“Existe una relación directa entre las maras y la caravana de migrantes a EEUU”

Diario de Noticias, UNA ENTREVISTA DE IRENE ARAMENDÍA CINTORA FOTOGRAFÍA UNAI BEROIZ, 20-11-2018

Nacido en Vitoria en 1976, el periodista Roberto Valencia López llegó a El Salvador en octubre de 2001, país en el que lleva 17 años, por lo que se considera salvadoreño. Lo demuestra transmitiendo los salvadoreñismos y la jerga pandilleril en Carta desde Zacatraz(Libros del K.O.), donde sumerge al lector en el mundo de las maras con la historia de Gustavo Adolfo Parada Morales El Directo, del que se dijo que era el hombre más peligroso y temido de El Salvador, y al que Valencia entrevistó a las pocas semanas de llegar y en 2012 en el Centro Penitenciario de Seguridad Zacatecoluca, “una cárcel que por su aparente inexpugnabilidad y por su dureza se ha ganado el sobrenombre de Zacatraz”, dice en el libro.

¿Qué le cautivó del personaje?

-La de 2001 no fue una gran entrevista, pero me llamó su persona. Era un joven sin estudios y muy inteligente y me hizo activar el radar por el debate que generó, porque con 17 años fue acusado de cometer 17 asesinatos, según cifras oficiales. Su vida no es excepcional, actualmente hay 64.000 pandilleros activos, pero quería describir la complejidad de las maras y su historia me pareció una buena vía.

Comenzó a escribir el libro hace ocho años y ha recolectado el testimonio de más de 50 personas. ¿Qué fue lo más complicado?

-La salvadoreña es una sociedad muy abierta y lo más fácil fue hablar con sus familiares. Además, El Directo me puso en contacto con su esposa, Rosa, y su madre, Dora Alicia. Lo más difícil fue condensar todo el trabajo en algo menos de 400 páginas.

Cuando volvió a entrevistarle once años después, ¿lo vio cambiado?

-Fueron cuatro tardes en las que se mostró muy abierto y generoso, pero no era la misma persona. No esperaba que me reconociese y yo iba con un recorte para enseñarle la entrevista que le hice, pero cuando me vio dijo que me recordaba.

La historia se podría titular Crónica de un pandillero anunciado… ¿Las maras son en origen violentas o han ido creciendo?

El Barrio 18 tiene su germen en la mitad del siglo pasado y la Mara Salvatrucha, en los años 70. Ya se odiaban, pero cuando llegan a El Salvador en los 90 desde Los Ángeles -donde surgieron por la política de deportación continúan desarrollándose conforme a la sociedad. Desde el principio, los jóvenes han encontrado una familia en las pandillas, e internamente siguen funcionando igual y siguen manejando armas.

¿Qué papel juegan las mujeres en las maras?

Tienen un papel clave. Antes había dos vías de ingreso para ellas: por coger -tener sexo con uno, varios o todos los pandilleros, o tras la paliza de iniciación que se da a todos los miembros. Desde hace un par de años no es así, y la Fiscalía salvadoreña aduce que es porque ha crecido el número de féminas que soplan desde dentro de las pandillas, pero personalmente no conozco ningún caso, lo que no quita que los haya. El rol de las madres también es fundamental, porque meten y sacan información de las cárceles en las vistas.

¿Son las pandillas uno de los motivos de que huya la caravana de migrantes hacia Estados Unidos?

Efectivamente, es una de las razones indiscutibles. Existe una relación directa, una coyuntura, pero no es la primera vez que pasa. Por ejemplo, cuando nació en 1981 Gustavo Adolfo su padre huyó, y lo mismo hizo él cuando salió de prisión, en la que estuvo tres veces -la última le mataron.

En el libro dice que las maras “hoy por hoy serían irreproducibles en Sudamérica, en Europa” y “ni siquiera en Estados Unidos”…

-Sí. El fenómeno que se desarrolla en El Salvador está impregnado de crueldad, e incluso ha intentado expandirse a otros países como Nicaragua, donde ha sido bloqueado y no ha tenido la misma repercusión.

