Fútbol para integrar a niños refugiados en Líbano, reto de la Fundación Barça

La Vanguardia, Àlex Cubero, 25-05-2018

Quebrar prejuicios, sanar cicatrices de la guerra y romper diferencias de género puede depender, a veces, de un simple balón. En Líbano, el programa FutbolNet, impulsado por la Fundación Barça, utiliza el deporte para fomentar la integración entre niños libaneses y refugiados sirios, en un país en el que uno de cada cuatro habitantes es un refugiado.

Sobre el césped de un campo de fútbol bajo las montañas del Valle de la Bekaa, al este del Líbano, Hiba se ata las botas y se ajusta el velo antes de correr junto a sus amigas hacia un grupo que juega con una pelota y en el que resulta casi imposible diferenciar qué niños son libaneses y cuáles, como ella, refugiados sirios.
Con 25.000 libaneses y 60.000 refugiados, el municipio de Bar Elias es solo un pequeño ejemplo de la situación que vive Líbano, un país de seis millones de habitantes, de los que más de 1,6 millones son refugiados, la gran mayoría de ellos un millón sirios.

Apoyado en un muro del lateral del campo, Aymal Al Hsaiky, de 38 años, observa a su hija Hiba jugar con sus amigas libanesas, Leen y Nermeen. Lejos queda el momento en que hace siete años, cuando los bombardeos acechaban, tuvo que huir de Siria junto a su familia.

Con una humilde casa junto a la instalación deportiva municipal, Aymal puede considerarse casi un afortunado. Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), un 76% de los refugiados en Líbano vive bajo el umbral de la pobreza y, de éstos, un 58% en situación de extrema pobreza, con un salario familiar de 2,9 dólares al día.

“Mis hijos están fuera de la atmósfera de la guerra. Arrastraban muchos problemas y hoy han salido de todo aquello”, explica a Efe Aymal, que ahora cuida el campo en el que doscientos niños entrenan.

Entre ellos, Hiba, Leen y Nermeen. Las tres forman parte de FutbolNet, un proyecto con implicación de profesores de escuelas de todo Líbano, que reciben formación y coordinación de la Fundación Barça, con 1.200 niños participantes; cifra que asciende a 2.200 contando que el programa se aplica también en Italia y Grecia.

A sus diez años, Hiba apenas recuerda Siria. “Sólo me acuerdo de mi casa”, dice con una tímida sonrisa. “He aprendido mucho aquí. Nos respetamos y ayudamos todos. Y puedo marcar goles. En casa, no”.

erra no solo le arrebató su hogar, sino también a su marido, desaparecido en Alepo. “Nos vimos obligados a dejar Homs por las bombas y la destrucción. No podíamos seguir allí. Cogí a mis dos hijos y nos fuimos”, rememora.

Ahora los tres viven en uno de los muchos campos de refugiados de la zona, en una casa con muros de ladrillo, techo de uralita y cubierta de lona. Sentados sobre cojines en la estancia austera que hace de comedor, solo un televisor, un móvil cargando y unas figuras de porcelana esbozan el recuerdo de una vida normal en Siria.

“Tengo miedo por mis hijos dice. No tienen nada en qué pensar. En Siria tenían ambición de ser médicos o ingenieros, pero aquí no pueden tener esos sueños. Lo importante es que sigan estudiando”.

Pero también los profesores del proyecto, la mayoría locales, han tenido que aprender a gestionar una convivencia nada fácil en un país que, a pesar de su frágil estabilidad actual, arrastra sus propias heridas tras una guerra civil de quince años, un conflicto histórico con Israel o atentados terroristas de Estado Islámico.

Implicado contra el racismo ya desde su etapa de futbolista, el francés Liliam Thuram también ha acudido recientemente a la zona para apoyar el proyecto de la fundación del Barça, donde militó dos años. “Jugar al fútbol juntos puede ayudar a estos niños a no caer en la trampa del prejuicio”, opina el ahora activista y escritor.

“Muchas veces añade Thuram, la gente se cierra en una comunidad que puede ser la nacionalidad, la religión o el color de la piel. Pero necesitamos educar a los niños para superar este problema y decir que, antes de todo, somos humanos. Cuando ves a los niños del Líbano que están jugando con los niños refugiados de Siria, o cuando hablas con sus padres, entiendes de verdad el poder del fútbol”.

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