Trump y Biden compiten para despertar al gigante dormido de las minorías étnicas

Los analistas creen en que los votos hispano y afroamericano, que mantienen su alza, en noviembre serán más decisivos en que anteriores elecciones

Diario Vasco, CAROLINE CONEJERO Nueva York, 21-09-2020

Dominar el intrincado tapete de las dinámicas de voto de las minorías étnicas del mapa electoral constituye ya la piedra angular imprescindible para ganar cualquier elección presidencial en Estados Unidos. Así lo creen los analistas, aunque advierten que también conforman un gigante dormido reacio a acercarse a las urnas. Donald Trump y Jose Biden tratan de despertarlo a su favor cuando escasamente queda poco más de un mes para las presidenciales de noviembre.

Habitualmente los votantes de las minorías castigan en las urnas a candidatos demócratas, su preferencia natural, al considerar que les han desatendido. En 2016 un porcentaje de este segmento y de los jóvenes progresistas se abstuvo o no votó por Hillary Clinton, que fue doblemente sancionada: por la ley penal federal que firmó su marido como presidente y por el boicot del Partido Demócrata a Bernie Sanders durante las primarias.

En la cita de 2020 los hispanos se convierten en el grupo étnico minoritario más grande, con poco más del 13% de los votantes, un porcentaje algo mayor que el de los afroamericanos, que desde 2000 se ha mantenido constante con aproximadamente el 12%. Unos 32 millones de latinos tienen derecho al voto, en comparación con 30 millones de la población negra. Y los asiáticos alcanzan unos 11 millones, lo que representa el 5%.

El importante crecimiento de las minorías refleja que un tercio del censo no será blanco en esta cita. Tras un año que ha sido de todo menos normal, ambas campañas se han activado a última hora para conseguir el porcentaje de voto de este fragmento social, que podría hacer la lucha entre Donald Trump y Joe Biden extremadamente reñida.

El candidato demócrata cuenta con un sólido 90% del respaldo afroamericano, por encima del 72% que amparó a Hillary Clinton en 2016 y frente a sólo un 6% que apoya a Trump. Entre los hispanos, sin embargo, Biden cuenta con menor predilección, inferior aún que su antecesora en 2016, que se impuso en este electorado por 38 puntos. Además, el exvicepresidente de Barack Obama esconde en su armario el cadáver de las deportaciones de inmigrantes durante su mandato.

Un verano convulso
A pesar de la reconocida importancia de empezar cuanto antes el tradicional cortejo de las minorías, las campañas presidenciales parecen haberse dormido tras un convulso verano por las protestas contra la violencia policial, que han introducido nuevas sensibilidades en la ya saturada mesa de juego electoral.

La campaña demócrata, en su mayor parte confinada por la pandemia desde las primarias, ha reconocido haberse quedado atrás en el esfuerzo de atraer a los hispanos, muchos de los cuales permanecen aún electoralmente inactivos. Esta comunidad ha achacado a Biden haberla desatendido y de centrarse casi por completo en los blancos de los suburbios y en los afroamericanos. Sin embargo, hace unas semanas sonó la alarma, porque se convenció de que sus esfuerzos hasta entonces habían sido mediocres, algo que podría tener consecuencias devastadoras en noviembre. A los demócratas les queda poco más que un mes para corregir sus errores.

En busca del tiempo perdido, Biden ha reaccionado enérgicamente y en las últimas semanas ha incrementado la movilización entre los latinos, particularmente en el fundamental estado de Florida, donde el demócrata realizó su primera visita como candidato esta semana coincidiendo con el inicio del Mes Nacional de la Herencia Hispana. En un discurso enfocado en los hispanos, el martes por la noche expuso su compromiso con la reforma de inmigración y un nuevo plan para apoyar la economía de Puerto Rico.

El equipo demócrata ha construido un agresivo programa de alcance hispano, que atiende a la complejidad de esta minoría, con directores de voto latino en once estados y esfuerzos microfocalizados en varias comunidades. La publicidad incluye oradores especialmente seleccionados, con acentos mexicanos en Arizona, cubanos en Miami y puertorriqueños en Orlando y Tampa.

La ansiedad por arrebatar a Trump el estado que le otorgaría la victoria automáticamente, se extiende también a Arizona, que el partido espera retorne al azul por primera vez en veinticuatro años. También en Nevada, Carolina del Norte, Pensilvania y Georgia los latinos son un voto valioso.

Al electorado afroamericano, por su parte, tampoco le ha impresionado la elección de la senadora Kamala Harris para el ticket de Biden, una fiscal general de California propicia a la línea dura penal con ciertos posicionamientos controvertidos, que ni siquiera fue capaz de activar a su electorado natural durante las primarias. Gran parte de la comunidad negra aún sigue decepcionada con Obama por sus políticas económicas y raciales.

Por ello ven a políticos a los senadores Kamala Harris y Cory Booker como nuevas versiones del mismo elitismo del stablishment demócrata.

Se espera, sin embargo, que la primera mujer afroamericana candadata a la vicepresidencia movilice al codiciado segmento de voto de la población femenina de color, fundamental en esta cita con las urnas.

Cuba
Trump, que necesita al electorado hispano tanto o más que Biden, trata de atraerse su voto a pesar de las políticas antimigratorias, el muro con México y la constante degradación de los inmigrantes. Al tiempo intenta conservar el cierto respaldo que mantiene en el complejo electorado latino.

El segmento más tradicional conservador ha respondido bien a las posiciones favorables de los republicanos hacia los grupos religiosos y el sólido bloque de los cubanoamericanos de Florida al protagonizar una línea dura contra Cuba a pesar de que Fidel Castro no forme ya parte de la ecuación.

En términos de género, el presidente es popular entre los hombres latinos más que entre las mujeres, otro importante subgrupo electoral insuficientemente trabajado por ambas campañas.

Aunque las encuestas recientes muestran ciertas incursiones de Trump en el mundo hispano, se espera que el voto de este etnia vaya en mayor medida a Biden. La cuestión es por cuánto margen, un índice que podría determinar estos comicios. Como ha señalado Stephanie Valencia, cofundadora de firma de encuestas e investigación de enfoque hispano demócrata Equis Research, «todos los caminos a los 270 delegados del colegio electoral pasan por los latinos».

Pero al final una cosa es atraer a los votantes y otra movilizarles para que acudan a las urnas. Las campañas para desacreditar el sufragio por correo, los esfuerzos en muchos estados para inhibir el voto de minorías o la incertidumbre de cómo la pandemia afectará al proceso, son sólo parte de las innumerables variables en juego. Pero por ahora, todas las campañas ponen la fe en los latinos.

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