PAPIROFLEXIA

Coronavirus y racismo

Mirar para otro lado no es la solución, construir muros o poner barricadas, tampoco.

Canarias 7, ALBERTO ARTILES CASTELLANO , 06-08-2020

Las concertinas son antitrepa, los diques más largos, las plantillas de las fuerzas de seguridad se incrementan, los acuerdos económicos con los vecinos para que impidan la entrada se aumentan, el nivel de exigencia de la Unión Europea para que las fronteras no se vulneren se extrema, la amenaza terrorista es una realidad, el del contagio de epidemias, también. Todas las medidas, en general, se implementan. La mayoría trata de entrar en el país saltando las vallas fronterizas o embarcados en pateras, aunque su desesperación por sobrevivir los empujó a navegar hasta en balsas de juguete o simples flotadores. Bien lo sabemos en Canarias.

El archipiélago acaba de superar desde 2008 los 3.000 inmigrantes llegados a sus costas, pero aún está muy lejos de las cifras que registró en la crisis de los cayucos de 2006, cuando más de 32.000 personas alcanzaron las islas desde África. Otras 6.000 personas murieron en el mar en el intento. La inmigración ilegal supone un grave problema social, humanitario y económico para el archipiélago. Sin embargo, no justifica actitudes ni expresiones que cada vez más afloran en una sociedad abierta y solidaria como la canaria. Que también fue emigrante en tiempos de hambruna y miseria.

El miedo o el prejuicio insano al extraño ha sido desde siempre un mal que se contagia fácilmente en todas las sociedades. Sin embargo, la pandemia ha elevado la sospecha entre nosotros y ha disparado el rechazo hacia el diferente. El ámbito de análisis no es solo local, sino que es un fenómeno global. Hay ejemplos alrededor del mundo que invitan a la reflexión. Por ejemplo, al principio de la crisis del coronavirus, cuando solo afectaba básicamente a China, los ciudadanos chinos en otros países vieron cómo eran víctimas de actitudes xenófobas.

Ahora desconfiamos del vecino y estigmatizamos por partida doble a los inmigrantes. «Nos vienen a robar el trabajo… Y ahora a contagiarnos», se escucha en cualquier tertulia de acera. La reacción desmesurada de unos vecinos ayer ante la llegada de migrantes y el miedo al contagio en su pueblo es la escenificación de ello. Aunque resulta paradójico, porque muchos de ellos se empeñaron de forma insolidaria e irresponsable a celebrar las fiestas patronales hace menos de 15 días y conviven habitualmente con turistas en el municipio más turístico de Canarias. ¿Miedo al coronavirus o racismo? Mirar para otro lado no es la solución, construir muros o poner barricadas, tampoco.

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