 4.000 personas recluidas en estos campamentos, en su mayoría provenientes de naciones subsaharianas. Alrededor de un 10% de los internos tienen derecho al estatus de refugiado, según ACNUR. En estos centros no solo acaban quienes trataban de llegar a Europa pero se toparon en su camino con la Guardia Costera libia, ya que también resultan habituales las detenciones arbitrarias de subsaharianos por el simple color de su piel. En los centros no oficiales, controlados por las milicias que dominan buena parte del territorio del país, se teme que el número de inmigrantes recluidos sea mucho más alto.

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