Mesa de Redacción

Mediterráneamente

Diario de noticias de Gipuzkoa, Harri Fernández, 19-06-2018

Todos los años por estas fechas una conocida marca de cerveza lanza un anuncio en el que habla de lo que mola tomarse uno de sus botellines al sol de la costa mediterránea. En un inicio eran una suerte de videoclips con el grupo indie del momento Billie the Vision &The Dancers, The Vaccines o Love of Lesbian y luego se reconvirtieron en cortos dirigidos por cineastas de renombre Alejandro Amenábar o protagonizados por estrellas internacionales Jean Reno o Peter Dinklage. El espíritu de cada spot es siempre muy parecido: un grupo de yuppies con pasta disfrutan de la belleza de la costa y las islas mientras beben cerveza tras cerveza para continuar con el buenrollismo de la producción. El problema es cuando se te acaba la birra y te das cuenta de que el Mediterráneo no acaba en Menorca y hay vida más al este, en los refugiados que llegan a Quíos o en aquellos que durante días han permanecido dentro del Aquarius sin poder arribar en países también bañados por este mar. Es el caso de Malta e Italia, que han jugado a pasarse el balón y quitarse el marrón. Y lo han hecho a sabiendas de que, tal y como constata Elhadj As Sy, secretario general de la Federación Internacional de la Cruz Roja, no va a ser un caso aislado. No sería una locura pedirles que recuperasen un poco de humanidad.

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