Austria: vodka, ultraderecha y geopolítica

El Partido Austriaco de la Libertad mantiene intensas relaciones con la Rusia de Vladimir Putin desde 2016

El Mundo, IGOR SOSA MAYOR , 20-05-2019

Un grotesco vídeo clandestino ha llevado a la dimisión del vicecanciller austríaco Heinz Strache, líder del partido de extrema derecha. Fumando y bebiendo desaforadamente, Strache aparece en un villa ibicenca ofreciendo a una supuesta oligarca rusa futuras contratas públicas. La contraprestación se explicita descarnadamente: la compra del periódico austriaco de mayor tirada para ponerlo al servicio del Partido Austriaco de la Libertad (FPÖ, en sus siglas alemanas). La escena, cuajada de sudores ibicencos, bravuconadas machistas y botellas de vodka, tiene al menos dos implicaciones relevantes para los europeos.

Un primer aspecto es la evolución de la extrema derecha europea en los últimos años. El FPÖ es el decano de estos partidos en Europa. Surgido como un partido liberal tras la guerra, experimentó un giro radical en los 80 con la llegada de Jörg Haider a la cúpula del partido. Aupado en prácticas de democracia directa, el carisma de su líder y el anquilosamiento de la política austriaca, el partido escaló posiciones hasta llegar al gobierno a principios del siglo XXI. Con un resultado esperpéntico: las tensiones entre el populismo practicado en la oposición y las responsabilidades en el gobierno resquebrajaron al partido hasta su ruptura en dos mitades.

Strache asumió en 2005 un partido descalabrado y aplicó unas tácticas seguidas por otros partidos de extrema derecha como el de Marine Le Pen. Alejó al partido de su imagen más trabucaire, limó exabruptos ultraderechistas demasiado zafios y acentuó la visión socialpopulista de los de arriba contra los de abajo. La ardua tarea fue poco exitosa hasta que dos factores jugaron a su favor: la eternidad de las grandes coaliciones austríacas y la geopolítica. Ésta última se manifestó en la crisis de los refugiados, lo que le permitió no solamente subrayar su antiguo discurso antiinmigración, sino también abrazar la idea de una civilización occidental y cristiana en peligro por el avance del islam. Una evolución peculiar pues durante mucho tiempo el partido miraba con desdén a una Iglesia católica más cercana a los democristianos que a ellos.

Pero la evolución más relevante, común a muchas ultraderechas, ha sido la de la posición hacia la Unión Europea. Durante largos años el partido jugueteó una y otra vez con un referéndum de salida de la Unión. Sin perder una clara posición nacionalista, hoy sin embargo su actitud se antoja diferente. Cuando en 2017 el canciller Kurz se vio abocado a pactar con el FPÖ una coalición, Strache podría haber aprovechado el tirón de un Brexit entonces todavía en fase eufórica para vincular el pacto a la celebración de un referéndum. Sin embargo no lo hizo. Al igual que sus homólogos de otros países, el FPÖ parece haber aceptado la Unión, abogando por cambiarla desde dentro. O dinamitarla.

Un segundo aspecto relevante es la alargada sombra de Rusia. Austria es geopolíticamente más relevante de lo que su insignificancia geográfica pudiera hacer entrever. En tanto que país neutral acoge importantes organismos internacionales (OPEP, Organismo Internacional de Energía Atómica, etc.). Por añadidura, por razones geográficas e históricas mantiene profundas conexiones con dos espacios geopolíticos objeto de las apetencias putinescas: los Balcanes y el mundo poscomunista (Hungría, Chequia o Eslovaquia). Muchos de esos países constituyen el llamado Grupo de Visegrado, esquivo a los proyectos de profundización europea.

Las intensas relaciones del FPÖ con Rusia resultan innegables: el partido firmó en 2016 un acuerdo de cooperación con Rusia Unida, el partido de Putin. Un papel relevante juega el oligarca ruso Konstantín Maloféyev, financiador de encuentros ultraderechistas, en los que miembros relevantes del FPÖ se empapan de las ideas del filósofo neofascista Aleksandr Duguin. No es casualidad que en el vídeo mencionado Strache afirme que occidente es decadente, asumiendo una idea de propaganda desde la Rusia de Putin. Y hay que reconocer que viéndole a él, en camiseta de tirantes, hilvanando sandeces y amañando chuscamente contratas, es probable que desgraciadamente no ande descaminado.

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