El nuevo ministro de Interior dice que “el islam no pertenece a Alemania”

Seehofer contradice a la canciller, dos días después de haber sido nombrado ministro de Interior, Construcción y Patria

El País, Ana Carbajosa, 16-03-2018

Horst Seehofer no ha esperado ni 48 horas desde su desembarco en el nuevo Gobierno alemán para lanzar una bomba con una alta capacidad de destrucción. El nuevo ministro de Interior, Construcción y Patria ha asegurado en una entrevista que “el islam no pertenece a Alemania”, haciendo alarde de línea dura en materia de inmigración. El estreno del político conservador bávaro contradice el ideario oficial de la canciller, Angel Merkel, cuyo cuarto mandato arrancó el pasado miércoles y que hoy se ha apresurado a contradecirle. El choque entre el nuevo ministro, crítico con la política de refugiados de Merkel y la canciller augura una convivencia complicada en la nueva legislatura.

Las declaraciones de Seehofer al diario Bild suponen un guiño evidente al creciente número de votantes que se han dejado seducir por el discurso identitario y antiinmigración de la extrema derecha (Alternativa por Alemania, Afd). El partido extremista ha entrado por primera vez en el Parlamento alemán con un 12,6% de los votos y se ha convertido en la primera fuerza de la oposición tras pactar los dos grandes partidos alemanes conservadores y socialdemócratas la llamada gran coalición.

Sus palabras denotan además el nerviosismo que anida en la CSU bávara, el partido de Seehofer, que el próximo otoño se jugará su mayoría absoluta en unas elecciones regionales, a las que acude amenazado por el auge de Afd, también en su feudo.

“El islam no pertenece a Alemania, que está marcada por el cristianismo. Eso incluye el domingo, las vacaciones religiosas y rituales como la Semana Santa, Pentecostés o Navidades”, ha dicho Seehofer, de 68 años. El líder de la Unión Social Cristiana de Baviera matiza en la entrevista que “por supuesto que los musulmanes que viven aquí pertenecen a Alemania”, pero a la vez insistió en que no deben abandonarse las tradiciones y costumbres propias, que tienen como eje, el cristianismo. Y advirtió de que “nuestra capacidad de integración es finita”.

Seehofer contradice la doctrina oficial de Berlín. Merkel ha sido clara en el pasado y durante la campaña electoral al afirmar que “el islam es parte de Alemania”. Hoy, la canciller ha vuelto a dejarlo claro en una conferencia de prensa. “Los musulmanes pertenecen a Alemania y también su religión pertenece a Alemania”.

El discurso identitario de Seehofer tiene además difícil encaje en un país en el que las cifras reflejan una realidad multicultural. Uno de cada diez alumnos tiene pasaporte extranjero y uno de cada tres es de origen inmigrante. Unos cuatro millones de musulmanes viven en Alemania, muchos de ellos de origen turco y residen en el país desde hace décadas. Se le añaden desde 2015, buena parte del millón y medio de refugiados, la mayoría procedentes de países de Oriente Próximo, que han recalado en Alemania huyendo de la guerra.

Seehofer explica también que planea un “plan maestro de deportaciones”, para acelerar las expulsiones de las personas que no hayan logrado legalizar su estancia en el país. El líder de la CSU es el responsable de que el acuerdo de coalición entre el bloque conservador de Merkel y socialdemócratas (SPD) fije un tope máximo de 220.000 entradas anuales y de 1.000 reunificaciones familiares al año. Esa exigencia fue una de las concesiones del SPD, que en principio se negaba a fijar cualquier tope político para los refugiados.

El ministerio que dirige a partir de ahora Seehofer ha ampliado sus competencias y su denominación. Además de Interior, se llama ahora también de Construcción y Patria (Heimat en alemán y un término de difícil traducción, a caballo entre nación, hogar y patria). Está por ver aún, en qué se traduce es etiqueta. Seehofer ya ha adelantado que no se trata de promocionar los Lederhosen, los típicos pantalones de cuero y tirantes de Baviera, sino más bien de lograr que no haya regiones de Alemania en las que los ciudadanos se sientan abandonados y que la cohesión territorial sea real. De momento, la etiqueta ya ha suscitado polémica, en un país en el que la exaltación del nacionalismo despierta todavía un rechazo, que encuentra sus raíces en la historia reciente de Alemania.

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