¿Por qué ocurre de este modo en El Salvador?

-Es una situación compleja y no actúa un solo factor, sino muchos entrelazados, como la desigualdad, el clasismo, la pobreza, la debilidad del Estado, el modelo económico, el uso de la violencia para resolver problemas… Es una sociedad que tolera cuestiones que no se permitirían en otras.

El Gobierno ya ha calificado a las maras como un problema de seguridad nacional. ¿Qué está haciendo para combatirlo?

-En los 90 estaba a otras cosas, pero desde 2003 las maras adquieren más presencia y se opta por el manodurismo, aunque han seguido creciendo. Esto es lo grave, porque es una sociedad que aplaude la violencia.

En 2012 comenzó una tregua, pero el presidente Salvador Sánchez Cerén anunció el 5 de enero de 2015 el fin de “negociar con las pandillas” para “perseguirlos y castigarlos”. ¿Qué ha pasado desde entonces?

Cuando acabó la tregua, el Gobierno adoptó una violencia más severa, casi de estado de guerra. Las fuerzas de seguridad asesinaron en tres años -de 2015 a 2018 en horario laboral a 1.400 personas en supuestas actividades delictivas. Esta es una cifra altísima teniendo en cuenta que el país tiene 6,5 millones de habitantes.

¿Cuál es el principal reto a la hora de abordar el problema?

-El preso sale de la cárcel, pero no está rehabilitado, sino con ganas de matar. La sociedad pandillera no es como los cárteles mexicanos donde hay posibilidad de vencer porque son grupos estratificados con un cabecilla, sino que en El Salvador hay una disciplina interna difícil de controlar.

Quizás una salida sea que los mareros se den cuenta…

-Es lo que se pretendía en el trienio de tregua, pero lo que se obtuvo fue precisamente lo contrario.

¿Ha cambiado el perfil del marero en los últimos años?

-La imagen de los pandilleros ya no es la que se tenía antes, de chicos con gorra y tatuajes. Sigue habiéndolos, porque marcarse la piel para ellos es un trofeo. Sin embargo, desde que ha comenzado esta persecución policial, los chicos ya no se tatúan tanto, para que no se les relacione con las maras y los agentes puedan agredirles.

¿Cuál cree que es la solución a este fenómeno?

-Francamente, no lo sé, pero sí sé que la estrategia represiva no es la solución. Es un problema interno en el que los mareros han sido catalogados de terroristas. La represión no acaba con el problema, y no es viable tener cárceles con más presos de los que pueden albergar.

¿Ve usted el final del fenómeno?

-Pensaba que este año había aminorado, y en parte es así, porque ha habido 50 asesinatos por cada 100.00 habitantes. Comparado con hace unos años es una cifra muy baja, pero siguen siendo 9 asesinatos al día. Sin embargo, no tiene mucho margen de crecimiento, y es posible que aminore dentro de una o dos generaciones.

¿Cómo se vive actualmente esto en El Salvador?

Los muertos siguen estando en los medios y empieza a haber cosas que no se toleran, pero forma parte de la vida normal pagar la renta -a las pandillas, del mismo modo que lo es la compra o la luz.

Entonces, ¿es un sometimiento?

-Para nada. Los pandilleros no son ajenos a las comunidades, sino que son el sobrino de, el hijo de, etc. Si no te metes con ellos, todo va bien, así que hay padres que encierran a sus hijos en casa y que únicamente les dejan salir para ir a la escuela.

Actualmente están en elecciones, ¿forma parte del programa presidencial?

-No, es un tema ausente, y tampoco es reclamado por la ciudadanía, sino que la violencia es aplaudida en el país, por la forma de ser. Por parte del pueblo, lo ideal sería quemar las cárceles con los presos dentro.

“La represión no acaba con el problema y no es viable tener cárceles con más presos de los que pueden albergar”

“La imagen de los pandilleros ya no es la de antes, ya no se tatúan tanto para que no se les relacione con las maras”

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