Viva Europa

Está en boga despreciarla, pero nadie concreta dónde se vive mejor

ABC, Luis Ventoso, 17-07-2018

Está de moda despellejar a Europa. Lo hacen los populistas de extrema izquierda y extrema derecha, hermanados en que no les gusta cómo van las cosas en el Viejo Continente (y unidos también en su devoción por la demagogia y el culto a los líderes providenciales). Lo hace Trump, que acaba de declarar su «enemiga» a la UE y proclama que prefiere a Rusia y China, vergeles del buen vivir y acreditados paradigmas de derechos humanos. Lo hace a veces hasta el estupendo Papa Francisco, que gusta de regañar a Europa con elevadas exigencias, pero que guardó un espeso silencio junto a Castro en La Habana. Lo hacen los gurús económicos estadounidenses que encantan a la progresía europea, como el dúo Krugman-Stiglitz, que hace ya siete años vaticinaron el fin del euro en cosa de «unas semanas». Lo hacemos hasta los propios europeos de a pie, que no nos damos cuenta de que vivimos en uno de los pocos lugares donde ponerte enfermo no supone un quebranto económico, como ocurre en otros países (o directamente la muerte si no posees ahorros suficientes para pagarte un tratamiento complicado). Tampoco apreciamos que la vida urbana europea tranquila y segura, peatonal, culta, elegante, vinatera y divertida es una rareza a nivel mundial (viajen a Estados Unidos y constatarán que salvo en tres o cuatro ciudades eres un rehén absoluto del coche y el delicioso callejeo a la europea se torna imposible). Pregunten a los nuevos amigos de Trump, los rusos y los chinos, por sus derechos laborales y compárenlos con los europeos. Interroguen a los jóvenes mexicanos o argelinos sobre si el acceso a la universidad es allí algo tan sencillo y cotidiano como en Europa. Hablen con turcos, chinos y rusos, a ver qué tal andan de libertad de expresión, algo que para nosotros ya es tan normal como respirar.

Según una encuesta mundial de Gallup del año pasado, 700 millones de seres humanos están deseando cambiar de país y mudarse a otro. De ellos, el 21% preferirían Estados Unidos como nuevo hogar. Pero existe un destino todavía más anhelado: los países de la UE, objetivo del 23%. ¿Son todos esos inmigrantes masoquistas empedernidos? ¿Cómo es que les atrae venirse a una UE que los cerebros de la Liga Norte, Podemos, Syriza y la AfD ya han descubierto que es infumable?

Satura también la imagen falaz que pinta a los europeos como egoístas e insolidarios. Solo en los años 2015 y 2016 los veintiocho recibieron a 2,4 millones de inmigrantes. Les brindamos un futuro, y con nuestras limitaciones, hemos intentado integrarlos y atenderlos como no se hace en otros territorios opulentos del mundo ¿A cuántos refugiados acogen Japón o los saudíes? La cifra tiende a cero.

Europa tiene defectos. Necesita acelerar en ciencia y tecnología punta; democratizar su Unión; trabajar más, pues décadas de buen vivir la han vuelto perezosa, y sacudirse el estúpido constipado populista que le está embotando el entendimiento. Pero veo la cumbre Trump-Putin, escucho sus declaraciones, y recupero de inmediato el optimismo y el aprecio por lo que somos. ¡Viva Europa! Y que dure.

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