Una etapa más en el camino

La Voz de Galicia, José julio Fernández Rodríguez, 24-05-2017

El atentado de Mánchester es una etapa más en el camino que la amenaza terrorista recorre por Europa. Ya hemos sostenido en varios lugares que estamos ante un problema estructural, lo que significa que el radicalismo islámico tiene una base social relevante y que se halla incrustado en parte de nuestras sociedades. Esta gente concibe la respuesta terrorista como legítima ante la situación a la que Occidente somete al islam (falso, pero ello no importa en semejante imaginario colectivo, en el que lo fundamental es creérselo). La propaganda y el adoctrinamiento garantizan el éxito de esta fuerza político – social e ideológica, en gran parte gracias a los petrodólares con los que hacemos negocio desde Occidente. 

Pues bien, Mánchester ejemplifica de nuevo la lucha que el yihadismo sostiene contra la música y el ocio liberal, que es visto como depravado, sobre todo por la actitud inaceptable de las mujeres. Y otra vez un atacante que a nivel operativo actúa solo (aunque no seguro a nivel estratégico ni táctico), objetivos blandos, suicidio del atacante, repercusión mediática mundial, respuestas en los medios almibaradas y sensibleras, etcétera.

Ante una amenaza de tamaña relevancia, es lógico que haya discrepancia en el diagnóstico de la misma. Terciamos ahora de forma somera en dos aspectos muy importantes y controvertidos.

Por un lado, estamos ante islamistas radicales, y no ante radicales islamizados. El elemento religioso es fundamental en el proceso de radicalización… ¡y suicidio! Sin las recompensas que creen obtener en la otra vida no se suicidarían. Esta afirmación no la contradice el hecho de que muchos terroristas no sean especialmente beatos, incluso este hecho refuerza su posición: como no han sido píos en su vida ahora tienen que morir en la yihad para resarcir esas debilidades del pasado.

Y, por otra parte, hay que tratar de secularizar al islam, o sea, el poder público debe articular políticas de laicización de la cultura musulmana. Lo que se está haciendo hasta ahora en Europa es favorecer las versiones moderadas del islam. Lo vemos erróneo, pues el Estado no puede entrar en cuestiones teológicas para decidir qué interpretaciones apoya y cuáles no. Hay que ofrecer la fortaleza de los valores democráticos, de libertad y de igualdad, con educación laica y comprometida. No se trata de que los jóvenes no vayan a la mezquita (que vayan si quieren, claro) sino de que vean que es posible realizarse como persona estudiando los valores de convivencia y llevando una vida distraída, individualista y tolerante.

En fin, la conclusión se muestra en este momento evidente: debemos articular las políticas públicas precisas y específicas de acuerdo con diagnósticos que busquen la verdad y no lo políticamente correcto, siempre disfuncional y peligroso. Recordemos a las víctimas de Mánchester, sí, pero no para llorar (o también), sino para mejorar nuestro diagnóstico y destruir al terror, sobre todo con educación y democracia militante.

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