«Las maras tienen más solicitudes para entrar que plazas disponibles»

Las caravanas de emigrantes han puesto de actualidad uno de los grandes problemas que sufre Centroamérica: las pandillas, tema que conoce en profundidad el periodista Roberto Valencia

ABC, Susana Gaviña, 20-11-2018

«Ser pandillero era… era tener el apoyo de todos los que estaban en la pandilla, la compañía de las muchachas andaban ahí con nosotros… no sé… la forma de vestir, el respeto en la colonia… Todo eso llamaba la atención, pero al final era la decisión de cada uno. Claro, cuando se entraba en la pandilla, uno tenía acceso a monte, a drogas, a armas…» El que habla es Gustavo Adolfo Parada, alias «El Directo», el pandillero más mediático de El Salvador, que se afilió a la MS-13 (la Mara Salvatrucha), la más peligrosa del país junto a Barrio 18, cuando apenas era un niño. Lo hace durante una entrevista concedida en la cárcel conocida como Zacatraz –por sus fuertes medidas de seguridad– al periodista Roberto Valencia. Celebrada en marzo de 2012, año y medio después «El Directo» sería asesinado en otro penal.

Esa entrevista forma parte de las más de cincuenta realizadas a lo largo de ocho años que han dado forma a «Carta desde Zacatraz» (Libros del OK), un trabajo exhaustivo que ha alumbrado un libro «estrictamente periodístico, que reconstruye una vida de la manera más objetiva», explica a ABC Valencia, que está de gira promocional por nuestro país. Intenso y extenso, para elaborarlo el autor ha tenido acceso a los expedientes carcelarios del pandillero tanto de cuando era menor de edad como ya adulto y ha hablado con jueces, activistas e incluso con su familia más cercana.

El volumen utiliza la figura de «El Directo» para vertebrar la historia de las maras, un fenómeno que ha condicionado la vida de una región, la de sus ciudadanos y la del Estado –en El Salvador es un problema de «seguridad nacional», al mismo tiempo que se ha convertido en un poder paralelo, con el que los partidos políticos han llegado a negociar–.

Aunque el número de miembros de las maras salvadoreñas se calcula en 60.000 personas, su entorno –familias– amplia su zona de influencia a 400.000 personas, en un país de poco más de seis millones de habitantes y «que tiene la extensión de Badajoz», puntualiza el escritor y periodista.

Desmontar falsas «verdades»

Valencia, nacido en Vitoria hace cuatro décadas pero que lleva quince años viviendo en El Salvador «ya me siento salvadoreño», confiesa, trabaja en la sección Sala Negra del diario digital «El faro», que se ocupa de cubrir temas de violencia en el Triángulo Norte de Centroamérica, que engloba a Honduras, Guatemala y El Salvador. De ahí su profundo conocimiento sobre un fenómeno como las pandillas, que ha seguido durante tres lustros.

Entre los objetivos que se planteó el periodista a la hora de abordar este libro se encontraba el de «desmontar» las «verdades», termino utilizado con cierta ironía, de los medios de comunicación que convirtieron a «El Directo», con apenas 17 años, en un monstruo para muchos y en una leyenda para otros. La informaciones inexactas sobre sus delitos alumbraron titulares que fueron replicados sin contrastar. Esto, por su puesto, no inhibe al pandillero, considerado el más peligroso de El Salvador, de sus culpas: «Era un asesino», afirma el periodista sin titubear, durante una charla con este periódico en la Casa de America, en Madrid.

En el texto, planteado como un drama cinematográfico, el autor también analiza el entorno social de las maras, así como la respuesta judicial y política para combatir sus actos, traducida en la mayoría de las ocasiones en una fuerte represión –«tanto de gobiernos de derechas como de izquierdas»– que multiplicó el número de muertos y empujó a la población a abandonar el país, como se ha visto durante las últimas semanas (al menos tres caravanas han salido de El Salvador para llegar a EE.UU.).

Huir de El Salvador

«El de las pandillas es uno de los factores determinante para esa huida, eso es indiscutible», reconoce Valencia, que rehúye la homogeneización que se hace del fenómeno de la MS-13. «Estoy en contra de considerar que la Mara Salvatrucha es una especie de multinacional que tiene sucursales. La de Los Ángeles (donde nació a finales de los años 80), la de El Salvador o la de Honduras tienen en común, a día de hoy, poco más que el nombre. Son estructuras muy autónomas».

En cuanto a su evolución, en El Salvador, tras la ruptura de la tregua de 2012 –promovida por el Gobierno, entre la MS-13 y el Barrio 18–, «hubo un repunte de violencia con 103 asesinatos por cada cien mil habitantes», indica. «Desde 2015 las tasas están bajando, lo que puede hacer pensar que la situación está mejorando y se están recuperando zonas, arrebatándoselas a las pandillas, pero yo no compro ese discurso gubernamental». En cuanto al resto de la región, «Honduras está a la baja; y en Guatemala nunca se ha disparado porque tienen un elemento, los índigenas, que controla de manera natural el fenómeno de las pandillas», explica.

En El Salvador, sin embargo, y a pesar de los indicadores, «las implicaciones que tiene convivir en el día a día con las pandillas no han cambiado de forma radical», continúa Valencia. Solo lo ha hecho en aquellas zonas en las que se han utilizado medidas «como las ejecuciones extrajudiciales, que han barrido con determinadas clicas (celulas de las maras)». De eso son conscientes los pandilleros, pero no por eso cambian su forma de actuar. «La violencia de las maras sigue siendo brutal». Tan brutal, «que sus aberraciones cuesta explicarlas cuando vienes a España». El relato de «Carta desde Zacatraz» no hace concesiones, ni en el lenguaje –utiliza la jerga de los pandilleros– ni en sus actos –asesinatos, torturas, violaciones…–.

«La violencia de las maras sigue siendo brutal». Tan brutal, «que sus aberraciones cuesta explicarlas cuando vienes a España»
Minimafias

Una de las cosas que sí ha cambiado en las maras es su dinámica. El propio «Directo», que ingresó en ellas en los años 90, lo explicaba así en 2012:«La MS y la 18 ya dejaron de ser pandillas. Ahora son minimafias, y lo único que importa es el dinero; antes era otra ideología. Cuando yo estuve en la mara no había extorsiones, ni rentas a los buses ni nada de eso».

A pesar de la represión y de las ejecuciones extrajudiciales, las maras sigue operando y captando militantes. «A día de hoy las pandillas tienen más solicitudes para entrar que plazas disponibles, porque en las comunidades ser pandillero sigue siendo atractivo. Estar en ellas tiene un poder reconocido. Controla el día a día. Y si respetas su lema –“ver, oír y callar”–, puedes tener una vida relativamente normal. Es un dominio y un control permitido por la comunidad, por eso es tan difícil de erradicar», explica Valencia, que no se muestra optimista sobre el futuro: «A corto y medio plazo no van a cambiar las condiciones en El Salvador. Aunque se empezaran a hacer bien las cosas ahora, algo que no veo, tardaríamos una o dos generaciones en ver resultados», concluye.

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